En el marco del Paro Nacional se han presentado diversos hechos relacionados con las estatuas y monumentos históricos que tiene el país. A partir de allí, el debate volvió a abrirse frente a las intervenciones del espacio público, que para algunos son actos vandálicos y para otros hechos de reivindicación histórica.
En el caso concreto de Bogotá, un hecho tuvo particular atención. Los indígenas Misak derribaron la estatua del conquistador Gonzalo Jiménez de Quesada y semanas después su lugar fue ocupado por una figura conmemorativa a Dilan Cruz, el joven que falleció durante las manifestaciones del 2019. A pesar de eso, la escultura de la víctima ni siquiera duró 24 horas, pero sí fue de relevancia para la ciudadanía.
Es importante recordar que los ataques a los monumentos no sólo se han presentado en Bogotá sino también en otras ciudades del país. Aun así, todos ellos están estrictamente relacionados con el patrimonio y la idea que existe sobre este concepto.
En diálogo con KienyKe.com, Manuel Salge Ferro, doctor en antropología y miembro del Observatorio de Patrimonio Cultural y Arqueológico (OPCA) de la Universidad de los Andes, habló acerca de estas intervenciones.
En primer lugar, hay que reconocer que el patrimonio tiene diversas perspectivas y entre ellas está la postura oficial. “Colombia, al igual que muchos países en el mundo ha organizado su legislación en función de las convenciones internacionales de la Unesco sobre el tema”, explicó Salge y el objetivo de esos parámetros es fortalecer la identidad y la memoria de la nación.
Aunque esa no es la única perspectiva. Hay quienes engrandecen los monumentos, pero según el antropólogo, “hay otros grupos de personas que piensan que el patrimonio en sí mismo es problemático por reproducir un lenguaje patriarcal, excluyente y rígido”. Es decir, abogan por narraciones múltiples, por lo pluriétnico y multicultural que identifica a Colombia. "Y esto no debe ser visto como un problema, antes bien, es un escenario rico de construcción colectiva", agregó.
P/: ¿Por qué dice que para algunos el patrimonio es patriarcal y excluyente?
R/: La idea de patrimonio hace referencia en general a algo que se hereda, en este caso del padre, y que por su importancia y valor debe ser conservado en el tiempo. Ahora, esa concepción ha cambiado y las disciplinas involucradas han introducido la creencia de que los objetos tienen valor más por los atributos que les dan las personas que por sí mismos.
P/: Teniendo en cuenta esos atributos, ¿qué significaría entonces el derrumbe de las estatuas?
R/: El derrumbar la escultura de personajes que hoy por hoy son para algunos grupos un símbolo de la opresión es una forma de rechazo de las ideas que se les asigna. Vale la pena pensar que esos objetos se derrumbaron, no se destruyeron. Es la caída y la figura desplazada de su pedestal lo que compone la imagen.
P/: Algunos reconocen esto como vandalismo, ¿es cierto?
R/: Reducir el fenómeno a vandalismo es limitado. Irracionaliza el acontecimiento y le da un orden moral. Además, lo incluye en un sistema de dos caras donde solo hay buenos y malos; no admite un punto intermedio.
P/: Sin embargo, se reconoce al vandalismo como “cometer acciones destructivas contra la propiedad pública”, ¿cómo podría llegarse a ese intermedio que menciona?
R/: Esa pregunta podría indagar porqué en cambio no se considera un acto vandálico cubrir con pintura un mural que rechaza al Gobierno. Esa es otra forma de intervención sobre el espacio público. Hay que cuestionarse quién tiene la competencia para decidir sobre el espacio público y cómo ejerce esa competencia.
P/: ¿Cómo podría calificar entonces el hecho de la estatua de Dilan Cruz? ¿Esa sería una reivindicación?
R/: El pedestal vacío de Quesada es el ejemplo perfecto de los muchos sentidos que se intersecan en el ámbito del patrimonio. No es un tema sólo de los grupos Misak, es un tema general sobre la intervención a objetos en el espacio público.
Algunos se apoyan en el pasado para su argumentación, otros recurren a otros elementos. A unos les habla de justicia histórica, a otros de las protestas contra el Gobierno, a otros tantos de la inconformidad frente al Estado. Acá reducir las acciones a Belalcázar o a Quesada es ejercer una invisibilización tan fuerte como la que se reclama con su caída. El reto es mirar en contexto lo que sucede.
P/: ¿Cómo se puede afrontar ese reto?
R/: Pensando en políticas públicas realmente públicas. No quedarse en el evento, en el golpe de escena. Hay que buscar caminos más creativos que hacer reproducciones itinerantes de estos objetos; que hacer duelos, despedidas y ajustes de cuentas teatrales con las esculturas.