Pasó a la historia por convertirse en el primer rey del Festival Vallenato, honor que logró por su inmensa capacidad con el acordeón y, además, ya venía precedido por la estirpe de los auténticos juglares. Ese negro sí toca.
Alejo Durán, aunque aprendió a tocar acordeón cuando ya superaba los 24 años, esto jamás fue impedimento para convertir la aparente tardanza, en una hazaña que le daría al vallenato, el lugar que hoy ocupa no solo en Colombia, sino en el mundo.
Aunque su escuela inicial fue la vaquería. En su actividad de joven para trasladar el ganado de un territorio a otro, animaba las vacas con cantos. Allí comenzó a forjar su futura leyenda. Tenía apenas 12 años.
Durán nació en un hogar pobre, pero le entregó a la cultura colombiana a través del posicionamiento del vallenato, una de sus mayores riquezas para el alma, la tradición y la identidad no solo de la región caribe, también del país.
Cada palabra que salía del gran Maestro Alejo Durán, era sosegada, con pausa, pero con una firmeza y sabiduría, que no permitía el más mínimo asomo de duda que siempre estuvimos frente a una figura casi mítica, de esas que nacen muy pocas veces. Que nacieron para dejar huella y hacer historia.
En su enamoramiento musical primero lo acompañó la guacharaca, el acordeón le tocó hacer una larga espera de casi 25 años, para que Alejandro Durán por fin descubriera, que ese instrumento sería su acompañante hacia la leyenda. Directo a la inmortalidad de nuestro bendito folclor vallenato.
“Desde cuando aprendí a tocar el acordeón, me di cuenta de que nada hacía si no lo ponía a hablar” contó Alejo Durán en una entrevista al periodista Alberto Salcedo Ramos.
Pero Alejo Durán también fue protagonista de uno de los actos de mayor honestidad e integridad de que se tenga noticia hasta ahora. Ocurrió en 1987 en la primera edición de rey de reyes del Festival Vallenato, el favorito de todos era por supuesto el Maestro Durán, pero ocurrió lo impensado.
A la final llegaron Durán y Colacho Mendoza, en una de las interpretaciones el Maestro Alejo se detuvo en seco y sentenció: “Pueblo, me he acabo de descalificar yo mismo”
Fue una equivocación en una nota de la que nadie se percató. Alejo Durán diría después que perdió la tarima, pero se quedó con el pueblo. Un acto que lo hizo aún más grande que el premio en sí mismo de aquel festival rey de reyes.
El hombre inmenso de clásicos como Alicia Adorada, 039, La cachucha bacana, Altos del rosario, Mi pedazo de acordeón, El mejoral, Mírame fijamente, La mujer y la primavera, Fidelina y Joselina Daza, es en realidad, el alma del vallenato, Alejo Durán.