Los periodistas Maru Lombardo y Rodrigo Rodríguez fueron los encargados de hacer la crónica sonora “El hombre equivocado”, trabajo publicado por el periódico El Tiempo y la revista Donjuan que ganó el primer puesto en el Premio Nacional de Periodismo Digital 2020, en la categoría de Crónica. Kienyke.com presenta su historia de pasión por las buenas historias.
Apasionados por la crónica
Maru Lombardo nació en Argentina y llegó a Colombia hace ocho años por “infortunios y trabajo de mis padres”. Su acento es a veces porteño, a veces chapineruno. Es literata de la Universidad de los Andes. Según ella, su oficio de vida es la escritura creativa y sintió apropiado estudiar Literatura “por la noción de que entre más leas mejor puedes escribir”. Al descubrir que su carrera tenía un enfoque académico que ella no quería tomar, tomó la opción de Periodismo y ejerció ese oficio desde cuando se graduó.
Rodrigo Rodríguez es caleño y vive en Bogotá desde hace seis años. Su acento no lo delata. Es comunicador social de la Universidad Autónoma de Occidente —con tímida ironía dice que comparte alma máter con Vicky Dávila—. Dice que escogió el periodismo con un motivo pragmático: quería que le pagaran por escribir. Cuando sus padres notaron que se iría por el mal camino de las humanidades, le envenenaron opciones como Historia y Literatura y lo convencieron de que los egresados de esas carreras terminaban siendo profesores, cosa que no le sonaba como proyecto de vida.
Los talentos de Maru y Rodrigo se juntaron en la Casa Editorial El Tiempo, donde ella trabajó como periodista de Especiales Digitales para el periódico y él fue periodista de la desaparecida revista Donjuan. Ambos tienen varias cosas en común: son jóvenes y quieren dedicarse a las buenas historias de largo aliento. Sin embargo, lo de Maru —que tomó nuestra llamada con unos enormes audífonos Sennheiser— son las historias sonoras y lo de Rodrigo es la composición de buenas historias.
Era un buen equipo que dejó un bello fruto: el especial sonoro “El hombre equivocado”. De hecho, este dúo creativo no se ha desintegrado: ambos son el azúcar y la sal de Loro Podcast. Este equipo es el encargado de la posproducción del exitoso Presunto Podcast y del contenido de un nutritivo proyecto asociado a HJCK Radio que gira en torno a la comida y es también interacción y crónica: Recetario sonoro de ingredientes en peligro.
La casa correcta del hombre equivocado
Un día, Rodrigo leyó un artículo titulado “The Innocent Man”, un texto de dos partes publicado en la revista Texas Monthly en el mes de noviembre de 2012. En ella se contaba la historia de Michael Morton, un hombre que había sido condenado injustamente a cadena perpetua por el asesinato de Christine, su propia esposa. Morton pasó casi un cuarto de siglo en prisión y fue liberado cuando se pudo probar la responsabilidad de otra persona.
Aunque él ya había leído varias crónicas sobre condenas injustas en el pasado, esta en particular le impactó por el enfoque más humano que judicial que la reconocida periodista Pamela Colloff decidió darle a la historia, acompañada por las fotografías que mostraban a Morton como un hombre de familia.
En ese momento hizo una suposición y una pregunta. La suposición era que, obviamente, había casos de condenados injustamente en Colombia. Ahora, la pregunta fue: ¿cuáles son sus historias?
Luego sembró la misma duda en Maru, quien propuso sin titubear que el trabajo, de terminarlo, se entregaría en forma de pódcast. Rodrigo terminó aceptando la propuesta y se pusieron a trabajar de la manera en que un millennial comienza cualquier proyecto: preguntándole a Google.
El oráculo de la modernidad les informó que el caso más sonado de este tipo era el de Adolfo Malaver: un hombre condenado por un atentado terrorista que tuvo lugar mientras él llevaba a sus hijos a un colegio del sur de Bogotá. Los medios de comunicación habían cubierto el caso de forma superficial y titularon la historia como inspiradora —“que de inspiradora no tiene nada, ¡qué hijueputez!”, murmura Rodrigo mientras mastica un gajo de mandarina”—.
Entonces, decidieron ponerse a la tarea de buscar a Adolfo —ya libre para entonces— y a la sucursal colombiana de Proyecto Inocencia, la fundación sin ánimo de lucro que trabaja en la defensa jurídica de las personas injustamente condenadas.
Antes de conseguir el contacto de Adolfo, Maru y Rodrigo ya tenían en su poder 500 páginas de su expediente, ”después de que dijimos que no nos alcanzaba la plata para sacar todas las copias de lo que había”. La tarea de mover contactos para localizarlo fue infructuosa. De repente, al revisar esa enorme resma de papel que los hacía sentir como periodistas de antaño, encontraron una pista.
“La familia le enviaba cartas a los jueces. Maru dijo un día ‘¿y si vamos allá?’ y señaló la dirección del remitente. Le contesté ‘han pasado veinte años; pero bueno, ¡vamos!’”, recuerda Rodrigo. Al llegar a la dirección indicada en la carta, no encontraron a nadie y decidieron dejar una nota para tratar de establecer contacto.
Luego notaron un detalle común al buscar direcciones en Bogotá: en la esquina había una placa tachada y otra correcta, señal de que las direcciones habían cambiado. Eso era raro de entender para Maru, no acostumbrada del todo a la nomenclatura cartesiana de las ciudades colombianas. Decidieron guiarse por las señales tachadas y, tres cuadras después, encontraron la casa correcta del hombre equivocado. Rodrigo no puede contener la sonrisa de satisfacción periodística al contar que sí los encontraron ahí.
La mujer que guarda la historia
El siguiente problema era saber si Adolfo y Amparo Castañeda, su esposa, estaban interesados en hablar con Maru y Rodrigo de esta historia sensible, que definitivamente no había terminado tras la liberación. Afortunadamente los protagonistas de esta historia aceptaron.
Lo que más llamó la atención de Maru durante la reportería fue la importancia de Amparo: “sentí que ella era la que cargaba con la historia familiar emocionalmente. Yo no dudo del impacto que esto tuvo en la vida de Adolfo; pero descubrir que Amparo era el faro narrativo de lo que le había pasado a esa familia me impactó mucho”. “Narrativamente también es un personaje muy activo —añade Rodrigo—: Adolfo es un personaje al que le pasan cosas, pero Amparo busca, Amparo averigua, Amparo confronta”.
Adolfo les dijo un día que Amparo era quien decidía si ellos contarían la historia o no. “No es que él no tuviera decisión sobre eso; pero si a ella le parecía bien la contaría. Eso sí, Amparo debía ser quien más pudiera hablar en ese proceso: Adolfo sí quiso hablar con nosotros y estuvo muy dispuesto a responder nuestras preguntas, pero yo sentí desde el principio que Amparo era la que más entendía la necesidad que ella y su familia tenían de seguir contando”, recuerda Maru.
Jugar al periodista judicial
Lo que más impactó a Rodrigo, periodista más narrativo que judicial, fue tener que aprender a toda marcha cómo funciona el sistema penal colombiano y notar que es muy susceptible a equivocaciones por prejuicios de los jueces —”esta persona viene de un pueblo con influencia guerrillera, entonces probablemente es guerrillera”— o pruebas insuficientes. Por supuesto, el impacto ocurre porque esos errores se llevan un gran porcentaje de las vidas de quienes son injustamente condenados.
“Fue bastante chocante para nosotros descubrir que era tan relativamente fácil condenar a alguien por un crimen con una evidencia no tan sólida. O sea, uno se imagina un sistema legal y piensa en una condena con base en hechos muy sólidos. Sin embargo, esto nos abrió mucho los ojos sobre lo circunstanciales y lo débiles que son a veces las pruebas con las que se puede condenar a alguien”, cuenta Rodrigo.
El diálogo con los documentos judiciales fue más truncado para Maru, quien no se había acercado tanto a ese tipo de información. Ella reconoce la habilidad de Rodrigo para digerirlos, pero siente que el enfoque que le dieron a la historia le dio el toque ganador: “a mí me parece que a nosotros, para el propósito que teníamos, nos ayudó mucho no aproximarnos a la historia como si fuera judicial, sino como el relato de una injusticia que permanece en la vida íntima y emocional de una familia durante tantos años, a pesar de que aparentemente ya pasó”.
Rodrigo dice que volvería a jugar al periodista judicial, con todo el estudio que eso implica, si con eso puede sacar adelante una buena historia. Maru, por su parte, considera que esta historia les exigió algunos conocimientos que manejaría un periodista judicial pero no los prepara para ser periodistas judiciales en adelante; además, ella no se sentiría cómoda cubriendo ese tipo de noticias a diario.
Sin embargo, Maru —que viene del periodismo cultural, social, de niñez y estilo de vida— se siente en la necesidad de aclarar que un periodista debería responder que sí, ya que el oficio está por encima de todas sus variantes.
Kienyke felicita a Maru Lombardo y Rodrigo Rodríguez por el logro obtenido en esta edición del Premio Nacional de Periodismo Digital 2020.