Arrivederci Petro

Dom, 29/11/2015 - 17:00
Se va “Gustavito”, el incomprendido al que, según él, las elites no dejaron gobernar; el guerrillero que entregó las armas pero nunca desmovilizó su corazón; el parlamentario de los debates c
Se va “Gustavito”, el incomprendido al que, según él, las elites no dejaron gobernar; el guerrillero que entregó las armas pero nunca desmovilizó su corazón; el parlamentario de los debates contra la corrupción, que resultó ser un fiasco como ejecutor, el alcalde que vive en un universo paralelo en el que Bogotá es una urbe renovada y vanguardista. Todos somos culpables de la debacle, menos Petro. El mundo conspira contra él; los medios manipulan la verdad. Además de terco, mañoso, incompetente y arrogante, es paranoico como el que más. Pues bien, Gustavo Petro deja una ciudad descuadernada, sumida en el caos y la desesperanza. Pero, ¿cómo un senador exitoso se convierte a la postre en un alcalde desastroso? Sencillo: una cosa es hablar paja y echar discursos populistas y demagógicos, y otra bien distinta manejar una capital tan compleja como Bogotá. ¡Qué caro salió el “experimento” Petro! Peñalosa tendrá que dejar la vida en el ruedo, para enderezar los entuertos de su antecesor. Hizo lo que quiso y para él no hubo ni Dios ni ley. Se “pasó por la faja” a todo el mundo, (incluyendo la Procuraduría y la Fiscalía); se saltó la constitución con una garrocha tan grande como el tamaño de su cinismo; vapuleó al Concejo y satanizó a sus contradictores. ¡Ay de quien osara cuestionarlo: su ira santa explotaba como granada de fragmentación y sus perros a sueldo lanzaban dentelladas! Con todo y sus excesos, Gustavo Petro terminará su periodo el próximo 31 de diciembre… ¡Y pensar que por mucho menos hay dos docenas de alcaldes en la cárcel o suspendidos de sus funciones! Pero no hay mal que por bien no venga, o, como dice mi Madre: “Lo mejor es lo que pasa”. Gracias a Petro, nos percatamos de que no hay que improvisar, de que es mejor ir a la segura, votar por gente preparada y con experiencia administrativa, pero, sobre todo, de que nada bueno queda, cuando un gobernante polariza. A eso jugó Gustavo Petro todo el tiempo: a separar, a dividir para reinar (ricos y pobres, buenos y malos, derecha e izquierda, oligarquía y pueblo). Nunca antes un alcalde mayor de Bogotá había sido tan mal calificado: Petro se rajó en todas las asignaturas; no pasó ni el recreo. La cacareada inclusión social con la que se llena la boca no es tal en Bogotá: la erradicación de la desigualdad es directamente proporcional a la construcción de colegios y hospitales, y de esas obras no se vieron en la administración del señor alcalde: de sus promesas de campaña, poco o nada se materializó. Petro jura que va a ser presidente; pero no se angustien, queridos lectores, no hay ninguna opción, no solamente por sus desastrosos resultados al frente del segundo cargo más importante de la Nación, sino además porque es imposible que un político que fundamenta su existencia en el odio, los complejos y el resentimiento llegue a buen puerto. La ñapa I: La ley Natalia Ponce no es un embeleco populista; es una norma que contempla el castigo justo, para un delito abominable. La ñapa II: Ya es hora de que el Senador Horacio Serpa asimile la derrota del Partido Liberal y deje de estar culpando al vicepresidente Vargas Lleras, por sus propios desaciertos. La ñapa III: ¡Qué enredo el del Gobierno con el plebiscito por la paz! Cada día se hace más necesario convocar a una constituyente. Es la única salida jurídica que garantiza la sostenibilidad de los acuerdos en la Habana. La ñapa IV: Por primera vez un gobierno se conduele de la situación de un colombiano detenido en el exterior. La repatriación desde China de un compatriota, es prueba de ello. abdelaespriella@lawyersenterprise.com
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