En la construcción del cerebro existen tres procesos ajustados, independientes y relacionados. La neurogénesis es el nacimiento de nuevas neuronas y células gliales. Conocemos desde hace 40 años que el cerebro adulto es capaz de producir neuronas en el hipocampo y esto guarda mucha dependencia con la actividad de la memoria. El cerebelo es otra fuente de neuronas, pero de pobre recolección. Piense en una enfermedad de desastrosas secuelas y las neuronas que se mueren no las podemos reemplazar, es su morbilidad.
Nos vamos con otro paso: la sinaptogénesis, el desarrollo de nuevas conexiones sinápticas a las cuales se le incorpora el mecanismo de mielinización. A los axones se le forra con una capa de aislamiento pura la cual permite conexiones lejanas y especialmente mucho más rápidas. La mielina se parece a la nieve: blanca. Así la podemos ver en los equipos modernos de resonancia y de tac. Los cuerpos celulares y las sinapsis la vemos como “materia gris”. La mielinización permite a cualquier cerebro nuevos enlaces, fuertes y rápidos. Son las que llevan y responden a los estímulos.
Estos tres episodios ocurren con mayor intensidad en la infancia, la adolescencia y la vejez. Estos periodos de gran metabolismo neuronal convierten este órgano en algo muy vulnerable. Se notan en ciertas enfermedades que caprichosamente solo se presentan durante ese tiempo. El autismo y la dislexia durante la infancia, la depresión durante la adolescencia y las diversas formas de demencia durante la vejez. Entran por supuesto condicionantes de enfermedad: códigos genéticos y factores ambientales que cuando se manifiestan postran al individuo.
Es maravilloso como se configura el cerebro del bebe: a la semana de vida in útero todas las estructuras están conformadas en forma rudimentaria. Cuando nace las autopistas neurológicas están condicionadas y son ellas que permiten la comunicación entre sí de las estructuras neuronales. La sinaptogénesis y la mielinización en su punto formando una densidad sináptica de notoria representación: crecimiento intenso, dirigido pero regulado.
Es importante precisar que estas sacudidas de conectividad ocurren en diversos tiempos en la estructura del cerebro. Las funciones sensoriales y motoras están completas cuando el niño alcanza 4 años de edad. El lenguaje más tarde, y la emoción con los procesos estratégicos y las tácticas cognitivas se presentan mucho más tardío. Decían los romanos que el cerebro se encuentra maduro a los 25 años de edad y poco habían investigado esta estructura maravillosa.
Falta en el desarrollo cerebral un proceso muy importante que regula el crecimiento y la madurez del cerebro: la poda sináptica. Por varios mecanismos el cerebro ve que sus neuronas van creciendo y algunas se quedaron rezagadas o inmaduras. Hay un mecanismo intrínseco de “purificación” y solo después del corte o la poda queda en el jardín cerebral neuronas fuertes, independientes y llenas de vida para su crecimiento. Empieza a los tres años de edad y llega hasta la adolescencia. No ocurre al mismo tiempo en todas las estructuras cerebrales, a nivel de lóbulo prefrontal el mecanismo de corte es mucho más lento y tiene un periodo de hasta varios años.
Estas investigaciones en neurociencias son útiles, han llevado a cuestionar, por ejemplo, hechos en política educativa que marcan decisiones colectivas. ¿Cuál es la mejor edad para que los niños ingresen a la escuela? La respuesta sería el periodo sensible donde las áreas del cerebro relevantes están en un momento más plástico. ¿Son los cerebros con más estímulos los más plásticos? Hechos tan simples como el adecuado aporte calórico que determinan el metabolismo y el equilibrio del cerebro.
Diptongo: los factores ambientales y entre estos la nutrición son elementos claves para el neurodesarrollo. Hay 200 millones de niños desnutridos en el mundo y 560 mil en Colombia. ¡Pecado mortal!