Falcao enloqueció a los turcos. Recepción digna de estrella de rock. No desentonó, también hizo su show. El hambre insatisfecha de triunfo lo lleva al infierno… Así es Estambul, donde aman y rechazan con desenfreno. Deja atrás los placeres de la bucólica Mónaco, donde vivir es de príncipes y magnates. Pero así son los retos, los desafíos del fútbol, los anhelos no cumplidos, especialmente cuando acosa el final de su carrera.
Segundo acto
Neymar, un gambeteador clásico, que prefiere las noches y la farándula al placer de jugar. Cuando ingresa al campo, es artista de saltos y piruetas, para eludir rivales, engañar al árbitro o corromper el juego.
Por su transferencia sin cierre, cifras estrambóticas que erizan, en un mundo deprimido, acorralado por la pobreza, con migrantes en todas partes, sin donde dormir o que comer. Obscenidad pura. Duelo por él, por Neymar, de dueños prepotentes que, forrados en dinero, reducen la fiesta del fútbol a las inmundicias de un mercado ilimite en caprichos ¿A Neymar lo compraría usted?
Tercer acto
James y el siquiatra.
El colmo. Conciliador y amistoso con su entrenador. James en su nueva etapa en Real Madrid, consciente de que solo con profesionalismo sin fisuras llega a la titular. Pero ladran desde Colombia sus contradictores. Afirman que su problema está en la cabeza y no en el soleo, músculo traicionero, que lo inhabilita y frena su carrera. En este mundo loco detrás de la pelota, no faltará aquel, como ocurrió con Maradona, en una de sus crisis, que recomiende encerrarlo en un manicomio. El ídolo se respeta. Y solo desde el conocimiento de su historia clínica, se puede, sobre él, lanzar afirmaciones argumentadas.
Cuarto acto
Manos sucias.
Y Jonathan Fabbro cambió los placeres lujuriosos con la reina del mundial, Larisa Riquelme, con quien comparte lecho, por las frías noches de un penal. De la gloria de la copa con el Once Caldas, a la soledad y la reprobación social por abuso de una menor. Así es el fútbol. ¿Es un circo?