Con la sagacidad de un estadista, a principios de febrero Enrique Peñalosa buscó a Doña Ana Isabel Hernández, la vendedora de tintos del centro, para pedirle perdón por haberla ignorado. Invitarla a la alcaldía a tomar chocolate fue una jugada maestra del futuro presidente de Colombia que entiende que para llegar a ese cargo se necesita contar con el apoyo de los más vulnerables. Sin ellos, es imposible llegar a ese cargo. Santos, Uribe, Pastrana, Gaviria, todos lo entendieron.
“Estoy muy agradecido de que Isabel haya venido aquí y aceptado nuestras disculpas, de ninguna manera nosotros queremos que haya ningún maltrato a nadie y menos a una mujer trabajadora y humilde", le dijo Enriquito a la señora. Después le dio un abrazo. ¡Que conmovedor!
Ese día, la señora también le ofreció disculpas al alcalde. “Él y yo queremos lo mismo, y es una Bogotá mejor; en eso estamos de acuerdo", dijo. Si algo tienen los pobres, es que saben reconocer sus errores, pensé erradamente en aquella oportunidad.
Doce años de gobierno del Polo Democrático en Bogotá han permitido que la izquierda aprenda que los pobres pueden ser muy útiles en periodos diferentes a la campaña electoral.
Estúpidamente la oposición opina que Enriquito utilizó a Doña Isabel para mejorar su imagen. Cierto no es, pero la izquierda hizo lo mismo: utilizó a la humilde vendedora para atacar al hombre que está tratando de recuperar a Bogotá.
Indigna que los mamertos copien, sin pagar los respectivos derechos de autor, las estrategias que hemos utilizado para conservar desde las altas esferas del poder, la ética, la moral y las buenas costumbres de esta honorable nación republicana.
Mientras Peñalosa abraza, el concejal Hollman Morris entrevista. Este "publicista del terrorismo", como alguna vez lo llamó el eterno presidente de Colombia, doctor, Álvaro Uribe Vélez, publicó una precaria entrevista que le hizo a la pobre vendedora de tintos.
Si los jurados de la academia hubieran visto esa entrevista, estoy seguro que Leonardo Dicaprio no gana el Oscar. Hay que reconocer que Morris hizo tremenda actuación: Ante la cámara, el pseudo periodista puso cara triste, se indignó, se desesperó. Sensaciones que provocaron que Doña Isabel dijera lo que él quería escuchar.
"Peñalosa me utilizó. Lo del abrazo estaba planeado para conveniencia de él. Siento que me utilizaron; ese tal abrazo me ha traído ataques por parte del gremio de vendedores que ahora me atacan y me tratan de peñalosista...no soy ninguna peñalosista", le dijo a Doña Isabel a Morris. (Vea aquí la entrevista (actuación) del concejal progrogresista)
La señora no supo administrar la fama. Cuando alguien es famoso, obvio los periodistas le persiguen, pero a ella eso le pareció constreñimiento. Ellos, los pobres, son fáciles de persuadir y los zorros políticos de la izquierda lo aprovecharon.
"Después de que le reclamé al alcalde y eso salió por los noticieros –me enteré a los días, porque ni televisor tengo–, empezó una perseguidera de un periodista de la Alcaldía. 'Que por favor, que el doctor Peñalosa quiere reunirse con usted, que le va a ayudar, que vaya al despacho'. Mañana y tarde. Pues de tanta insistidera yo fui. Ahora caigo en la cuenta de que tenían planeado lo del tal abrazo, porque casi ni hubo diálogo. Cuando entré al despacho me dijeron “póngase aquí” y había un montón de cámaras. Esas luces incluso me pusieron mal de los ojos".
Una vez más, los excesos de la democracia permiten que vendedores de tintos, de dulces, de lápices y cualquiera artilugio doméstico, mojen prensa.
Nostalgia me da cuando recuerdo que en otrora solo la gente de bien podía tener participación en los medios. Eso permitió que dos o tres familias se alternaran el poder. Eran, sin duda, tiempos mejores.
Ahora cualquier Petro, López, Guzmán o Morris tiene poder de decisión política. ¡Terrible!
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Diego Norea es asesor del Centro de Estudios Ultraconservadores de Colombia, y hace presencia en la vida pública del país desde que fue miembro de las juventudes laureanistas.
La patética entrevista de Hollman Morris a la vendedora de tintos
Vie, 04/03/2016 - 14:29
Con la sagacidad de un estadista, a principios de febrero Enrique Peñalosa buscó a Doña Ana Isabel Hernández, la vendedora de tintos del centro, para pedirle per