Es en el seno familiar en donde las personas reciben las primeras bases de su formación y, sin ella, el sistema educativo en sí carecería de cimientos. En su entorno se aprenden los criterios, los valores y las normas de convivencia esenciales para el desarrollo y bienestar de sus miembros.
De ella depende en gran medida la construcción personal de los conceptos de libertad, respeto, sacrificio, generosidad y solidaridad, entre otros.
Además, es en la familia en donde se edifica y consolida la identidad de las personas al representar los diferentes roles que cumplen a lo largo de la vida, protegiendo así su autonomía y proyectándose en el ámbito social.
La influencia que diariamente denota frente al tolerar, compartir, expresar afectos y perdonar, es fundamental a la hora de entender la igualdad, la equidad y el respeto hacia los demás, para convivir en armonía y en paz.
La fortaleza y la vitalidad de la familia deben considerarse mundialmente como elementos decisivos para un acertado relevo generacional, en el que se acepten los conflictos y las dificultades, se reconozcan las diferencias, y se utilice el diálogo para sortear la gran cantidad de problemas que afronta la humanidad.
La paz y la familia están siendo continuamente amenazadas en todos los países como consecuencia de innumerables guerras, desigualdades económicas, choques sociales y enfrentamientos políticos.
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU, 1948. Artículo 16.3) “La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”.
Colombia y los colombianos tenemos la obligación de trabajar por su defensa. En el país, las familias caminan por la cuerda floja y una de sus principales amenazas la constituye la violencia en la que históricamente hemos estado inmersos sus habitantes.
Debemos defender la familia. El gobierno nacional, los gobiernos locales, el empresariado y todos los sectores sociales debemos unirnos para rescatarla y promoverla.
Un ejemplo de cómo la empresa privada puede ayudar a este propósito, es el programa “Cultivemos la Paz en Familia” de la Asociación Colombiana de Exportadores de Flores, Asocolflores. Esta iniciativa pronto cumplirá 25 años de actividades ayudando a alcanzar, desde la floricultura, un estado de reconciliación entre los miembros de la sociedad.
Nació con la intención de entregar herramientas a los trabajadores del sector para superar, de manera asertiva, los problemas que se presentan en el diario vivir. Ha sido tan exitoso que se extendió más allá de los cultivos, llegando a todos los integrantes de las familias floricultoras y a las comunidades donde las flores están presentes.
“Cultivemos la Paz en Familia” desarrolla un trabajo que ha permitido cambiar hábitos culturales y comportamientos agresivos o violentos ante el conflicto, y ha sumado mediante alianzas estratégicas a diferentes entidades públicas y privadas.
Desde su implementación ha desarrollado diferentes metodologías y materiales de apoyo que, con la ayuda de facilitadores, siempre tienen en cuenta el contexto sociocultural de las personas a quien va dirigido. Ya son casi cinco lustros colaborando para que las personas comprendan que el conflicto es normal en la vida de todos y que, por lo tanto, es necesario aprender a resolverlo sin utilizar la violencia.
Todos queremos la paz. Sabemos que es indispensable para progresar, para desarrollarnos local y nacionalmente, y para que cada colombiano viva en un entorno de respeto, afecto y valoración.
Para alcanzarla debemos empezar por nosotros mismos y por quienes tenemos más cerca. Decir “Cultivemos la Paz en Familia”, sigue siendo uno de los pasos más importantes en el camino que tenemos que recorrer para lograr aceptar las diferencias, tener la capacidad de escuchar, reconocer al otro, respetar diferentes opiniones y apreciar a los demás, viviendo en armonía.
Recordemos que cultivar es sembrar semillas, cuidarlas y recoger sus frutos. Por eso “Cultivar la Paz en Familia” no es una simple metáfora, es un llamado a la acción.
Fomentar la cultura de la paz implica cuidar y devolver el protagonismo a ese espacio de parentesco en el que nacemos, crecemos y desarrollamos emocional y afectivamente. Es en la familia que se siembra, se cuida y se entrega a la sociedad el mejor de los frutos del ser humano: personas libres, respetuosas, tolerantes y en paz.
Todos queremos la paz. Sabemos que es indispensable para progresar, para desarrollarnos local y nacionalmente, y para que cada colombiano viva en un entorno de respeto, afecto y valoración.
Para alcanzarla debemos empezar por nosotros mismos y por quienes tenemos más cerca. Decir “Cultivemos la Paz en Familia”, sigue siendo uno de los pasos más importantes en el camino que tenemos que recorrer para lograr aceptar las diferencias, tener la capacidad de escuchar, reconocer al otro, respetar diferentes opiniones y apreciar a los demás, viviendo en armonía.
Recordemos que cultivar es sembrar semillas, cuidarlas y recoger sus frutos. Por eso “Cultivar la Paz en Familia” no es una simple metáfora, es un llamado a la acción.
Fomentar la cultura de la paz implica cuidar y devolver el protagonismo a ese espacio de parentesco en el que nacemos, crecemos y desarrollamos emocional y afectivamente. Es en la familia que se siembra, se cuida y se entrega a la sociedad el mejor de los frutos del ser humano: personas libres, respetuosas, tolerantes y en paz.