He escuchado con demasiada frecuencia que Óscar Iván Zuluaga no tiene dotes de liderazgo y que esa es la razón de su fracaso en sus esfuerzos por llegar a la presidencia. A pesar de haber sido descalificado en 2014 por su falta de carisma logró vencer al presidente de la mermelada y de la corrupción desbocada quien, con total desparpajo, se robó las elecciones como solo lo había hecho Carlos Lleras Restrepo cuaen 1970 causando una herida a nuestra democracia que no ha sanado. ¿Que a Óscar Iván Zuluaga le faltó liderazgo para reclamar los resultados amañados de esas funestas elecciones? sin duda, y ahora notamos esa carencia cuando deja tirada su candidatura después de vencer tantos obstáculos durante los ochos años precedentes.
Un caso similar vivió Ecuador cuando Correa le robó las elecciones a Lasso hará ya cinco años pero la actitud del candidato fue muy diferente al no reconocer el triunfo de Moreno. En una entrevista dada en Chile pocos meses después de haber sido víctima del fraude, demostró que no se encontraba derrotado, confirmándolo con su triunfo del año pasado en unas elecciones en las que no se dio el fraude gracias a que Moreno había mandado al diablo a su antiguo mentor, Rafael Correa.
El liderazgo es una cuestión de actitud. El exitoso escritor y conferencista John Maxwell se pregunta si el líder nace o se hace. Con mucha gracia responde a lo primero: “Claro que nace, sin duda”. ¿Y se hace? Plantea que el ser humano es un líder nato pero que la educación tiende a anular ese don que se puede reactivar, por ejemplo, leyendo y escuchando sus conferencias lo que le ha significado una pequeña fortuna.
El buen liderazgo es influencia sin manipulación; el mal liderazgo, el de Stalin o Hitler, es el fruto del engaño para luego fundirse con el poder absoluto. Después de escuchar el curso de cuatro horas de Maxwell antes de escribir esta nota, mis apreciaciones sobre el liderazgo se han visto enriquecidas. Este pastor evangelico ha demostrado cómo se puede ejercer el liderazgo hablando de liderazgo, lo que lo llevó a convertirse en un influenciador mucho antes de que se pusieran de moda.
Maxwell plantea que el liderazgo no se desarrolla sin que éste genere nuevos líderes. Pone el ejemplo del personaje de circo que hace girar platos de porcelana sobre delgados palos de madera. Arranca con el primero, sigue el segundo hasta llegar al décimo y ahí tiene que devolverse para impulsar al primero, seguir con el siguiente y el siguiente en una carrera que lo deja exhausto, lo que me lleva a recordar a Álvaro Uribe y su soledad como líder. Para Maxwell un verdadero líder llega a la cima acompañado de otros líderes que se han formado gracias a su ejemplo y por esa razón no siente la soledad de las alturas. Subir una colina se puede hacer sin compañía, pero no el Everest. Las más altas montañas requieren de un equipo.
¿Hasta cuándo Uribe seguirá él solo dándole vueltas a los platos sin entender que se requieren de otros líderes? ¿Será que ya perdió la oportunidad de oro que se le presentó con Óscar Iván Zuluaga? ¿Qué gana opacando su liderazgo en lugar de acompañarlo? Acompañarlo, por ejemplo, como fórmula vicepresidencial habría sido una manera de conformar equipo para sacar el país adelante. De esa manera no se habría desgastado repartiendo volantes en apoyo a los candidatos al parlamento cuando su deber era el de poner toda la atención en el candidato a la presidencia del Centro Democrático.
El Centro Democrático, luego de los inesperados resultados de las elecciones pasadas, en lugar de mirar la pústula generada por la corrupción y el robo de votos desde las mesas hasta el mismo software de la registraduría, se concentró en desplazar al candidato y su formula vicepresidencial sin ningún reparo. El encuentro en Medellín fue realmente vergonzoso.
Considero que el partido Centro Democrático, en el que guardaba todas mis esperanzas, tiene el deber de hacer una serie reflexión y entender que es un error ir a las elecciones sin candidato propio. Cuenta con Óscar Iván Zuluaga a quien si le falta liderazgo es porque no se le ha otorgado. A Trump le tocó vencer primero a su partido con el apoyo que fue logrando en las bases; a Zuluaga, luego de conquistar milagrosamente la candidatura, lo obligan a dar un paso al costado. Así no se puede.