Con qué facilidad caemos en el terrible “sálvese quien pueda” cuando nos encontramos en una situación caótica, ya sea causada por la naturaleza o por el hombre. Ejemplo de ello es el caos que generó el bloqueo de estaciones estratégicas del Transmilenio, el jueves pasado en Bogotá, ejecutado de manera sistemática por pequeños grupos que cuentan con patente de corso desde que sus acciones han sido toleradas y vistas como si fueran el fruto de una reacción espontánea de quienes sufren abusos del estado, desviando así la atención para ocultar que son parte de una agenda internacional que aplica la siniestra expresión “el fin justifica los medios”.
Las calles las convierten en un campo de batalla y la rabia se mezcla con el miedo generando una sensación de impotencia que lleva a olvidarnos de los otros y a restarles su condición de seres humanos. Dos elementos son claves en esa maquinación hacía el caos, la multitud y la oscuridad, por eso los actos se presentan cuando va terminando la jornada laboral y se aproxima la noche en la que una ciudad a oscuras, como la mantienen ineptos alcaldes, es el escenario ideal.
Que el presidente y la alcaldesa sean tolerantes con los vándalos no es de extrañar cuando tienen los mismos propósitos. No les es suficiente tener el poder por un tiempo, lo que buscan es el poder total y duradero y para ello se dedican a destruir, convencidos de llevarnos al paraíso socialista construyendo sobre las ruinas que han causado, sin dejar de ser títeres de quienes los llevaron a ocupar sus cargos sin cumplir las mínimas condiciones, lo que queda demostrado con sus mediocres gestiones.
Un caos similar es el que se está gestando con las medidas tomadas por el gobierno que son igualmente vandálicas y pueden generar una estampida como la que presenciamos de los venezolanos constituyéndose en un ejemplo que salta a la vista, siendo una respuesta desesperada a una situación incomprensible. ¿Llegaremos a esos extremos los colombianos? No podría ser de otra manera si reaccionamos de igual manera cuando nos están aplicando la misma fórmula.
¿Cómo prevenir caer en esa ausencia de solidaridad que es la que buscan menoscabar cuando se impone un régimen socialista o comunista? Es difícil pensar en los otros al vernos arrinconados y presas del pánico y cuando nos están aislando poco a poco, ya lo experimentaron con los terribles confinamientos y ahora con un caos generado con ese fin.
La ausencia de liderazgo nos obliga a asumir por cuenta propia la supervivencia como sociedad, lo que a su vez garantiza nuestra seguridad personal, la de nuestras familias, amigos y compatriotas.