La presencia de Donald Trump en la Casa Blanca ha supuesto un tsunami político y diplomático que ha pillado a gobiernos y cancillerías de todo el mundo con el pie cambiado, y sin que nadie parezca capaz de cogerle el paso. Y no solo a gobiernos y cancillerías, también a la prensa, al cuarto poder.
En el ámbito de la prensa, sin embargo, se ha abierto últimamente una brecha interesante que podría dar mucho juego y animar el patio en los próximos meses. A raíz de los escándalos sexuales del inquilino de la Casa Blanca, ha hecho presencia en los medios que le tienen ganas a Trump desde que se lanzó como candidato por el partido Republicano, la palabra maldita, aquella que ha puesto a tambalear a más de un presidente norteamericano: impeachment.
La palabreja de difícil traducción a nuestra lengua, viene a ser algo así como “acusación” o “juicio político”. Y también “destitución”. Y es tan inquietante y temible que el gobernante más poderoso del mundo al verla aparecer por primera vez durante su mandato, ha vaticinado una crisis económica mundial si la cosa llega con él hasta las últimas consecuencias. Si tiene que dejar el cargo, vaya.
Las especulaciones sobre un posible juicio político contra Trump han tomado fuerza después de que fuera acusado de comprar el silencio de dos mujeres con las que supuestamente estuvo en la cama. Acusaciones que se suman a la investigación sobre la, también supuesta, interferencia rusa en las últimas elecciones norteamericanas.
Para quienes tenemos ya cierta edad, el término impeachment nos es familiar por haberlo leído y oído hasta el agotamiento la primera vez, durante el proceso que terminó con la destitución de Richard Nixon a raíz del escándalo de Watergate en 1974. Aunque no fue la primera vez que el Congreso norteamericano, que es quien juzga al presidente, haya destituido a un primer mandatario gringo.
El antecedente más lejano se remonta a Andrew Johnson, que ocupó el cargo en 1865 y fue echado a la calle. Y luego Bill Clinton más recientemente, que fue juzgado y absuelto por el escándalo de Mónica Lewinsky, también nos mareó con el impeachment a finales de la década de los 90 del siglo pasado.
Para juzgar a Trump, sin embargo, tiene todavía que correr mucha agua. Todo dependerá de las elecciones legislativas de otoño que decidirán si los republicanos mantienen sus mayorías en el Congreso. Un proceso de este tipo inicia en la Cámara de Representantes si es aprobado por mayoría simple. Y el juicio tiene lugar en el Senado en donde se necesitan dos tercios de los votos para destituir al presidente. Hoy los republicanos controlan la Camara baja y el Senado, aunque no todos sus copartidarios le son leales.
El recientemente fallecido senador republicano John McCain comparó los escándalos que rodean a Trump con el Watergate que le costó la presidencia a Nixon y para muchos analistas políticos, si la Cámara de Representantes llega a estar controlada por los demócratas, no tardarán ni un día en comenzar a redactar los artículos para el impeachment.
Ya veremos. Para comenzar tal redacción se necesita que en el primer mandatario se vean indicios de “traición, soborno u otros crímenes o delitos graves”. Trump parece haber hecho méritos: Según The Washington Post, el presidente estadounidense soltó un promedio de 16 mentiras diarias entre junio y julio de este año, y el prestigioso blog PolitiFact, aseguró que solo el 20 por ciento de las declaraciones de Trump que revisó son ciertas, y que algunas son "fundamentalmente falsas". Pero no se trata sólo de cantidad, sino también de calidad. Muchas de sus mentiras son flagrantes o descomunales: todos recordamos cuando en campaña aseguró que Obama había nacido en Kenia.
La prensa norteamericana, pues, seguramente seguirá “atendiendo” a Trump, aunque él cuenta, todo hay que decirlo, con los escuderos de la cadena Fox de máxima audiencia en Estados Unidos, dispuestos a romper todo tipo de lanzas a favor del mandatario.
En este contexto ha hecho aparición la pareja que nos descubrió el término impeachment a mediados de los años 70 del siglo pasado: Bob Woodward y Carl Bernstein. Sus investigaciones periodísticas sacaron a la luz el robo de documentos en Watergate y el posterior intento de encubrirlo por parte de Richard Nixon; es decir, las mentiras del presidente.
El próximo libro de Woodward se titula Fear: Trump in the White House (Miedo: Trump en la Casa Blanca), el repaso más serio que se haya hecho hasta hoy a los primeros 18 meses de gobierno de Donald Trump.
Bernstein por su lado formó parte del grupo de periodistas de CNN que hace poco reveló que el exabogado de Trump, Michael Cohen, había reconocido que el mandatario norteamericano sabía con antelación de la reunión de su hijo, Donald Trump Jr., con representantes rusos en junio de 2016.
Ambos periodistas andan por arriba de la setentena, tuvieron sus ya lejanos días de gloria y no parece que los haga felices investigar a Trump, pero como los viejos rockeros nunca mueren ahí están nuevamente al pie del cañon. Bernstein ha dicho al periódico The Guardian: “Creo que este es un momento peligroso para Estados Unidos, que tenemos un presidente que no respeta ni el Estado de derecho ni la verdad”. Y encuentra similitudes con Watergate “sobre todo porque parte de la cuestión es el debilitamiento del proceso electoral”.
Todo dependerá de las elecciones norteamericanas de otoño aunque vivimos un tiempo muy diferente a los años 70. Ningún presidente se había atrevido a calificar a la prensa como enemigo del pueblo, como ha hecho Trump. Y el libro de Woodward se inspira en esta terrible declaración del mandatario: “El poder real, ni me atrevo a pronunciar la palabra, es el miedo”.
El pulso entre la prensa y el presidente Donald Trump será, como se dice en Colombia, para alquilar balcón.
Trump y la prensa, la batalla que viene
Sáb, 01/09/2018 - 10:20
La presencia de Donald Trump en la Casa Blanca ha supuesto un tsunami político y diplomático que ha pillado a gobiernos y cancillerías de todo el mundo con el pie cambiado, y sin que nadie parezca