S.O.S.

Mié, 26/08/2015 - 18:18
Con mi atención puesta en el Centro Democrático y cavilando acerca de las posibilidades de un triunfo en las elecciones regionales de octubre, –creyendo todavía en un sistema democrático que hag
Con mi atención puesta en el Centro Democrático y cavilando acerca de las posibilidades de un triunfo en las elecciones regionales de octubre, –creyendo todavía en un sistema democrático que haga valer nuestro voto- me puse en la tarea de leer el programa de gobierno de Pacho para la alcaldía: Cambio con seguridad para Bogotá. “Bogotá perdió el rumbo en los últimos doce años”. Así comienza este extenso texto dedicado a proponer soluciones a los graves problemas que aquejan a los habitantes de una ciudad que ha quedado a la deriva por la falta de compromiso y liderazgo de parte de sus corruptos gobernantes que la han venido arrastrando al deterioro y el caos. Al emprender las páginas dedicadas a la seguridad comencé a llenarme de ilusiones notando que primaba, entre los objetivos de este aspirante a la alcaldía de la capital, recuperar la ciudad arrebatándosela de las terribles manos de la criminalidad. Esto me llenó de optimismo y esperanza. Continué leyendo, con entusiasmo, los otros capítulos de ese texto, elaborado con profesionalidad, en los que se plantean distintos aspectos que tienen que ser tenidos en cuenta para una buena administración de la ciudad que garantice el bienestar de sus habitantes: movilidad, vivienda, empleo, educación, salud, protección social, espacio público, cultura, lucha contra la corrupción, etc. Con que ilusión comencé a imaginar una ciudad extraordinaria, -conducida por una persona perfectamente calificada para ese fin que cuenta con los requisitos para lograr el sueño de muchos: una Bogotá a la altura de las mejores capitales del mundo- pero vino la debacle que me trajo de nuevo a la cruda realidad y a la postergación de las ilusiones y los sueños: la dictadura de Venezuela, manejada desde Cuba, golpeó con una furia jamás presenciada en nuestra historia a los pobladores de la frontera. Como si se necesitaran otros motivos de unión entre dos pueblos hermanos, el sátrapa de allá atacó con alevosía a colombianos y venezolanos cometiendo el gravísimo delito de genocidio por acción, mientras que el fulanito este de acá que ocupa la silla presidencial, lo cometió por omisión. Comprendí, ante esta terrible situación, que soñar con elecciones libres es una verdadera ingenuidad y que un programa de gobierno como el de Pacho debería incluir en primer término un S.O.S.: un llamado urgente a todos los que puedan auxiliarnos ante las amenazas que se ciernen contra nuestra democracia. Todo aspirante a gobernación o alcaldía de la oposición colombiana como cualquier candidato a la Asamblea Nacional Venezolana debería incluir en su campaña un S.O.S. que ponga en alerta a los amigos de la libertad e impedir que nos roben de nuevo las elecciones. Un S.O.S. por Venezuela y un S.O.S. por Colombia unirán con lazos inviolables dos pueblos que corren inmensos riesgos. Estamos naufragando y la señal de auxilio no puede esperar. Los venezolanos y los colombianos hemos crecido con el sufrimiento y ahora compartimos el dolor de ver los crímenes y vejámenes a los que han sido sometidos nuestros hermanos  en la frontera. Tanto a la oposición venezolana como a la colombiana se le presenta una oportunidad, tal vez la última, en estas elecciones para recuperar el rumbo y salir del abismo. Nuestro S.O.S. debe ser tan enérgico que sea escuchado en el mundo entero.
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