El esmeraldero Juan Sebastián Aguilar, conocido en el ámbito de las esmeraldas como ‘Pedro Aguilar’, fue asesinado en un conjunto cerrado ubicado en un cotizado sector al norte de Bogotá, en un ataque sorpresivo y letal perpetrado por un francotirador. El crimen ha sacudido al sector esmeraldífero y ha puesto en alerta tanto a las autoridades como a los actores de la industria.
Aguilar, un prominente accionista de Esmeraldas Santa Rosa S.A. y exguardaespaldas del influyente Víctor Carranza Niño, recibió un disparo mortal mientras descendía de su camioneta blindada. Las primeras investigaciones sugieren que el francotirador utilizó los senderos Camino del Indio y Camino de la Serranía en los Cerros Orientales para posicionarse estratégicamente antes del ataque.
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Las autoridades están trabajando intensamente para esclarecer cómo el atacante logró ingresar al exclusivo conjunto residencial, evadiendo los tres anillos de seguridad y el esquema de protección compuesto por 12 hombres. Según las primeras versiones, el asesino habría accedido a la propiedad a través de la montaña trasera, sorteando los sistemas de seguridad del lugar.
El asesinato de Aguilar ha generado una gran preocupación dentro del gremio de las esmeraldas y entre las autoridades, quienes temen un resurgimiento de la violencia que asoló el sector en las décadas de 1980 y 1990. La posibilidad de una nueva "guerra verde", caracterizada por disputas violentas entre grupos por el control de las minas de esmeraldas, es una amenaza que se está tomando muy en serio.
Este ataque también ha resaltado las vulnerabilidades en los sistemas de seguridad que protegían a Aguilar, un experto en la gestión de la seguridad de esmeralderos y minas en la región. Su muerte podría tener implicaciones significativas en la dinámica de seguridad y en la estabilidad del sector esmeraldífero en Colombia.
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En medio de esta crisis, las autoridades han intensificado sus esfuerzos para asegurar que el caso sea resuelto rápidamente y para prevenir posibles retaliaciones. La comunidad esmeraldífera está en estado de alerta, esperando respuestas y medidas que garanticen su seguridad en un entorno que ha sido, en el pasado, escenario de violencias y conflictos.