La pedagogía se ha convertido en un culto educacional, en una especie de oráculo que permite saber el futuro del paciente enfermo, que nos promete que sanará sin necesidad que hacer mucho por él, sólo el consultar al oráculo.
La educación colombiana es como aquel gigante mitológico de cuerpo de metal y pies de barro, un gigante que en la teoría parece fuerte, con muslos, torso y brazos indestructibles, pero con pies construidos con materiales deleznables. La pedagogía se ha convertido en un culto educacional, en una especie de oráculo que permite saber el futuro del paciente enfermo, que nos promete que sanará sin necesidad que hacer mucho por él, sólo el consultar al oráculo. Los docentes, que tan mal les va a la hora de las evaluaciones, y en materia de investigación, repiten todo la teoría pedagógica cual dogma de fe: el estudiante es autónomo, el docente sólo es un acompañante. Los estudiantes, contrario a lo dispuesto por la pedagogía, y los dogmas profesorales, están cada vez más alejados de la teoría institucional, son cada vez más la fotografía de la realidad: la educación colombiana es un proyecto fallido. Pero, ¿por qué se muestran tal alejados los docentes y la teoría sobre la educación de la realidad de los estudiantes?
Habrá más de un centenar de respuestas a esta pregunta, teniendo la mayoría de ellas lo financiero, la mala formación de la planta docente y la condición socioeconómica de los estudiantes; sin embargo, queriendo ser un poco más especifico, hablaré sólo del salón de clases, y de cómo la teoría, estudiantes y maestros, asisten al engaño diario que es la educación en Colombia.
El profesor, horas, o días antes de iniciar su clase, llena un formato conocido como ‘preparador de clases’. En el preparador plasma todo lo que hará en el tiempo que dure su cátedra, desde el estándar (frase que señala lo que el estudiante debe aprender), pasando por los indicadores de desempeño (frases que indican si logrará al cien por ciento el estándar, o en qué porcentaje lo aprenderá), hasta llegar a las herramientas usadas, las famosas TICS, y las actividades de afianzamiento para profundizar lo aprendido.
El docente, a la hora de cumplir con su ritual, pocas veces tiene en cuenta al noventa por ciento de sus estudiantes, el profesor se enfoca en un reducido diez por ciento de su clase: los que sí pueden acercarse a lo que el estándar en su papel ha decretado; el otro noventa por ciento no alcanza niveles de lectura aceptables; pero no importa, los docentes pueden repetir los dogmas pedagógicos con tono personal, ese tono que hace sentir que se sabe de lo que se habla. El docente entregará el preparador de clases a su coordinador académico, y éste creará una carpeta que se presentará a los delegados del ministerio cuando llegue la fecha de la visita del ministerio, y así el ministerio sabrá que la institución cumple su deber, que los estándares despegaron del papel.
Por su parte el estudiante saldrá de su casa muy temprano camino al colegio, la mayoría de ellos por cumplir la rutina de todos los días: lo que se debe hacer porque se es adolecente. Llegará y no prestará atención a los dictados que son cada clase, a las lecturas de libros, a escuchar lo que ‘norma’, y otras editoriales, designan que deben Aprender. De entrada el estudiante sabrá que la clase no es para él, y no le interesa, porque ya vendrán las recuperaciones que sabe ganará, sólo le bastará llenarse de información un par de días antes de la prueba, y vomitar en la hoja todo lo engullido en los días anteriores hasta quedar vacío.
Por otra parte la institución tomará la pedagogía y la integrará a su PEI, repitiendo en cada frase, hasta hartarse, las palabras claves, las conformadoras de los dogmas pedagógicos: autonomía, saberes previos, activación de inteligencias, maestros guías; al tiempo que contrata cualquier entidad que traiga una frase o palabra distinta: no importa que diga lo mismo, importa que se escuche diferente, no importa el efecto, importa que se escuche bonito. Los dogmas se le repetirán a los padres de los estudiantes, quienes más preocupados por el aumento del salario, el costo de la canasta familiar, el aumento en las cuentas de servicios púbicos, asentirá a todo lo que le dicen, él sólo quiere que le ajuicien ese hijo para el que no tiene tiempo.
El colegio amenazará a los estudiantes, utilizando a los profesores, con las pruebas ICFES, pruebas que serán tan importantes, que para los grados a evaluar anualmente: tercero, quinto, noveno y once; no se aceptarán estudiantes nuevos, teniendo como argumento: no podemos dejar que nos estrellen el promedio. Los estudiantes entienden el juego que les propone la institución, saben que su colegio se preocupa más por el promedio que arrojarán las pruebas de estado, que por su formación rumbo a la educación superior. Uno o dos años de las pruebas Saber 11 a la institución llegarán las empresas, que como Elmer Pardo, se dedican a preparar a los estudiantes para la prueba ICFES, vendrán a tapar los huecos cognoscitivos que los años de primaria y bachillerato han dejado en los estudiantes. El juego entre las instituciones y las empresas que se dedican a “formar” para las pruebas Saber 11 es bien entendido por los estudiantes, sabe que esos años de primaria y bachillerato los puede aprobar dando poco de sí, pues antes de las pruebas se les dará un curso de primaria y bachillerato acelerado.
Así, detalles más, detalles menos, es el panorama a nivel nacional de la educación, donde cada uno de los elementos: estudiantes, pedagogía e institución, viven en un mundo propio, alejado de las necesidades del otro, problema agudizado por políticas de estado que más que la creación de un camino, propone pautas impostadas y resultados sin importar el costo.
La educación en Colombia, un proyecto fallido
Sáb, 15/02/2014 - 07:00
La pedagogía se ha convertido en un culto educacional, en una especie de oráculo que permite saber el futuro del paciente enfermo, que nos promete que sanará sin necesidad que hacer mucho por él,