Océano Atlántico Sur, ¿qué lo hace tan vulnerable?

Jue, 05/12/2019 - 08:59
El Océano Atlántico Sur está en peligro. La pesca industrial e indiscriminada en aguas internacionales está poniendo en riesgo el futuro de este frágil ecosistema, que es habitado y transitado po
El Océano Atlántico Sur está en peligro. La pesca industrial e indiscriminada en aguas internacionales está poniendo en riesgo el futuro de este frágil ecosistema, que es habitado y transitado por muchas especies, entre ellas, la emblemática ballena franca austral. Potencias pesqueras provenientes de Asia y Europa llegan todos los años al Atlántico Suroeste, en el límite con la zona económica exclusiva argentina, en búsqueda de especies comerciales que pueden capturar sin mediar controles ni sanciones, dada la falta de regulación que existe en los océanos, en estas latitudes. La principal presa de estas flotas es el calamar, la merluza y la merluza negra; esta última es comercializada como producto de lujo en dichos continentes. Cada año, en temporada alta de pesca (de diciembre a abril), más de 400 buques se instalan en la zona conocida como Agujero Azul, una región de altamar en el límite de la zona económica exclusiva argentina, y que es conocida mundialmente por su riqueza en biodiversidad como así también por su recurso pesquero. Esta zona ha sido identificada como de alto valor de conservación, y es vital para el ciclo de vida de diversas especies, muchas se encuentran en un frágil estado de conservación. La icónica ballena franca austral, que es visitada por turistas de todo el mundo, está expuesta todos los años a ser lastimada y enredarse en las redes o a ser chocada por los cientos de buques industriales que invaden su ruta migratoria. Las técnicas utilizadas por estos pesqueros para capturar las especies buscadas denotan una desmedida voracidad. Por ejemplo, con la técnica de arrastre de fondo, estos buques arrasan con sus enormes redes el fondo marino. Dichas redes pueden llegar a tener las dimensiones de una cancha de fútbol y no discriminan, atrapan no sólo lo que necesitan si no que todo lo que encuentren en su camino. ¿Y qué sucede con lo que no les sirve? Simplemente lo descartan en medio del océano. Esto no sólo genera un daño innecesario al ecosistema y se desperdicia alimento sino que también provoca más contaminación al degradar la calidad del agua. Otro método de pesca atroz es el palangre. Utiliza líneas que pueden tener miles de  metros de largo, cubierta de anzuelos encarnados. Es una de las principales causas de muerte de los albatros y otras aves marinas. Dada su deficiente selectividad, no sólo atrae a la especie que se busca capturar sino que muchas otras quedan enganchadas en los anzuelos y mueren ahogados. La actividad pesquera industrial es tan intensa que no son respetadas las temporadas de reproducción de las especies, y se las expone a la sobre explotación. La alta concentración de buques en el área incluso, somete a algunas especies a competir por su alimento con la industria pesquera. Hay una realidad que es innegable. El déficit total de regulación y controles en aguas internacionales permite a estos saqueadores de los océanos vaciar estas aguas y vulnerar al océano, dejando a este ecosistema al borde del colapso. La  ausencia de regulaciones y la demanda en aumento de productos marinos para alimentación es una fórmula para el desastre. Es por eso que nos encontramos con nuestro barco Esperanza, recorriendo y documentando la actividad en la zona. Como parte de una campaña que recorrerá desde el Ártico hasta la Antártida, el buque insignia de Greenpeace reunirá evidencia para ser presentada el año próximo ante la ONU. De esta manera, buscamos generar un movimiento global por la protección de los océanos, que inste a  los gobiernos del mundo a comprometerse por la protección de la vida marina, a través de una red de santuarios marinos que resguarde el 30% de los océanos para el 2030. La ONU debe priorizar la creación de esta red de santuarios marinos. Las aguas internacionales abarcan  el 43% de la superficie del planeta y menos del 5% cuenta con protección. Es decir, prácticamente la mitad del planeta está desprotegido y vulnerable a la amenaza y a la creciente presión de las industrias destructivas, la polución y el cambio climático. Si no preservamos los océanos, perderemos una batalla clave en la lucha contra el cambio climático. Los océanos constituyen un rol vital en el ciclo de carbono de nuestro planeta, almacenando en sus profundidades el carbono capturado de la atmósfera. Sin este servicio esencial de los océanos, nuestra atmósfera contendría un 50% más de dióxido de carbono y la temperatura del planeta sería tan alta que sería inhabitable. Estamos ante una inminente crisis climática, y para evitarla debemos implementar con urgencia una protección efectiva de escala global. Tenemos la oportunidad histórica de proteger nuestros océanos el próximo año, a través de un Tratado Global de los Océanos, que no sólo protegería al Océano Atlántico Suroeste y la increíble vida marina que lo habita, si no que también sería beneficioso para todas las que habitan nuestro planeta. Debemos proteger los océanos como si nuestra vida dependiera de ello porque, de hecho, así es.
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