Gobernar con buen clima

Dom, 06/03/2016 - 14:26
Hay quienes dicen que no se debe gobernar para las encuestas. Y tienen razón. Hay decisiones públicas impopulares que, aunque dolorosas, resultan necesarias e inevitables. Ocurre casi siempre en mat
Hay quienes dicen que no se debe gobernar para las encuestas. Y tienen razón. Hay decisiones públicas impopulares que, aunque dolorosas, resultan necesarias e inevitables. Ocurre casi siempre en materia fiscal o tributaria. Pero también hay decisiones que en coyunturas concretas no gozan de un amplio respaldo ciudadano y sin embargo merecen la decisión de un gobernante, que debe empeñarse además en buscar la aceptación popular. Ocurre por ejemplo con la escogencia de La Paz, cuando buena parte de la sociedad está embriagada con la fiesta de la guerra. Ejercer el gobierno implica para el gobernante señalar un rumbo deseado para el Estado y la sociedad. Pero ello requiere movilizar recursos, financieros, institucionales y conquistar el respaldo de la opinión pública en favor del camino propuesto. Y es allí donde las mediciones del clima de opinión son útiles en el arte de gobernar. Y donde se requiere una especial destreza para identificar la pertinencia de los anuncios y las decisiones públicas, de tal suerte que no se inmovilice la agenda pública y que tampoco se estimule innecesariamente la animadversión ciudadana. Porque una ira popular pone en entredicho un clima favorable necesario para la ejecución de las decisiones y políticas públicas. No sé si el Alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, y sus asesores más cercanos coincidan con estas apreciaciones. Pero los resultados de la reciente encuesta Gallup son para tener en cuenta. Que el 65% de los encuestados considere que las cosas están empeorando, contra apenas un 26% que cree que está mejorando, indica que sigue imperando el pesimismo entre los bogotanos. Y ello contrasta con los resultados en las otra 4 capitales importantes del país : Medellin 66% mejorando y 29% empeorando, Cali 59% mejorando contra un 35% empeorando, Barranquilla 53% empeorando y 43% mejorando, y Bucaramanga el 59% mejorando y 31% empeorando. Tampoco le va bien a Bogotá respecto a las otras ciudades en la calificación de la gestión de su Alcalde. A la pregunta de cómo califica la forma en que está desempeñando su labor, la encuesta le da a Peñalosa una desaprobación del 61% frente a una aprobación que solo llega al 35%. Mientras tanto, en Medellín Federico Gutiérrez tiene un 78% de aceptación, en Cali Maurice Armitage arranca con un 69% a favor, Alejandro Char tiene un 86% favorable y en Bucaramanga Rodolfo Hernández tiene un 79% positivo. Me dirán que no hay porqué alarmarse. Que el propio Alcalde Peñalosa en su discurso de posesión advirtió que no haría milagros. Que ha decidido gastarse en estos primeros meses todo su capital político con decisiones controvertidas y poco populares. Que arrastra el pesimismo ciudadano heredado de la administración de Gustavo Petro. O que arranca con una situación similar de aceptación a la de su primera Alcaldía, pero que por su talante gerencial cerrará con un amplio respaldo, como en aquella ocasión. En esto último las cifras tampoco dan razón para no preocuparse. El Alcalde pierde consigo mismo. En la misma encuesta Gallup de abril de 1998, la primera realizada empezando su primera administración, el nivel de aprobación de Peñalosa fue del 49% contra un 32% de desaprobación. El único que le gana en calificación negativa en los últimos años es Jaime Castro quien en febrero de 1994 tuvo una desaprobación del 77% contra solo un 12% de aceptación. De resto, todos los Alcaldes anteriores desde que está encuestadora realiza esta medición, presentan mejores registros en los primeros meses de gestión : Mockus 51% de aprobación contra 30% de desaprobación en su primer periodo y 36% de aprobación y una desaprobación del 50%; Lucho Garzón tuvo un 53% de aprobación con 23% de desaprobación, Samuel Moreno 61% de aprobación contra un 16% de desaprobación y Gustavo Petro con aprobación del 48% y una desaprobación del 43%. Ni siquiera los Alcaldes encargados han tenido registros de aceptación tan bajos. Bromberg tuvo el 53% favorable contra el 41% desfavorable y Clara López, en medio del escándalo del Cartel de la Contratación, inició en sus primeros meses con el 54% de aceptación frente a un 24% de desaprobación. Otras hipótesis pueden explicar las cifras de Gallup. La polarización política de la ciudad que aún se mantiene puede estar cansando a una opinión pública que reclama menos peleas y más soluciones, menos retrovisor y más respuestas concretas. Seguramente falta más diálogo ciudadano sobre los propósitos de la Administración. Como dice el profesor mexicano Luis Aguilar: "Existe vida más allá del gobierno" cuando invita a la gobernanza. Y el Alcalde ha casado todas las peleas al tiempo: el Metro elevado, la fusión de los hospitales, la venta de la ETB, la urbanización de la reserva Van Der HAMMEN, los vendedores ambulantes y el espacio público. Y Muchas de esos frentes de confrontación se han abierto innecesariamente, con anuncios convertidos en titulares de prensa y sin tener aún las propuestas estructuradas con el rigor técnico que tales asuntos merecen. Sin ser alarmistas, es aconsejable no despreciar las encuestas. Siempre es mejor gobernar con buen clima de opinión. La reciente experiencia de Petro lo volvió a demostrar.
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