Los miembros de los carteles suelen ser vistos como seres que solo saben de violencia, pero el cineasta Eduardo Giralt Brun documentó qué sucede más allá de las armas. En su más reciente trabajo, llamado Los Plebes, encontró un hilo conductor: los jóvenes del narco mexicano también son millennials.
"Les dijimos: "queremos filmar su tiempo libre, queremos humanizarlos, todo el mundo dice allá afuera que ustedes son unos asesinos seriales, unas máquinas de matar, que lo único que hacen todo el día es matar gente y queremos mostrar que ustedes son chamos y son millennials", dijo el director.
Según contó, la propuesta les gustó porque la intención era" filmarlos siendo ellos mismo, no trabajando sino en su tiempo libre, lo trivial, lo que hacen cuando no están matando o delinquiendo".
Giralt Brun habla con acento de Caracas, la ciudad donde creció, pero dice estar en desacuerdo cuando se refieren a él como cineasta venezolano.
"En mi casa jamás se hacía una arepa", dice. También explica que su padre es cubano, su madre es uruguaya y él nació en Miami, así que, aunque se crio en Venezuela le resulta difícil explicar de dónde viene.
Lo que tiene claro es que su interés por la violencia tiene su raíz en Caracas, una ciudad intrínsecamente asociada con esa palabra.
A los 19 años comenzó a apasionarle el cine y en la búsqueda del camino hacia la expresión cinematográfica sus pasos lo llevaron a Estados Unidos, luego a Uruguay y finalmente a México.
Los débiles
En el país norteamericano, donde el narcotráfico ha modificado la vida de la población, especialmente en zonas rurales cercanas a la frontera con Estados Unidos, Giralt Brun encontró la inspiración para sus últimos dos trabajos, "Los Débiles" y "Los Plebes".
"En 2015 fui a Sinaloa y sentí una vibra muy venezolana. Un amigo (Raúl Rico, codirector) me invitó a recorrer las afueras, porque quería escribir una historia y tenía el título: Los Débiles", recordó.
Recorriendo las afueras de Mazatlán, Giralt Brun encontró que "todos los pobladores tienen historias de violencia de familiares desaparecidos, asesinados, o una bala encajada en la cadera. Es una atmósfera pesada, hay mucha tensión, la gente no está relajada".
El casting para los personajes de Los Débiles lo realizó entre los pobladores, con la propuesta de que actuaran en base a su realidad, respecto a esa tensión que ellos sintieron al ser foráneos y llegar a la zona.
"La hicimos con 10.000 dólares y nadie creía en ella, me deprimí mucho hasta que una francesa (Lucero Garzón) la vio y le pareció que tenía mucho potencial. De pronto nos llama y nos cuenta que quedó en el Festival de Berlín. No lo podía creer. Ahí empezó un salto en mi carrera, porque a la gente le gustaron mucho los rostros y el director Julio Hernández Cordón, me pidió apoyarlo con el casting en el estado mexicano de Sonora", agregó.
Chicos del narco
A partir de ese momento, el cineasta participó en otros proyectos en los que su trabajo era conseguir a personas que no fuesen actores para participar en películas, como en Cómprame un revolver, de Hernández Cordón, y Mano de obra, de David Zonana.
Posteriormente recibió la llamada de otro director que quería hacer una película basada en el concepto del filme brasileño Ciudad de Dios, pero en el que el tema central sería el robo de un banco perpetrado por niños y adolescentes.
"Recorrí casi toda Sinaloa, mucho más que en mi primera película, hasta que comenzaron a llegar jóvenes con radios y armas, porque se enteraron de que haría una película del robo a un banco, y me pidieron que los dejara hacer el casting. Eran los que mejor lo hacían, inclusive uno hizo un papel con un mapa, y era un robo literalmente, una mezcla de realidad y fantasía que me sorprendió", contó.
Si bien el proyecto no se concretó, esta experiencia le sirvió a Giralt Brun para aproximarse a jóvenes que están involucrados directamente con la violencia, y al observar su comportamiento, su vida al otro lado de las armas, decidió proponerles hacer un largometraje en el que su vida fuera la historia principal.
"Habíamos anotado como 20 escenas que queríamos grabar de lo que habíamos hablado con ellos, jugando videojuegos, viendo una película con su novia, yendo a bailar, otro producía música en su tiempo libre con computadora, a otro le gustaba jugar vóleibol", explicó.
Grabación con celular
El cineasta, junto a su compañero Emmanuel Massu, consiguió el apoyo de las productoras Cine Buro y Río Azul y consiguió dos teléfonos con buena calidad para filmar. Así comenzó lo que se tradujo en 50 horas de grabación, un año de edición y unos tres meses de post producción.
Giralt Brun dijo que le hubiese gustado grabar el documental con una cámara profesional, aunque reconoció que utilizar un celular le permitió conectarse más con los chicos, que están acostumbrados a filmarse como cualquier otro joven.
"Quizá hacerlo con una cámara en lugar de con un celular hubiese abierto muchas más puertas, es fácil decirlo ahora, pero siento que eso nos ayudó a que los chamos se abrieran más rápido, porque están acostumbrados a filmar todo con celular. Por momentos se les olvidaba que estaba ahí, quizá con una cámara no nos hubieran dado acceso", apuntó.
El único rostro visible en el filme es el de La Vagancia, el actor principal, a quien se ve compartir con su perro, cuidarlo, acariciarlo, hablarle con ternura, al tiempo que pone a un lado de su cama un fusil AR-15, con tanta naturalidad como si se quitara un accesorio de su atuendo.
Habitualmente cuando se hacen películas, series o se recrean documentales sobre el mundo narco, se muestra a hombres robustos, fuertes, así como lujo y opulencia. Sin embargo, lo que Giralt Brun muestra en su trabajo es diferente, son jóvenes que viven en casas sencillas, con piso de tierra, absorbidos por un entorno violento.
El objetivo de "Los Plebes", enfatizó su director y guionista, es humanizarlos, al punto que el rostro de todos los actores, con excepción de La Vagancia, está cubierto por una especie de pantalla que deja librado a la interpretación del espectador cuáles son sus facciones y brinda un mensaje claro: cualquier joven podría estar detrás.
Por: Magda Gibelli Sánchez / Sputnik