Fue dulce mi infancia. Fátima, barrio en Manizales de calles polvorientas, de aquellos que la autoridad descartaba, alejado de rancios abolengos, donde se caminaba “abeja” y se llegaba a dormir con un ojo abierto. En el día la pelota como amiga, en canchas enfangadas, deformes y en potreros de hierba levantada. Tantos sueños.
En la noche, en las esquinas, persiguiendo con la mirada y atrevidos piropos a muchachas timidas pero coquetas, y hablando de fútbol con la barra. Mi estudio en escuelas populares, públicas, sin costos. Mis padres, llenos de valores y sin plata. De mi padre, la lectura como habito y su abnegación por el trabajo.
“Ninguno del ausente murmure”, decía. De mi madre su belleza natural, sus consejos, su recia autoridad y sus sacrificios. Discípulo de Dios, como mis doce hermanos, al punto de que dos de ellos son sacerdotes. Juano, también periodista, murió ahogado en el mar caribe, después de transmitirle un nuevo descenso al Cartagena, cuando acompañaba al Once Caldas. No sé quién me inyectó la pasión por el balón. Si mi padre, aunque le gustaba, ni al estadio iba porque no tenía con qué pagar la boleta. Si lo hacía perdíamos en mi casa un almuerzo. Yo fui un diez derecho, pisador, hasta hace poco, cuando por el trajín de los años mi rodilla dijo basta.
Administrador de empresas de la Nacional, por convicción, aprendí a capotear la vida como periodista empírico pero apasionado, toreado en tantas plazas. Yo, mendigo de entrevistas y noticias. Obsesionado con los medios. A la postre premio nacional de periodismo "Simón Bolivar", como dice mi hoja de vida, en la búsqueda constante de otra forma de hablar y de informar.
Caí, contaminé mi vida y me levanté. Lo supe hacer porque mi conciencia fue mi amiga, mi familia fue mi ejército y Cristo el comandante en jefe. Gratitud total con mis amigos, sentimiento que es eterno.
De Todelar, haciendo pinos con Javier Giraldo Neira, periodista incomparable, salté a Caracol, con la redacción de La Patria y Nuevo Estadio mis valoradas academias de por medio, donde encontré a Jose Fernando Corredor y Guillermo Lema Salazar como guías y maestros. Cali, luego, en Occidente, RCN y “Balón”, el que fundé con amplio tiraje y circulación semanal, "desde la Sultana para el mundo". Luego en Bogotá, en RCN dos veces, con el inolvidable Juan Gossaín, el mejor; más tarde Todelar, Criptón, Tv Hoy, Mundovisión, Nuestra Tele y muchos más, hasta la telepolémica con el líder Yamid Amad.
No soy ni sabio, ni profeta, ni guía, como pretenciosos quieren que se les denomine a los “capos” del micrófono. “Lo mismo un burro que un gran profesor”. Simplemente no he dejado de alimentar mi curiosidad, mi aliento y mi encanto por mi profesión.
Aquí estoy aun “en pie de guerra”, tras éxitos y desencantos, alegrías y tristezas. Tecleando a diario, preparando proyectos, con pistas abiertas, luchando por no envejecer mi espíritu a la velocidad que se arruina mi cuerpo. Renuente a los desencantos de estos tiempos.
Soy "El ginecólogo del fútbol". Trabajo, como los médicos expertos, donde el hombre es feliz… en el estadio.
Todos tenemos algo que decir. Me gustaría ser reconocido como el “contador de historias” pero se ve presuntuoso. ¿Ves, cuántos maestros verdaderos, llenos de saber, pululan por ahí? ¿o cuántos que nunca lograron aprender se dedicaron a enseñar?
PD: Este escrito es un extracto de un discurso que preparé con motivo del premio nacional de periodismo "Orlando Sierra" que me otorgó la alcaldía de Manizales, en fecha reciente. Lo llevo en mi memoria. Nunca lo leí, nunca lo borraré.
Mendigo de entrevistas...
Lun, 25/12/2017 - 19:18
Fue dulce mi infancia. Fátima, barrio en Manizales de calles polvorientas, de aquellos que la autoridad descartaba, alejado de rancios abolengos, donde se caminaba “abeja” y se llegaba a dormir c