Margarita siempre ha sido noticia, desde niña por bonita (reina de belleza), desde joven por actriz (Café con aroma de mujer, Las Hinojosa, Gallito Ramírez); por su matrimonio con Carlos Vives y su rápido rompimiento; después por la presentación de programas de televisión (El desafío, entre otros); por su consagración artística. Y últimamente, en su madurez (no vejez) por sus buenas columnas y su reciente libro “El hombre del teléfono”, “uno de los personajes más fascinantes de la Historia de Colombia” (Jaime Garzón).
“…Una noche suena el teléfono y del otro lado de la línea aparece la voz de alguien que dice estar loco por ella. Las llamadas del misterioso hombre del teléfono se irán haciendo cada vez más frecuentes, hasta crear un vínculo que cuestiona los límites de la inteligencia y de la belleza”.
En las últimas horas, rueda el nombre de Margarita Rosa de Francisco en todas las redacciones porque salió a desmentir un supuesto cáncer: -Me contaron (dice) que en México publicaron que no presenté El Desafío porque tengo cáncer. No es verdad. Por fortuna estoy buena y sana. Y creyendo insuficiente la aclaración, también puso un video en su cuenta de twitter para corroborar el buen estado de salud, del que habla “la prensa carroñera”.
https://twitter.com/Margaritarosadf/status/871797523299659776
La relación de Margarita Rosa con Jaime Garzón
Tomemos como excusa este episodio para volver al libro y a la historia de Margarita, su relación con Jaime Garzón (“Mi intención no era hacer revelaciones”).
-El teléfono está sonando. No puede ser sino él.
¿De dónde habrá salido este tipo? Casi no le puedo colgar; otra vez pasaron dos horas llenas de ocurrencias y frases extravagantes, por lo que no debe estar muy cuerdo. Me parece un poco sospechosa la coincidencia que tiene de su malabarismo verbal, sólo se le escapó una frase gastada en miles de canciones y telenovelas, común, sencilla, y adorable como puede serlo un pedazo de pan: Yo la quiero hacer feliz. De esas dos horas, mi soledad sólo le compró los siete segundos que le tomó pronunciar esa afirmación, y se acostó a dormir.
La muerte de Garzón:
-Como un ave gigante con las alas extendidas, siento que abarco estáticamente ese punto específico, y a pesar de que trato con todas mis fuerzas de agitarlas y emprender el vuelo de regreso, esa fuerza, esa voluntad más poderosa, me obliga a permanecer ahí, como si me necesitara para atestiguar un evento importante.
Desde esa posición cenital y con la claridad meridiana con la que miran los ojos de un águila, divisó la cruz de las calles encontradas y por una de ellas un vehículo viniendo que reconozco perfectamente: un jeep verde oscuro y sin capota.
El carro se detiene ante la luz roja del semáforo. La mañana azul todavía duerme en el asfalto frío que pisan muy pocos vehículos a esa hora. Un poco más atrás, por la misma calle del semáforo en rojo, se acerca una motocicleta blanca de alto cilindraje con dos hombres en el lomo.
En ese momento el corazón del ave, con los ojos fijos en este pedazo de ciudad, empieza a latir como si fuera a explotar dentro de su gran pecho. La motocicleta se ubica justo al lado izquierdo del jeep destechado, donde el conductor espera la verde.
Mi punto de vista es ahora mucho más cercano, alterado por obra y gracia de la fuerza de otro mundo que controla mi vuelo. Soy el águila encima de las cabezas de los tres actores. Los tipos de la moto llevan ambos el caso puesto, pero puedo oír y ver con total nitidez la mirada cobriza y agrietada del sujeto sentado en el puesto trasero que le pregunta al hombre del teléfono y luto le dispara seis veces en la cabeza.
…Diciendo su nombre en voz alta, le agradecí por su vida y pedí por ella con tanta fuerza como si en ello se fuera también la mía”.
