Es común y hasta ordinario decirlo, pero la visita del Presidente de los Estados Unidos a Cuba es histórica. Lo es porque hace casi un siglo un mandatario norteamericano no pisaba la Isla; lo es porque durante más de medio siglo los dos países no tuvieron relaciones diplomáticas; también porque los Estados Unidos son el símbolo universal del capitalismo y Cuba sigue siendo socialista; lo es porque con la llegada de Obama a La Habana se marca un precedente de profundas repercusiones en la diplomacia mundial.
También es una visita revolucionaria porque significa un radical cambio de actitud; porque modifica esquemas esenciales en la conducta de un País que a 90 millas de la Isla mantuvo durante diez lustros un recalcitrante desafecto político; porque cambia los comportamientos de una sociedad que se torna insolidaria cuando se trata de juzgar a los países que no están bajo el contexto de los intereses norteamericanos.
Una actitud nueva, democrática, valiosa, que merece aplausos. No solo para el Presidente Obama, sino para su gobierno, los partidos políticos y la sociedad estadounidense, así todos no compartan la corajuda disposición del Comandante en Jefe.
Es el fin de una época demasiado larga. La revolución cubana comenzó hace 57 años con el beneplácito de todos. La derrota de Fulgencio Batista, dictador, atrabiliario, corrupto, fue aplaudida por el propio gobierno americano, que antes lo apoyaba, como respaldó otras satrapías en el continente. Cuando Castro y sus barbudos tomaron el camino del comunismo soviético, la cosa fue a otro precio. La crisis de los cohetes y la invasión a Bahía Cochinos selló la enemistad. Era la guerra fría entre dos sistemas. Cuba fue la punta de lanza del régimen soviético en las propias barbas del Tío Sam. Eso hay que entenderlo.
Cuba resistió con valor y sacrificios. Tuvo de su lado a grandes naciones que le permitieron sobrellevar el bloqueo. Cuando cayó “el telón de acero” las dificultades fueron mayores pero el régimen se sostuvo con compromiso y apoyo popular. Sin entrar en disquisiciones filosóficas ni políticas, que siempre son interesadas, hay que elogiar el coraje cubano para resistir y sobrevivir. ¿El sistema? Es distinto al nuestro, con otros parámetros, ¿quiénes somos para juzgarlo con entera justicia?
Los Estados Unidos son el país más poderoso del mundo, una democracia. Barak Obama es el estadista más poderoso del mundo. Que haya llegado a Cuba después de abrir relaciones diplomáticas, es grande.
También es grande que el pueblo cubano, formado en un ambiente de hostilidad hacia la gran potencia, lo reciba con beneplácito.
El mundo está cambiando, para bien. En Cuba el gobierno de Colombia discute con las Farc un acuerdo de paz que está cerca. En nuestras selvas luchan los descendientes de los guerrilleros que hace 50 años se formaron en la causa guevarista para llevar la revolución a América. No se pudo; no será posible. Ahora solo cabe la paz. Que el abrazo de Raúl Castro con Barak Obama en La Habana sea la mejor señal para la paz de Colombia.
La revolucionaria visita de Obama a Cuba
Lun, 21/03/2016 - 06:12
Es común y hasta ordinario decirlo, pero la visita del Presidente de los Estados Unidos a Cuba es histórica. Lo es porque hace casi un siglo un mandatario norteamericano no pisaba la Isla; lo es por