Corría 1984, una época compleja en Colombia, en la que el narcotráfico permeaba con sus escabrosas garras en lo más profundo de la sociedad. Un país en el que el dolor crecía día a día y la muerte se paseaba a sus anchas dejando sus huellas en una tierra que no veía esperanza alguna.
Ese fue el difícil panorama que encontró Rubén Di Pietro al pisar por primera vez el sufrido suelo colombiano. Un argentino que llegó con más incertidumbres que certezas a este país ávido de esperanza, pero con gente de corazón noble y bueno; una tierra que nunca ha dejado luego de 40 años.
Quizá jamás hubiera pensado que la mayoría de su vida transcurriera en el país cafetero, para convertirse en el maestro de los grandes actores y referentes de las artes escénicas en Colombia.
Ruben Di Pietro conversó con KienyKe.com, sobre sus 60 años de trayectoria artística, su vida por las artes y el amor por la patria colombiana.
Vocación
Tucumán, tierra que emerge en el noroeste argentino, vio nacer a Rubén, un hombre que encontró en las artes su definición de vida, esencia y la oportunidad de recorrer el mundo; explorando diversas culturas, comunidades y expresiones artísticas.
Estudió física y química por un gusto especial hacia las matemáticas pero el encanto misterioso e incomprendido que ofrece el arte lo sedujo. No quedaba mucho para graduarse como físico, cuando tomó la determinación de dejar eso a un lado y seguir su pasión. Empacó maletas y cuyo equipaje cargado de sueños, lo llevó a dejar su natal Tucumán con la convicción de conquistar la ciudad de Buenos Aires, en unos años sesenta que marcaban un legado.
“Eran unos años en los que: haz el amor, no hagas guerra… hicimos el amor; fue divertido”, expresó Rubén Di Pietro a KienyKe.com.
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Convicción
En la gran capital encauza sus esfuerzos por las artes escénicas, de allí vuelve a su natal Tucumán por ocho meses, en los que dirige su primer grupo teatral. Sin embargo, su próximo destino lo lleva a descubrir la fría Europa oriental, aterrizando en Polonia, país cuya formación teatral es muy destacada.
“Llegué por una beca a Polonia a estudiar Dirección Teatral, encontrando a la persona más importante de mi vida y la maestra más importante de mi vida que es Danuta Lovitska, una mujer que me forma y me enseñó a amar el idioma polaco y de sus enseñanzas heredé”, afirma.
Ese paso fue fundamental para su vida, a pesar del idioma, el frío, y una cultura totalmente distinta, pudo adaptarse. Además, su país empezaba a vivir la etapa oscura de la dictadura, por ende le recomendaron no regresar, y más estando en una república socialista como lo era Polonia en aquella época.
Pese a ello, sintió nostalgia por su patria y regresó, pero estallaba la Guerra de las Malvinas, y aquellos hombres menores de 40 años solteros tenían que pelear en aquel conflicto. La violencia nunca fue parte de su ser y regresó a Europa; Suecia lo adoptó y allí iniciaba un nuevo camino. “La palabra guerra me irrita, me parece un negocio y eso no va conmigo”, dijo.
Sin embargo, estando en Suecia encontró un aviso por el periódico en el que una ONG requería un profesor de teatro en Bogotá. Le sonó la idea, presentó el concurso y pasó. Algunos colombianos residentes en el país nórdico no comprendían el hecho que emprendiera su vida en la capital colombiana.
“Ellos me decían: “¿Usted qué va a hacer en Bogotá? es la ciudad de las tres F: fea, fría y fétida”, cuenta entre risas.
Pese a ello, recaló en Ciudad Bolívar, una de las localidades más complejas y difíciles de la capital colombiana. Fue un impacto muy fuerte llegar a unas calles en las que encontraba todo tipo de problemáticas sociales, pero venía con la gran convicción de transmitir su arte a este país, dejando una consecuencia: amar a Colombia.
“Lo que enamora de este país es la gente; y como dijo Vladdo el caricaturista: “Lo mejor de este país es la gente y lo peor de este país es la gente”. Acá hay un calor humano que no lo hay en otra parte del mundo. Colombia tiene cosas que son muy difíciles de entender, como la multiculturalidad, aquí no hay una nación, acá hay un mosaico de regiones y eso es muy valioso. Poco a poco fui conociendo y fui haciendo mis raíces”, afirmó.
“Colombia es mi país y aquí he hecho mi vida”
Amor
Colombia se adentró en su vida, en la que también despertaba una conciencia social muy fuerte; detalló la pobreza que afectaba a muchos, especialmente en los niños, tanto así que adoptó a tres pequeños afrodescendientes, a quienes conoció en un viaje por la costa caribe. Rubén se convirtió en padre de nuevo - ya contaba con una hija propia - sin duda, un momento que llenó su alma y corazón.
“Todo empezó en un viaje que hice con una compañía de teatro a San Bernardo del Viento; en el hotel en donde estaba, había un niño muy alegre, al que todos los extranjeros lo adoraban y jugaban con él. Entonces yo un día le dije a la mamá como en broma: “¿por qué no me regala a Jeison?”, y ella me responde: “¿por qué no se lleva a Paola?”, y Paola era la hermanita que tenía un año más. Yo dije: “sí”, y bueno, adopté a Paola. Me tocó ser papá y mamá durante 15 años”, recuerda.
Años después Rubén adoptó a los hermanos de Paola, que sin duda, le cambió la vida a estos pequeños a los que les brindó amor, cariño y valores. Hoy en día son personas que optaron por caminos que los condujo a Europa a desarrollar sus vidas.
Di Pietro Tuvo una vida agitada por sus trasegares del arte escénico, ha viajado por el mundo, y quizá sus amores fueron intensos. Hace mucho tiempo no comparte su vida con una pareja, ya que prefiere y considera tener una vida más pausada y tranquila, y más en su ahora etapa de abuelo.
“Hace 33 años no tengo pareja; tuve cuatro grandes parejas: una en Argentina, otra en Polonia, otra en Suecia y otra en Colombia. Nunca más he vuelto a tener una relación estable… como que uno se calma y no quiere problemas ni discusiones”, dijo entre risas.
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El maestro
60 años como artista, 40 de ellos en Colombia, en los que se ha forjado como el gran maestro de las artes escénicas en el país. Su método de formación ha hecho que bajo su mano y sabiduría ha gestado a las grandes figuras del teatro cine y televisión nacionales como: Ramiro Meneses, Robinson Díaz, Alejandra Borrero, Andrés Sandoval, Fernando Arévalo, Mario Jurado, Tao Sierra, Claudio Cataño, Aldemar Correa, entre otros.
Una de sus destacadas estudiantes es Catalina Sandino, única actriz colombiana nominada al premio Óscar como “Mejor Actriz Protagónica" en 2004, y ganadora del premio Oso de Plata en el festival de cine de Berlín, por su interpretación en la película ‘María llena eres de gracia’. Sin duda, es un capítulo especial para Rubén, en el que este reconocimiento también lo siente como propio y una sensación especial.
“Catalina hizo un gran trabajo ahí. Yo la conozco muy bien y sé dónde puede estar un mínimo de error en su interpretación… pero lo que ella hizo fue magnífico”, comenta.
Esta escena de su vida marca la estirpe de su trabajo en la que basa su método la confrontación del actor consigo mismo, la identificación de sus virtudes y falencias. Para lograr este objetivo, Di Pietro usa 'manos de seda, pero con guantes de hierro'. Un particular tipo de carácter que detalla su exigencia al transmitir sus conocimientos y secretos.
“Yo siempre he dicho: hagamos las cosas a la europea, con rigurosidad y sigo en lo mismo. Para alguna gente yo tengo fama de malo, fama de gruñón y yo te digo sinceramente ¡soy un pan de Dios!... suena algo cursi, pero mi método se basa en el amor”, afirma.
Si bien lleva 50 años dedicado a la docencia, la construcción de su método retoma vivencias personales de su infancia, adolescencia y juventud. Cabe recordar que su acercamiento con el arte fue gracias a la formación musical desde los cuatro años de edad hasta su adolescencia, siempre interesado por el acercamiento a la lectura de la partitura, de ahí las bases para formar y formarse como actor.
“Cuatro cosas se necesitan para este oficio: gran inteligencia para ver la vida como es, sin prejuicios morales; exquisita sensibilidad; férrea disciplina y autoaceptación de la identidad física, psíquica, social y sexual. Uno debe amarse a sí mismo para ser actor”, confiesa.
Actualmente continúa dedicado a la docencia a través de talleres cortos y cursos tradicionales de larga duración; también siendo coach para la preparación de personajes; dirigiendo montajes estudiantiles y profesionales. Cuenta con su propia academia de actuación en la nueva sede del Teatro de Cámara en La Calera, que ha sido bautizada con el nombre de Ítaka, la isla relacionada con Ulises en la novela griega ‘La odisea’, a la que es tan difícil llegar.
“Si no hay disciplina, no hay resultados”, es la filosofía de Rubén Di Pietro hacia su método de formación.
Futuro
A sus 74 años ha tenido un recorrido de vida importante, cuyo legado ha dejado huella en el espectro artístico colombiano. Vivencias hechas a punta de aventuras que son dignas de cualquier guión escénico.
Considera que cuenta con una muy buena salud, no le teme a la muerte, y asume de buena forma todo lo que se vislumbra en vejez, sin embargo, comienza a reflexionar en ello, y más, al ver que varios amigos y compañeros han dejado este plano terrenal, incluso, siendo más jóvenes que él.
“Lo que salva del deterioro de la vejez, es el trabajo… lo peor es estar tirado en una cama y sufrís”, relata.
Cree estar curado del ‘mal de amores’, ya que su corazón dio virajes importantes, y esas aventuras amorosas llenas de locura y uno que otro desenfreno quedaron atrás, aunque se dio cuenta que el fuego aún sigue encendido.
“Yo había perdido todo interés, ya no más, no sentía nada… y después de la pandemia, empecé a sentir que aún seguía vivo por allá abajo; obviamente ya sin las locuras del pasado”, cuenta entre risas.
Cree que el futuro es un poco difícil por tanto cambio tan vertiginoso que acarrea el mundo. Vive tranquilo en el municipio de La Calera y está considerando instalar un teatro de cámara en Bogotá. Ese amor y la chispa abrumadora por las artes escénicas, nunca se apagará en su ser.
Rubén Di Pietro, un hombre lleno de historias, talento y miedos, que ha roto su coraza para llegar al corazón de sus dirigidos revelando los secretos del arte para convertirlos en grandes actores, y más que eso, en magníficas personas que bajo la mano de este argentino tan colombiano, han actuado en las escenas doradas y gloriosas de la actuación en Colombia.