He estado durante muchas horas tratando de escribir estas líneas, pero me ha costado mucho. Tal vez lo prematuro aun de la partida de Édgar mantenga ese shock de la noticia y me nuble al redactar, pero he hecho el ejercicio de recordarlo toda la tarde y solo se me vienen a la memoria recuerdos de alegría y felicidad alrededor de una fraternal y cercana conversa.
Y es que así fue el Édgar que yo conocí; espontáneo, con un humor único y natural, bueno con la palabra, regular con el baile, absolutamente caballero con su amada Pachela y siempre atento a lo que ocurriera en su entorno familiar y al de sus amigos próximos.
Con este especial digital KienyKe.com le rinde un homenaje a Édgar Artunduaga, quien fue amigo entrañable de esta casa editorial, en la que ejerció como columnista, miembro del consejo editorial y vicepresidente de contenidos. Navegue y conozca un poco más del hombre, del amigo y del periodista que dejó huella en los medios de comunicación de Colombia.
Como uno de esos amigos, recibí consejos inolvidables, recibí un abrazo cálido en cada encuentro, compartimos libros, tomamos vinos en su apartamento cuando fuimos vecinos y nos encontrábamos con frecuencia para un café en nuestra sede (el Zukerino de la 90), éramos compañeros de fiestas y nos turnábamos las recogidas para ir donde nuestros queridos Carlos y Adriana, recibí el afecto de su esposa y de igual manera Mimi, mi esposa, también recibió ese cariño sincero de nuestros queridos Édgar y Pachelita.
Mi consuelo en esto, es no haberme quedado con nada, él sabe que lo aprecio porque se lo dije, él fue testigo de mi respeto y del valor que siempre le di a su sincera amistad, él sabe que de parte nuestra Pachela siempre tendrá mucho cariño y es parte absoluta de nuestra familia, igualmente me quedo con sus enseñanzas y con la sonrisa y alegría que sintió cuando supo qué con mi esposa íbamos a ser papás por primera vez: ese abrazo sincero y ese “serán los mejores papás” nunca lo olvidaremos y a mi hija siempre le hablaré de mi gran amigo Édgar y de todo lo que me enseñó.
Viaja en paz osito y con la satisfacción del deber cumplido. Sube al cielo con la tranquilidad de que aquí dijiste todo lo que se tenía que decir y trataste de no quedarte con nada. Siempre te recordaremos y siempre te extrañaremos.
Gracias por tu tiempo, ve con Dios amigo.
Por: José Marulanda Melo.
