Resistió Colombia el asalto brasileño y a punto estuvo de arrebatarle el resultado. Pero, se excedió en revoluciones con su veloz paso defensa-ataque y, al final, canceló la ambición de victoria, cuando había perdido, en retaguardia, la compostura exhibida en tantos tramos del partido. De juego elaborado, con pausas, poco.
Toque hasta tres cuartos de cancha, sin presencia intimidante en el área. Las vías de gol presentes en la pelota quieta, o en llegadas vertiginosas, especialmente por los costados. Los destellos técnicos de Neymar, influyentes por gol y asistencia, fueron inconstantes, porqué Medina lo anuló por la banda y Barrios al frente fue una escoba.
Fue, aquella, la noche del overol, para correr y empujar porque, aunque hubo por pasajes juego colectivo, este se realizó lejos del área de resolución.
No se vieron los pases filtrados, en los que James es maestro. Tampoco aparecieron las ayudas atacantes; solo por pasajes se notó Zapata, quien desaprovecha la ausencia de Falcao. Quiérase o no, otro gallo canta con James y Falcao en el campo, por su invaluable e influyente poder competitivo, pero se sabe que a Queiroz lo presionan para que busque, sin ellos, alternativas. Muriel, reinventado, pide pista. De nuevo Cuadrado, un gambeteador ególatra, fuera de posición natural, con algunas incursiones ofensivas.
La selección, como dice Pablo Armero, perdió la alegría. Juega a “mil por hora” sin pausas, sin gambetas, sin fiesta que contagie. Es un “ir y venir” frenético, físico, como gusta a los europeos, pero con posesión mediocampista improductiva. “Ir y venir” que no es novedad. Cuantas veces se lo elogiamos a José Pékerman. La pelota manda en nuestro estilo, no la fuerza.
Las giras son como los libros. De todos se aprende.
Colombia y un partido “envenenado”
Lun, 09/09/2019 - 07:21
Resistió Colombia el asalto brasileño y a punto estuvo de arrebatarle el resultado. Pero, se excedió en revoluciones con su veloz paso defensa-ataque y, al final, canceló la ambición de victoria,