Hay corazón. No hay cabeza.
Juega Colombia en el Suramericano con el corazón. El desenfreno impera cuando el ímpetu puede más que el juego. Las perspectivas de ir al mundial son reales a pesar de la falta de estructura en el juego, la escasez de ideas y la ausencia de soluciones colectivas que alimentaron la posibilidad del desastre en ronda previa.
Tiene Colombia un juego físico insulso, al que solo le dan vitalidad técnica Enamorado, Tolosa, Valencia y Cuesta. Hay Tantos futbolistas inflados por la prensa, con el beneficio abierto de los empresarios. El culto a la estatura, en perjuicio de la habilidad.
El amor eterno.
Cano se va del Dim, no encuentra club y regresa jurando amor eterno. Morelo jura amor eterno y abandona Santa Fé, al primer coqueteo. No hay consistencia entre las palabras y los hechos, porque el fútbol hoy es poder y dinero. Así marcha el negocio. Las palpitaciones desenfrenadas con los goles que enloquecen a los hinchas, tiene un fin básico, en los bancos. Jarlan Barrera en el título de Junior hinchó el pecho emocionado, pero tenía la maleta armada para macharse. Tan parecido todo a Armani que adorado por la hinchada, dijo al emigrar que siempre quiso jugar en un grande. No era Nacional, es River Plate.
Finanzas y sueños.
Regresa el fútbol profesional. Mucha publicidad, poca diversión. Partidos menores, chispazos, algunos golazos, atajadas con brillo, una hermosa chilena de Dinneno en su debut con Cali, pero en general tramite sin grandeza , sin belleza. El arranque pesa, dicen algunos, con licencia para jugar mal y perder.
Pocos alicientes, mucho veterano, regresan talentos parranderos y hay baile loco de futbolistas con fracasos que saltan de un club a otro. Las finanzas no cuadran como tampoco los sueños de victoria. Que difícil es jugar bien, que fácil resulta disfrazar la ignorancia.