Los grandes poderes que creó la Constitución del 91 se han convertido en piedras contra las que tropezamos a diario. Se trata nada más ni nada menos que de la Procuraduría y la Fiscalía, cargos donde el que se encarama se convierte en todopoderoso e inmediatamente adquiere estatus de presidenciable, gracias básicamente a dos factores: el miedo que producen sus investigaciones y los cuantiosos presupuestos que manejan.
Ya mucho se ha hablado del señor Alejandro Ordoñez, un representante de la caverna con muy pocos escrúpulos para utilizar su fuerza en la persecución de quienes no piensan como él. La fórmula es fácil: Tiene en sus manos la posibilidad de perseguir a sus contradictores y proteger a sus amigos y la usa a discreción, se trate de magistrados o alcaldes.
Pero mientras los medios nos ocupábamos del Procurador, una figura sibilina se acomodaba feliz en su trono de Fiscal y se apertrechaba gracias al apoyo que le ha ofrecido al presidente Santos, en especial con todo lo que se relacionaba con el proceso de paz en La Habana.
Eduardo Montealegre se convirtió así en una figura de la mayor importancia para el gobierno, su socio y amigo. Esta situación privilegiada, sumada a su poder igualmente intimidatorio y a su también inmenso presupuesto le dieron “alas” como Red Bull para que echara a volar rumbo al Olimpo de los intocables. Pero también como Ordoñez sus excesos lo están debilitando frente a la opinión pública, que ha empezado a notar su verdadera catadura, su ego inflado y sus débiles límites éticos.
Para empezar el señor Fiscal optó por la justicia mediática, en la que se anuncian sentencias antes de consolidar los procesos y va seleccionando cuáles de estas sentencias producen más rédito comunicativo para anunciarlas en rimbombantes ruedas de prensa, mientras otras de mayor trascendencia para el país, duermen bajo su ala protectora a la espera de la prescripción. No ha sido su período productivo en cuanto a fortalecer la justicia, pero si lo ha sido para su consolidación como personaje “público”.
Como si la falta de resultados fuera poca cosa, ahora se le suma el manejo ligero y peligroso de la contratación a dedo. El primer escándalo que estalló fue el de nuestra colega Natalia Springuer que se llevó la bicoca de 4 mil millones, para hacer algo que no ha servido para nada.
Pero esa consultoría es apenas una de las tantas en que ha dilapidado el presupuesto, en una feria de “amiguismo”, como si hubiera comido la carne de cerdo que según la publicidad produce este resultado. Lo grave es que entre más declaraciones da para explicar lo importante que ha resultado para la fiscalía General de la Nación estos contratos, más se enreda en babosadas que no logran explicar ni justificar su conducta.
¿Ineficaz en su oficio y corrupto en sus procesos de contratación? Es lo que parece indicar la información que se ha venido conociendo en un momento especialmente complejo: cuando en la Habana los negociadores de la guerrilla se resisten a caer en manos de la justicia actual, la nuestra, la que orienta en su parte investigativa y acusadora el señor Montealgre o mejor el “alegre” señor que está montado en la Fiscalía.
Para completar su show mediático o tal vez como cortina de humo ahora ha salido, cual Procurador Ordoñez, a perseguir a una mujer porque dizque en sus correos privados ella decía haber abortado. Por favor, señor Fiscal, ¿no será que tiene otras cosas más importantes de que ocuparse? O ¿cree que metiendo a la cárcel a las miles de mujeres que han abortado va a lograr que no se le caiga la estantería?
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Se le cayó la estantería
Lun, 14/09/2015 - 16:13
Los grandes poderes que creó la Constitución del 91 se han convertido en piedras contra las que tropezamos a diario. Se trata nada más ni nada menos que de la Procuraduría y la Fiscalía, cargos d