Mi hija de 12 años, Audrey, me dijo hace poco en una de nuestras muchas caminatas por el vecindario que nunca olvidaría esta pandemia y que nunca volverá a dar por sentada la posibilidad de invitar a sus amigas a la casa, visitar a otros familiares o volver a abrazar a sus abuelos. Pero se preguntaba si la gente realmente vivirá con una nueva apreciación de las cosas. Con el tiempo, ¿se nos olvidará? ¿Los abrazos o saludos de mano volverán a ser habituales?
“Escribe lo que sientes”, sugerí. “Anótalo para que tu futuro yo lo recuerde”.
Audrey era apenas una niña pequeña dando sus primeros pasos cuando su padre —mi esposo— murió a los 33 años. Aprendí que se requiere intención, trabajo duro y mucha esperanza para superar el duelo con un nuevo espíritu de conciencia.
Vivir esa experiencia no me otorgó al instante una apreciación duradera por la vida que de otra manera no habría tenido. Descubrí que la sabiduría no es una secuela garantizada de perder a un ser querido, o un empleo, o de ya no sentirse normales, como ha sucedido durante esta pandemia. En mi caso, para crecer necesité de mucha reflexión e introspección, es por eso que le sugerí a mi hija que escribiera lo que sentía.
Al día siguiente, vi esta carta en su escritorio, en la que se insistía a sí misma leerla en el futuro y recordara lo que es importante en la vida. Quise preguntarle sobre ella.
“Abre el 31 de diciembre o en Año Nuevo, cuando comiences en la preparatoria o incluso tercero de secundaria”, escribió.
A continuación está toda la carta, y con gusto me dio permiso para que la publicara, con la esperanza de inspirar a otros. A medida que comenzamos a ver una luz al final del túnel gracias a la aprobación de la vacuna, quizá valga la pena que otras personas también escriban sus propias cartas.
Querida Audrey:
Ya estás mucho más grande, y ojalá seas más sabia, aunque a veces parece que no. Seguro ya te olvidaste de mí.
Soy una niña de 12 años que tiene problemas de ansiedad, odia el aprendizaje a distancia, vive en esta pesadilla de pandemia… la lista es interminable. ¿Te suena?
Como sea, tal vez en la época en la que vives existen las máquinas del tiempo, pero ahora no, así que la segunda opción es esta: te estoy escribiendo una carta con la esperanza de que la leas cada año el 31 de diciembre, o en Año Nuevo.
Vengo del 2020 para recordarte que no se te olvide. Estoy sentada en mi cama, con lágrimas en los cachetes de una pelea con mi mamá (la quiero más que a nada y nadie, pero hemos estado mucho tiempo encerradas), y estoy consciente de los cubrebocas azul claro que están colgados en los ganchos junto a la puerta de la cocina. De cierta manera parece que todavía es marzo, cuando empezó esta locura. Ya estoy harta.
Te ruego que te acuerdes. No pude pasar el Día de Acción de Gracias con mis queridos abuelos, aunque llevaba tanto esperando poder estar normal con ellos y reunirnos. Ahora parece que tampoco podré pasar la Navidad con ellos como siempre. En Estados Unidos (donde yo vivo), las cifras del coronavirus son más altas que nunca. Estoy esperando un milagro de Navidad y voy a rezar para que así sea, pero tengo mis dudas porque esperaba un milagro de Pascua y no ocurrió.
Me está costando trabajo y haría lo que fuera por salir del 2020 y de esta pandemia, ver a mis amigos y familia como siempre. Tú sí puedes hacer eso. Tú tienes lo que yo tanto quiero. Así que, por favor, te pido que disfrutes tu vida, a tus amigos, a tu familia y tus experiencias.
Recuerda, todo es remplazable y no tiene importancia, pero las personas son lo único que de verdad importa en este mundo moderno.
Ama tu vida, y vive este año con alegría.
Atentamente,
Tú, a los 12, Audrey en el 2020, el año de la pandemia.
Por: Julia Cho / The New York Times