Bruno Fernandes y el juego largo

Sáb, 16/01/2021 - 19:23
Fernandes tal vez es ahora el mejor jugador del equipo invicto y líder en la liga más grande del mundo, pero, para Martelinho, no es muy diferente del adolescente que entrenó en los equipos juveniles de un club portugués en problemas hace una década.
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Aleksándr Veprev

MÁNCHESTER, Inglaterra — Lo que le sorprende a Martelinho, cuando observa jugar a Bruno Fernandes, es lo poco que ha cambiado. Fernandes tal vez es ahora el mejor jugador del equipo invicto y líder en la liga más grande del mundo, pero, para Martelinho, no es muy diferente del adolescente que entrenó en los equipos juveniles de un club portugués en problemas hace una década.

“Su forma de jugar actual es la misma de siempre”, dijo Martelinho, al recordar los dos años que trabajó con Fernandes en la academia del Boavista. “Siempre jugó con mucha ambición, siempre superaba a los rivales, nunca pasaba el balón hacia atrás, siempre buscaba ingresar al área de penalti. Necesitaba más experiencia, pero todo lo que ves ahora estaba ahí desde ese entonces”.

Por supuesto, así es la biografía de la mayoría de los colegas de Fernandes que están entre los mejores futbolistas del mundo. Las habilidades trascendentales, obvias ante todos, que conquistan un lugar en el camino exprés del futbol hacia la grandeza. El lugar en una de las más prominentes fábricas de talentos. Una temporada o dos en el primer equipo y después la reivindicación con una transferencia lucrativa y acaparadora de titulares a Inglaterra o España.

No obstante, aunque el punto de partida y el destino de Fernandes coinciden con ese patrón, no hay una línea recta que pueda trazarse entre el Fernandes que Martelinho conoció y el que él, y el resto del mundo, ven en la actualidad, el que floreció a lo largo del año pasado hasta convertirse en la fuerza impulsora del resurgimiento del Manchester United.

En cambio, tomó un camino más sinuoso, uno que incluyó una temporada en la segunda división de Italia y varias más en los rincones menos glamurosos de la liga principal de ese país, años que lo volvieron básicamente “anónimo” (para emplear la palabra usada por Martelinho) en su país natal hasta sus veintitantos años de edad.

Una apuesta calculada

Como jefe de cazatalentos del Novara (un equipo italiano de futbol con sede en un pequeño pueblo al oeste de Milán que esa temporada experimentaba dificultades en el sótano de la Serie A), Cristiano Giaretta estaba acostumbrado a recibir llamadas no solicitadas de agentes que le ofrecían a jugadores que podrían ser de su interés.

Cuando un agente portugués llamado Miguel Pinho se puso en contacto con Giaretta en 2012 para recomendar a un centrocampista adolescente que jugaba en el Boavista, pudo fácilmente haberlo ignorado. Su trabajo consistía en seguir a cientos de jugadores por gran parte de Europa. Nunca había oído hablar de Pinho ni de Bruno Fernandes.

Y, en realidad, tampoco tenía por qué haber oído hablar de ellos. Aunque Boavista es por tradición el segundo equipo de Oporto, la segunda ciudad de Portugal, los problemas financieros lo habían dejado en ese momento en una situación muy complicada en la tercera división. Su sistema de juveniles tenía una buena reputación, pero, según el consenso popular, la crema y nata del suministro interminable de talentos futbolísticos juveniles del país estaba en las academias de los tres clubes más grandes: el Benfica, el Sporting y el FC Oporto.

Fernandes tuvo la oportunidad de firmar con al menos uno de ellos. Nacido en Maia, no lejos de Oporto, había llamado la atención tanto del Oporto como del Boavista mientras jugaba en un torneo juvenil. Ambos le ofrecieron un lugar en su academia. Escogió la del Boavista, al parecer, porque le ofrecieron que un minibús pasaría a recogerlo para llevarlo a los entrenamientos, y ninguno de sus padres sabía manejar.

Es una versión de la historia que su exentrenador Martelinho disputa. “Pienso que creyó que podía ingresar al primer equipo con mayor facilidad en el Boavista”, dijo. “Yo tomé la misma decisión cuando era jugador y por la misma razón. Es un club más pequeño, por lo que es más fácil ser elegido para jugar”.

Cualquiera que haya sido la razón, puede haber sido la decisión que definió el camino de Fernandes. Los juegos juveniles del Oporto atraen a cazatalentos de toda Europa, que inspeccionan el terreno en búsqueda de la siguiente gran promesa de Portugal. Los del Boavista no los atraen.

Si hubiera firmado con el Oporto, Fernandes tal vez habría seguido la ruta más acostumbrada a la fama y la fortuna. Por lo menos habría captado la atención de los seleccionadores para los equipos de diversas edades de Portugal, otro escaparate para la siguiente generación de talento joven.

En el Boavista, efectivamente, estaba oculto. “Nunca fue llamado a las selecciones nacionales”, comentó Martelinho. “No sé por qué, aunque había muchos jugadores talentosos en su generación”. Por supuesto, la gran mayoría de ellos tenían la ventaja de jugar para uno de los gigantes establecidos de Portugal.

Fue esa falta de visibilidad lo que le dio a Giaretta una oportunidad y llevó a Fernandes por una ruta diferente. Por teléfono, Pinho parecía ser una clase de persona “seria”, mencionó Giaretta, así que no ignoró la idea como solo una propuesta más de un agente. Viajó al norte de Portugal para observar a Fernandes, de 17 años, en un partido de la academia. Giaretta desconoce si el Boavista no tenía mucha esperanza en el desarrollo de Fernandes o si el club estaba en un estado financiero tan debilitado que simplemente no podía darse el lujo de decir que no, pero el Novara al final pagó menos de 50.000 dólares para contratarlo. “Cada transferencia es un riesgo”, señaló. “Pero sí, esta fue una apuesta calculada. Incluso la pérdida de unos cuantos miles de euros habría sido un golpe para el club”.

Había decidido gastarlos en Fernandes, un adolescente de 17 años sin reconocimientos, uno que nadie más parecía valorar de manera especial, proveniente de un club en la tercera división de Portugal, uno que nadie parecía molestarse en observar. Ocho años después, Fernandes le costaría al Manchester United 97 millones de dólares.

Las lecciones del camino largo

Francesco Guidolin estaba intrigado. Como entrenador del Udinese, estaba acostumbrado a que le presentaran a jugadores jóvenes y talentosos extraídos de todo el mundo, adolescentes prometedores y políglotas arrancados de una relativa anonimidad por la inigualable red de cazatalentos del club. Era raro encontrar uno de ellos tan cerca de casa.

La estancia de Fernandes en el Novara había sido breve: de hecho, solo un año en el que se ganó un lugar en el primer equipo del club, anotó cuatro veces en veintitrés juegos y adquirió un apodo (el Maradona de Novara) antes de ser vendido al Udinese de la Serie A de manera muy lucrativa. Giaretta también estuvo en el centro de eso: se cambió del Novara al Udinese en 2013 y recomendó a Fernandes a su nuevo empleador.

Guidolin no había visto mucho de Fernandes en el Novara. Cuando Fernandes llegó al Udinese, Guidolin tenía “curiosidad” de ver cómo era ese adolescente con una carrera que había seguido un camino poco común. “Fuimos al campo de entrenamiento antes del inicio de la temporada”, mencionó Guidolin. “Jugar en la Serie B y jugar en la Serie A son cosas diferentes, pero de inmediato podías ver que estaba listo”. Al mirar su trayectoria en retrospectiva, es posible cuestionarse si, tal vez, tomar el camino largo funcionó a favor de Fernandes. Lo que es evidente ahora para todos los que trabajaron con él durante el principio de su carrera es su disposición para liderar, para llevar el peso de un equipo a cuestas, incluso uno tan pesado como el Manchester United.

Quizás aprendió eso en aquellos años que pasó en los equipos menos brillantes en el juego: un año en el Novara, tres en el Udinese, uno en la Sampdoria. Para el verano de 2017, cuando regresó a Portugal como la segunda contratación más cara en la historia del Sporting, todavía no había recibido ningún llamado a la Selección Nacional de Portugal, aunque había capiteaneado su equipo sub-21. Su llegada no fue anunciada como una revolución. “La mayoría de los equipos grandes no habían visto mucho de él”, dijo Martelinho.

Aun así, después de algunos meses, se volvió evidente de lo que Portugal se había perdido. “La liga portuguesa no es tan fuerte como las de Inglaterra, España o Alemania”, comentó Martelinho. “Pero quizás es la quinta o sexta mejor liga en Europa. No es fácil. Bruno lo hizo parecer fácil”.

Su impacto en Inglaterra no ha llegado con menos celeridad. Todavía no han pasado doce meses completos desde que llegó a Old Trafford, pero ya fue elegido por los fanáticos como integrante de uno de los equipos ideales de la temporada de la Liga Premier y, dado que su equipo se ha alzado como contendiente a terminar con una sequía de siete años sin campeonato, podría colocarse entre los principales candidatos a ganar el premio de jugador del año de esta temporada.

Si su ascenso parece rápido, ha sido todo lo contrario. Fernandes ha tenido que esperar su momento. No debido a una falla propia, sino a una falla en la estructura del futbol: a la incapacidad de este deporte de buscar talento en lugares inesperados. Este es un jugador que siempre fue quien es y siempre podrá serlo. Solo le tomó al juego un tiempo notarlo, y todo porque hace muchos años tenía que tomar un autobús.

Por: Rory Smith / The New York Times

Creado Por
The New York Times
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