Un predador territorial

Mar, 03/09/2013 - 07:03
Con frecuencia me aflige el que llamo “síndrome de futilidad”, cierta sensación de estar perdiendo el tiempo con lo que escribo, porque la gente reacciona poco, sin importar la franqueza con que
Con frecuencia me aflige el que llamo “síndrome de futilidad”, cierta sensación de estar perdiendo el tiempo con lo que escribo, porque la gente reacciona poco, sin importar la franqueza con que se denuncie o señale. Y cuando me golpea la intrascendencia, no escribo. Pero aparece la columna de León Valencia en Semana  y debo concurrir a la cita de su prosa teledirigida. Su escrito de esta Semana, es sobre Luis Alfredo Ramos, el líder antioqueño. Y a Valencia le resulta sustancioso porque él mismo es antioqueño. Toca la parábola política de Ramos que incluye una alianza institucional, con amplios sectores de opinión del Cesar y la Costa, que dieron origen al nacimiento de Alas Equipo Colombia, un partido legal, no un grupo criminal. Y a Valencia esto también le cae de perlas, porque abarca su zona de lucha. Muchos desconocen que el Cesar es a Valencia tan suculento como Antioquia, porque cuando era miembro del Comando Central del ELN, su área de responsabilidad incluía ese departamento; en especial un frente muy activo que se llamaba “Seis de Diciembre” cuyo accionar criminal fluía desde la Sierra Nevada de Santa Marta, del lado cesarense, hasta donde sus secuestros, homicidios, abigeato, extorsiones y homicidios lograran aterrorizar. De modo que cuando León escribe sobre Antioquia y el Cesar, está por sus fueros, trasegando con la pluma por donde antes mandaba como guerrillero jefe, pues esas regiones eran su “coto de caza” criminal. Valencia se desmovilizó en 1994, precisamente después de una embestida feroz que barrió al “Frente Seis de Diciembre”. Esa arremetida no fue a manos de la policía o del ejercito, ni de una fuerza paramilitar en la acepción corriente. La historia es otra: El “Frente Seis de Diciembre” del ELN -bajo la égida del COCE- secuestró a una odontóloga muy apreciada en la comunidad Vallenata, y después de cobrar dos veces por su secuestro, jamás la entregó. Cuentan en la región, que su hermano menor, de apenas 17 años, se consagró a descifrar el paradero de su hermana, hasta descubrir que desde antes de cobrar la primera millonada, la joven había sido asesinada por la escuadra guerrillera que la secuestró a plena luz del día sacándola encañonada de su consultorio en el centro de Valledupar. Dicen que el hermano abandonó sus estudios y valiéndose de todos los medios posibles, desató una ola de venganza que, durante años diezmó hombre a hombre el temible grupo que sembraba el terror en las zonas que comandaba el hoy lustroso investigador, a quien entonces se conocía como alias “Gonzalo”, a secas. Cuentan que el dramático episodio involucró una mediación de la Cruz Roja Internacional, que facilitó un armisticio entre esa guerrilla y el hombre arrastrado a un camino de guerra cuando su vida apenas despuntaba. La leyenda sobre la derrota del “Frente Seis de Diciembre” a manos de un muchacho sin más ideología que el dolor, parece una casualidad cronológica, pues coincide con el fin de la gesta armada del ahora flamante “académico” León Valencia, quien inexplicablemente logró pasar de cobrar secuestros y vidas, a cobrar cuentas políticas desde el epicentro del establecimiento, en los mas prestigiosos medios. Sé que León escribió con delicia su columna de esta Semana, él es ducho en montar tramas y tiene tinglado; pero ésta vez, asestar un zarpazo a un hombre decente de Antioquia y a una familia intachable del Cesar -juntos- trae a su mesa un plato que excita su voracidad felina: dos viejas victimas de sus antiguos territorios de acecho. Por eso, su esfuerzo argumental combina toda la gama de las formas de lucha… Dice el articulo que los “parapolíticos” (bautizo suyo) quisieron pasar de agache, y enfatiza en la infamia que implica que, los condenados durante el lustro que inició en 2006, en efecto son culpables de “Concierto para Delinquir”, como si el país no tuviera claro que un sector de la justicia actuó como falange política contra el único gobierno que derrotó a todos los factores armados ilegales. Circulan por ahí las fotos de Valencia “cocteleando” hombro a hombro con Iván Veláquez, ese investigador malo y pantallero, que con sentencias discursivas, sin pruebas, borró el espíritu garantista de la Constitución y condenó a quien quiso, mientras la Corte clamaba librar una gesta purificadora y sus egos crecían al ritmo trepidante de los aplausos de la prensa. Leo la columna de Valencia y pienso –en clave de vallenato- que “un hombre que está más sucio que un rancho solo, se viene a limpiar las uñas con mi honradez”. Si, porque menciona a “los Araujo en el Cesar”, y nos sindica en bloque, como si fuéramos una manada. Lo viene haciendo desde 2006, sin pruebas, mintiendo, con el solo discursito de Arcoiris, copiado por Velásquez. Discurso pobre, pero letal, pues sin una sola prueba, mi hermano Álvaro Araújo, un hombre intachable, fue condenado, de manera tan arbitraria que jamás pudo defenderse o ser oído por la Corte Suprema, que violando el principio de Inmediación de la Prueba, lo sentenció y se negó a oír su defensa, pues jamás lo escuchó a él, ni a su abogado el ilustre expresidente de su Sala Penal, Doctor Carlos Galvez Argote, quien aún se frota los ojos de incredulidad ante el despropósito jurídico de sus excolegas. Sí, León entendió -antes que otros delincuentes- que las letras, bien disparadas, son mas eficaces que el calibre 7,62. Porque, seamos francos, él sigue “en la lucha”, la combinación no es simultánea, éste es solo el último y mas cómodo de los estadios de su guerra personal. Le pregunto a “Gonzalo”: ¿Alguna vez se le ha ocurrido pedir perdón al Cesar y a Colombia por el dolor causado cuando “estaba equivocado”? ¿Alguna vez pensó en la vida segada de Margarita Rodríguez, Comandante? Creo que no. ¿Cobardía? Sin duda.  Además, le quedó fácil… Pasó de agache. @sergioaraujoc
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