El amor es un sentimiento que se expresa entre los seres humanos, generando una serie de actitudes y formas de comportarse sin más interés que el merecimiento mutuo nacido de la confianza, el gusto, la comprensión y la incondicionalidad. Asimismo, este sentimiento no pertenece únicamente a las personas, sino también se presenta en otros seres que pueden desarrollar un vínculo emocional compartido, como por ejemplo, los animales.
El amor también se puede manifestar de diversas maneras y hacia otras personas que no necesariamente son la pareja, como el amor hacia un familiar, un amigo, una mascota e incluso al trabajo, a un líder político, un grupo social, un equipo de fútbol y a los
hobbies más personales, siendo el amor propio el principal amor que debemos desarrollar, pues la dignidad y el autoestima, son las bases para construir una relación de pareja, libre de apegos y dependencias afectivas. Lo anterior, teniendo en cuenta que las emociones, el instinto, la inteligencia y el sexo, no se pueden dividir, ya que, somos seres integrales en busca de identidad y complementariedad.
En esencia, el hombre ha recibido su temperamento de la naturaleza, el cual antes del sentimiento del amor fue el de la pasión y este se contrasta con los principios morales de la vida natural. Según Giulia Sissa, filósofa italiana, historiadora y antropóloga, especialista en feminismo y sexualidad, explica que: “los primitivos no hacen nada malo, porque no saben lo que es el bien, como también lo exponía Santo Tomás de Aquino.
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Para él, el amor es movimiento orientado hacia una meta, esa meta es hacia el bien y la sexualidad debe culminar en el gozo profundo del otro en su totalidad, no desde el instinto, sino desde el constructo mental de la idea del amor. De modo que lo físico, es un deseo que impulsa el sexo para unirse de forma natural al otro, la moral por el contrario, es lo que determina ese deseo fijándolo en un solo objetivo: convertirse en un objeto de deseo “exclusivo” de la pareja, intentando controlar los impulsos hacia otras personas fuera del contexto de unicidad en pareja”.
No es difícil observar que la “moral del amor” es más un sentimiento idealista que real, proveniente de la costumbre e intereses de la sociedad, basado en el merecimiento y la lucha del hombre para alcanzar y hacerlos propios, pues al conquistar la belleza de la mujer a nivel más exterior que interior, hace que se sientan admirados y reconocidos entre los demás. Estos son algunos de los factores que “condicionan al amor”, debilitando su espontaneidad natural. Recordemos que el amor real es algo que “sucede” y no que se analiza y mucho menos se domina.
https://www.youtube.com/watch?v=bAiaLcuZsP8&feature=youtu.be
“Cuando la pareja y sus nuevas circunstancias se encontraron viviendo juntos, aprendieron a comparar las cosas y a compararse ellos mismos con otros seres vivos. Al descubrir la comparación, percibieron que los seres pueden tener cualidades diferentes: hay de más y de menos; mejores y peores. Ellos comenzaron a tener preferencias. La inteligencia lleva al gusto, el gusto a la predilección; la predilección al apego y el apego a los celos”. Según esta teoría de la escritora e historiadora Giulia Sissa, la invención del amor apagó el instinto y distorsionó la pasión natural.
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Origen de la infidelidad
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Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption]
La infidelidad es una experiencia que ha acompañado al ser humano en su evolución a lo largo de la historia, pues desde el punto de vista biológico actúa como un mecanismo ante la necesidad de tener varias parejas para la conservación de la especie, instinto que ha sido regulado e incluso castigado por las estructuras sociales occidentales, que moldean y reprimen los comportamientos, a través de unas normas morales que guían las acciones de los individuos.
En el fondo, el hombre no es fiel por naturaleza sino por elección. Así lo afirma el célebre filósofo, sociólogo y psicólogo alemán Erich Fromm (1900 – 1980), que dedicó su vida al estudio de diferentes fenómenos sociales entre ellos la infidelidad, remitiéndose al origen religioso cuando Adán y Eva comen del fruto prohibido del árbol “del bien y del mal”. El sorprendente giro se da, cuando Adán en lugar de asumir la responsabilidad de sus actos, hábilmente señala a Eva sin tratar de defenderla, sacando a relucir la vergüenza, la angustia y la culpa que hasta el día de hoy sigue rondando en el inconsciente colectivo: la sensación de estar separado del otro y de todo.
Por esta razón, el ser humano en vano ha intentado llenar los vacíos interiores creyendo que el “amor” es un refugio para la soledad, el dolor y la frustración, en donde se proyecta en el otro una especie de salvación ante la agonía de entrar en contacto con la historia personal de cada uno y encontrar respuestas que alivien de raíz el alma.
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La infidelidad es una forma infantil de huir ante el compromiso de tomar acciones sobre nuestra existencia, convirtiendo al amor en una herramienta como vía de escape y no como un medio para encontrar la verdad, en donde la finalidad es un compañerismo basado en la reciprocidad y la autenticidad de poder ser, y no un comodín de entretenimiento ante la incapacidad de afrontar la realidad.
De ahí que los amantes no aman el objeto real, es decir, la esencia misma de la persona, por el contrario, recrean ágilmente cualidades de lo que debería ser, evocando dimensiones imaginarias de un amor romántico, eterno e idílico que embriaga y llena los sentidos, pero que aumenta paulatinamente la sensación de estar cada vez más separado y menos compenetrado en la búsqueda de hallar al fin, un poco de satisfacción, paz y tranquilidad.
La infidelidad masculina
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Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption]
Durante muchos años, en mi calidad de terapeuta y
coach de vida, he sido consultado por numerosas parejas víctimas de la infidelidad, los celos, la obsesión, la venganza y las estrategias de manipulación y control, entre otros conflictos que deterioran sus relaciones. En el caso de la infidelidad, hombres y mujeres, engañan por igual, pero con móviles distintos.
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En este artículo, me referiré específicamente a las causas de la infidelidad masculina complementando una segunda entrega con los motivos de la infidelidad femenina, con el propósito de prevenir esta tóxica situación que podría destruir la relación en la pareja. De ahí la importancia de concientizarnos de el por qué y el para qué de la infidelidad masculina, con el fin de tomar medidas a tiempo si lo que se pretende es estabilizar y salvar el vínculo afectivo.
Algunos hombres por naturaleza, tienen necesidad de tener experiencias diferentes, excitantes, desafiantes y prohibidas, pues les encanta enfrentarse a nuevos retos que generen adrenalina y estrés. Sienten un impulso de conquistar a las mujeres para sentirse deseados, puesto que los patrones de comportamiento disfuncionales son similares a los que observaron en su núcleo familiar.
Por lo tanto, el temor al compromiso los angustia y desespera, ya que, inconscientemente saben que no son capaces de cumplirlo, buscando la excusa en los defectos de su pareja para poder evadirse, como hacen los adictos de una realidad vacía y dolorosa. Ante esta crisis existencial, prima en ellos los sentimientos de abandono, soledad y tristeza, aún teniendo pareja estable y permanente.
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Como “hombres” ceden a la presión social y a su grupo de amigos, quienes le transmiten el mensaje (reforzado por algunos medios publicitarios) que “se es más hombre si se tiene a más mujeres” y que al tener solo una mujer, entregan toda su “masculinidad” y terminan convirtiéndose en el “hijo” de su esposa.
Al hombre infiel le es difícil decir ¡No!, ante una oportunidad de sexo casual, pues es incapaz de asumir un compromiso y tampoco le importa el respeto hacia su pareja. Por el contrario, es natural en él, tener varias mujeres debido a que nada le basta ni es suficiente para calmar su ansiedad existencial, intensificando su trabajo para obtener mayor poder y reconocimiento económico, emocional y sexual. Como no ha identificado sus heridas de infancia ni tampoco ha aceptado su problema de fondo, busca en la adicción sexual y en las relaciones románticas, una salida temporal para aliviar estos vacíos emocionales.
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Foto: Cortesía Armando Martí.[/caption]
En otros casos, la infidelidad es disparada por los celos excesivos de su pareja, la crisis existencial de alguno de ellos (no saber quiénes son ni qué es lo que en realidad quieren), la falta de atención y reconocimiento, sentirse inferior a su pareja por ganar menos dinero que ella, lo que le resta identidad y liderazgo masculino, el cual se agrava cuando su pareja le a hecho sentir que no es un buen amante.
Como consecuencia de este señalamiento, el hombre buscará probar su masculinidad con otras mujeres especialmente más jóvenes, para representar el papel de guía y protector con ellas, como un acto de defensa al deterioro de su relación anterior. Debido a que se dejaron dominar por su pareja para que pensara y actuara como ella quería, la represión emocional hace que se pierda la comunicación, diciendo y sosteniendo mentiras para fingir una “armonía” basada en el resentimiento y el desquite.
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Estos hombres infieles disfrazan sus complejos de inferioridad convirtiéndose en conquistadores, acosadores laborales y en casos más graves, pueden llegar a cometer violaciones y abusos sexuales. El hombre infiel, en su fondo más destructivo termina por negociar los pocos valores que le quedan para sobrellevar la vida, a cambio de experiencias íntimas y peligrosas induciendo a su propia pareja a que realice tríos, intercambios de parejas y orgías en los llamados Club
Swinger, exponiéndose ambos a enfermedades de trasmisión sexual que pueden conllevar a la muerte de uno o de ambos miembros. Lo más triste de esta situación, es que se disfraza de “libertad” y “complicidad”, cuando en realidad el móvil es la venganza, el daño y la destrucción.
Prevenir será siempre la mejor forma de evitar lamentarse. Actualmente existen grupos de apoyo de 12 pasos y excelentes profesionales de la psiquiatría, la psicología y la asesoría para intervención en Coaching, así como también, consejeros espirituales idóneos que pueden apoyar y orientar la debida rehabilitación para salvar la relación de pareja.
Finalmente como lo señaló en mi más reciente libro Viajero Interior: Un camino simple hacia la serenidad personal: “Una relación de pareja auténtica comienza desnudando el alma, mostrando la luz y la oscuridad que habitan en cada uno, el peor de los pecados es no ser feliz, por eso hay que conectarse desde el corazón y seguir los instintos naturales para gozar el regalo de Dios, es decir, nuestra libertad consciente y voluntaria”.
https://www.youtube.com/watch?v=UJQgJFF6SOY&feature=youtu.be