El tumbao de Antonio Navarro Wolff

Jue, 20/02/2014 - 14:45
Últimamente Antonio Navarro se ha interesado por la música japonesa. “No me pregunte por nombres, porque ni los sé pronunciar. Pero me gusta porque es rara, porque suena bien. Es un compás que n
Últimamente Antonio Navarro se ha interesado por la música japonesa. “No me pregunte por nombres, porque ni los sé pronunciar. Pero me gusta porque es rara, porque suena bien. Es un compás que no es de cuatro tiempos como nuestra música. Lo sorprendería a usted escucharla”.  No tiene ejemplos para justificar su gusto por los ritmos del lejano oriente, pero son los sonidos que explora como hobby en sus ratos libres. Es un melómano en secreto. Sobre todo le gusta la salsa por ser la música con la que creció y vivió su juventud en Cali. Antes de eso, en su natal Pasto se escuchaban dos géneros distantes en la historia pero cercanos en la suavidad de sus notas. “Mi papá era tolimense, entonces le gustaba la música de cuerda, el bambuco, los pasillos… canciones de Silva y Villalba y Garzón y Collazos. Por el lado de mi mamá, ella ha sido siempre amante de la música clásica. Aprendí a oír sobre todo a Beethoven. Le gusta el soneto Claro de Luna, la 5ª Sinfonía. Música de cuerdas colombiana y música clásica europea: una combinación muy poco común”. Navarro aprendió el Bunde tolimense antes que el himno de Pasto y en toda fiesta familiar las parrandas abrían campo sobre todo a los ritmos andinos. “Cuando mi papá cumplió 50 años, echamos la casa por la ventana. Tuvimos toda una semana de fiesta. Ya estábamos en Cali, pero como a mi papá le gustaban las canciones de su tierra, escuchábamos sobre todo bambucos y tonadas de cuerdas”. En el colegio, Antonio gustaba del canto pero sus amigos le hicieron caer en cuenta de la falta de talento que tendría al respecto. No obstante, mientras fue monaguillo en los tempranos años de su primaria, cantaba en el coro de la iglesia. Incluso hizo parte de la banda de guerra de su escuela, donde comenzó tocando el tambor aunque luego, por ser el más alto de su clase, lo designaron como batutero. “Me dejaron esa batuta pesada de madera. La banda de mujeres tenía batutas livianitas de aluminio y ellas eran más grandes”, recuerda. Fue esa experiencia el único acercamiento con la interpretación musical. “Mi familia nunca promovió que yo me metiera a tocar algún instrumento. Me hubiera gustado aprender a tocar piano; me parece que es un instrumento que tiene la posibilidad de tener más tonalidades que otro”. Su adolescencia y juventud la vivió en la Cali de los sesentas y setentas. “La salsa empezó a gustarme. Lo primero que aprendí a bailar fue salsa, y todavía sigo bailándola”, describe sobre la música que cantó en la escuela, dedicó a sus enamoradas y bailó en la universidad. -¿Por qué esta vez no le siguió el baile a la candidatura presidencial con la Alianza Verde? -Porque no logramos la unidad de todos los alternativos y, desunidos, pues íbamos a perder. Sabiendo que uno va a perder, tiempo sobra. En cambio en el senado podríamos fortalecer el proyecto político a mediano y largo plazo. Y efectivamente creo que lo estamos haciendo: estamos construyendo un proyecto político a mediano y largo plazo. -Pero los precandidatos que aspiran a la nominación única, (Peñalosa, Sudarsky y Romero) no parecen estar bailando la misma canción… -Claro, tienen sus diferencias. Al fin y al cabo es un matrimonio de una pareja en la que cada uno tenía sus hijos por su lado. Pero el manejo de la diferencia es parte fundamental de lo que quiere ser un proyecto de mediano y largo plazo. No podemos pretender que haya proyectos homogéneos; esto tiene que ser como el sancocho nacional: con personalidad, con criterio, con sabor y con diversidad. El manejo de diversidad es clave para que esto salga bien. Antonio Navarro Wolff, Kienyke   “La salsa empezó a gustarme. Lo primero que aprendí a bailar fue salsa, y todavía sigo bailándola” -¿Entonces lo que pretenden ahora es buscar que esa ‘orquesta’ suene coordinada? -Por eso se llama alianza. No es Partido Verde sino Alianza Verde. Esa alianza es diversa y ahí es donde está su fortaleza. Si somos capaces de manejar bien la diversidad, tenemos muchas perspectivas de futuro. - ¿Quieren convencer que ustedes son la tercera opción? Tenemos que ver cómo se van a sortear las dificultades que ustedes conocen bien, y que yo personalmente he decido que no es tema de este momento. Primero obtengamos un muy buen resultado en senado, cámara y Parlamento Andino y después resolvemos el tema presidencial. -¿Cómo ve el que al parecer será el mejor bailarín de las elecciones: el voto en blanco? Lo veo fuerte en la presidencia. Menos en el senado. Es que en el congreso hay como 2.500 candidatos; es imposible que en esos candidatos no haya uno solo bueno. Pero en la presidencia lo veo más fuerte. La gente no quiere votar por Santos y no encuentra una alternativa que pueda competir con Santos. Todavía falta que la campaña se desarrolle, obviamente, porque la campaña presidencial no ha empezado en forma; esperemos a ver si con el desarrollo de la campaña esas cosas cambian. Pero de momento diría que sin ejercer una campaña el ganador en este momento es el voto en blanco.

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Cuando Antonio Navarro cursaba sus estudios de Ingeniería Sanitaria en Cali, su familia se había ido a vivir a Bucaramanga. Al comienzo habitó una residencia universitaria, pero luego de que obtuvo trabajo como monitor en su facultad para la clase de hidráulica, obtenía cerca de 300 pesos que le alcanzaban para pagar un sencillo apartamento, lo suficiente para gozar de una vida de joven soltero en la capital de la salsa. Entonces no sólo gustaba de los ritmos latinos, sino que empezó a coincidir con la música que impactaba a su generación: “Entramos en la era de los Beatles. Teníamos un grupo con el que estudiábamos y entre nosotros pegaron muchísimo ellos, a finales de los años 60. Desde ‘Let it be’, ‘Yellow submarine’… en esa época había una sola discoteca en Cali en la que no sonaba salsa y se escuchaba música moderna, como decíamos nosotros. Se llamaba Juanita Banana. Íbamos a charlar y escuchar The Beatles, The Rolling Stones y una canción de aquellos tiempos que siempre yo cantaba y se llama “I Can't Get No Satisfaction”. Popularísima”. Muy seguido, Antonio iba a rumba con sus compañeros del campus. En Cali frecuentaban sitios como El Escondite, Las Escalinatas, El Séptimo Cielo y su apartamento para seguir la fiesta. Ocasionalmente, cuando la intención era seguir el baile al término de la restrictiva hora zanahoria de las 2 o 3 de la madrugada, buscaban transporte y pasaban a Juanchito. “Me dicen que Juanchito se acabó. Pero me acuerdo que Juanchito, que es el municipio de Candelaria, no tenía la restricción del horario que sí tenía Cali. Eran parrandas de tiro largo”, confiesa. Más tarde, cuando ya militaba en el M-19, se alejó un poco de la música. “Lo que pasa es que allá hacíamos cosas más raras: leíamos poesía. Mucho leíamos a Mutis, en voz alta, Maqroll el Gaviero. Música no se podía poner por razones de seguridad”. Sin embargo, muchos recuerdan que él era de los que más animaba con cantos y ocasionales juergas el ambiente en la guerrilla. “Pero sí escuchábamos mucho la música de la radio. Las emisoras ponían mucha música ranchera, música mexicana y todos esos corridos por los lugares donde andábamos”. Antonio Navarro Wolff, Kienyke   En el M-19, Navarro se alejó de la música y la parranda. El ocio era aprovechado para declamar poesía ante sus compañeros de guerrilla.  -Ya que recuerda esos tiempos de andar por el país y escuchar sus músicas, ¿ahora le ha dado tiempo de disfrutar alguna fiesta en su correría nacional por su campaña al senado? -No, ya no hay tiempo de nada. Eso de las campañas ha ido cambiando. Por ejemplo le cuento: hace 20 años no había manera de que a uno no le dieran un aguardiente. La gente le ofrecía a uno un aguardientico. Me acuerdo la primera vez que hicimos campaña en Bogotá, me iba a las plazas de mercado tempranito, y como a las 7 de la mañana ya estaba prendido, porque la gente le daba a uno aguardiente. Ahora no, y es un cambio para bien. En esta campaña, por ejemplo, no me he tomado un solo aguardiente. Y no quiere decir que sea abstemio, pero lo de tomar o enfiestarse no se ha sido de esta campaña. -Pero las músicas regionales sí las disfruta… -Ir por el país es muy gratificante y he estado identificando temas… así se aparece siempre de alguna manera la música, aunque menos que en el pasado. Pero en los actos que he ido hay grupos musicales, de cuerda, de norteños, de orquesta… más bien la campaña ha sido más de saludar, conversar, dar la mano y oír a la gente. De dialogar, más que de fiesta. -Ese contacto con la gente y campaña intensa ¿para cuántas sillas en el senado cree que les va a servir? -Vamos por más de cinco y menos de 25. Pero toda nuestra lista es competitiva y tiene fuerza en muchas regiones del país. En el Cesar, Boyacá, en el Valle, en los llanos, en Norte de Santander, en el Tolima, en Bogotá.  Estamos muy tranquilos porque vamos a sacar un resultado muy decente. -A lo que muchos colombianos no le van a seguir el ritmo es a la decisión de los verdes de presentarse con candidatos al Parlamento Andino, porque muchos esperaban que ese organismo desapareciera. ¿Usted apoyo esa idea? - Sí, porque es que si no había candidatos nuestros al Parlamento Andino, iba a haber una selección a dedo de congresistas para ser Parlamentarios Andinos. Si hay un Parlamento Andino debe ser por elección popular. Y va a seguir habiendo un Parlamento Andino porque los otros países del Pacto Andino lo tienen. Quieren transformarlo tal vez en Parlamento Latinoamericano, pero quieren tener una entidad así, de nivel multilateral. -¿Cree que este senado, como se cree que estará conformado, sí será a favor de la paz? -Para el mismo senado eso es un reto. Tiene que haber una modificación y transformación del congreso, que está bastante desprestigiado y con buena razón. Obviamente vamos a poyar las reformas que se acuerden a favor de la paz porque hay dos maneras de terminar un conflicto: o por la victoria de una de las partes, o negociando y haciendo concesiones. Si negociamos, creo que el conflicto se va a acabar mucho antes que si intentamos ganar la paz. -¿Y cómo preparar a la población para el posconflicto? -Eso debe ser bien preparado. Si no se prepara bien, va a pasar lo que ha pasado en estos 25 años: que cada zona donde sale un grupo, otro grupo ocupa el espacio. Hay que hacer una gran presencia integral del Estado en el territorio nacional. Eso lo he estudiado bastante bien. Y luego que no quede nadie suelto de los que firmen la paz: todos los guerrilleros deben estar vinculados permanentemente a programas de reinserción, para que no caigan en bandas criminales.

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En los 80, Navarro fue encarcelado bajo delitos de rebelión. Llegó a La Picota luego de haber sido objeto de torturas durante 20 días en la Escuela de Caballería de Usaquén. En la prisión conoció a un disc jockey convicto al que le decían ‘Pateloro’. “Pero solo le gustaba la música de Alci Acosta,  Daniel Santos, Óscar Agudelo y Julio Jaramillo… ‘Desde un tétrico hospital donde se hallaba internado casi agónico rodeado de un silencio sepulcral…’, con eso nos tenía todo el día. Desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde. En la noche, cuando por fin había silencio, lo que hacía era ponerme a leer. Nos prohibían las radios, los televisores y hasta los libros de Bolívar, que porque él era subversivo”. Tras salir de La Picota, y volver a la guerrilla, se internó en las poblaciones nativas del pacífico a escuchar currulao. “Llovía 320 días al año. Usted imagínese en la selva con toda esa lluvia la cantidad de biodiversidad que hay. Hormigas que picaban el dedo e hinchaban todo el brazo. Comejenes que se comían de todo. Malaria. Y las poblaciones afro de esa zona eran comunidades que vivían muy felices: tenían pescado, tenían maíz, caña y agua. Eran amigos nuestros. Vivían en su aislamiento, sus ríos y su música; son muy musicales”. Antonio Navarro Wolff, Kienyke"Sin pierna también se puede conseguir novia", dice Navarro tras asegurar que con una prótesis artificial, aún puede bailar salsa. La explosión de una granada a 10 centímetros de él, en 1985, parecía acabar para siempre con cualquier oportunidad de Navarro de volver a la pista de baile. Sin embargo, una prótesis artificial moderna, le devolvió la ilusión de caminar y, ¿por qué no?, de bailar salsa. Y es que, por curiosas circunstancias, su tratamiento y recuperación fue en Cuba. “Yo diría que uno de los días más felices de mi vida fue el día que me puse la prótesis: estaba en La Habana, tierra de son y salsa, y el día que volví a caminar fue de los más felices, después de haber estado seis meses en silla de ruedas, en  muletas. Cuando me pusieron la prótesis, caminé y caminé como 40 cuadras. Ya después pude volver a bailar. No me acuerdo bien de la primera vez que bailé con la prótesis, pero sí fue muy chévere. Se puede bailar completamente bien. Le he dicho a jóvenes que han perdido sus piernas por minas antipersonal: ‘muchachos, sin pierna también se puede conseguir novia’. He tenido una vida bastante normal”.   Y lo ha hecho. Navarro confiesa ser un buen bailarín de salsa, aunque una de sus piernas sea artificial. En Bogotá ha frecuentado famosos lugares de fiesta como Café Libro, Quiebracanto, Salomé o el Goce Pagano. Dice él, que la experiencia le ha convertido en una envidiable pareja de baile, pero que recientemente ante la ausencia de tiempo y las correrías políticas, ha preferido disfrutar de la música clásica de Mozart y los sonidos japoneses. -Además de los sonidos nipones, ¿algún sonido de otro país que lo mueva? - La música brasileña me impactó. Estuve en el primer congreso del PT (Partido de los Trabajadores). Nunca había ido a Brasil. Fue en 1990. Quedé deslumbrado; me gasté toda la plata que tenia ahorrada y la que pedí prestada. En Brasil la música está por todos lados. Hay una religión que es con música. Además el Capoeira. Todo tiene música, y vibran mucho los tambores. -Me cuentan que tiene usted su historia con el tango… ¿Lo baila también? -Había una señora que trabajaba en la casa de mi mamá y era paisa. Yo tenía unos 10 años y ella era de escuchar cada día a Gardel. Yo oí a Gardel. No lo bailé porque es más difícil, pero veía las milongas, las presentaciones con bandoneón. Y la música paraguaya también tiene su gusto. -De la salsa, ¿qué es lo que más le gusta? -Me gusta la salsa vieja. Después se volvió muy comercial. Le está pasando lo del vallenato, que también es una música muy chévere. Jaime Alfonso Bateman, que era samario, decía que el himno del M-19 debía ser el vallenato llamado La Ley del Embudo. De la salsa clásica me gusta bailar el son cubano. Para bailar salsa de empieza por ahí. También bailar con grupos como Fania All-Stars, las trompetas de la Sonora Matancera, colombianos como Varela, grupo Niche, Fruco y sus tesos… Mire que la canción de salsa que ponía ‘Pateloro’ en La Picota era ‘La Prisión’. -Y si le dicen sus parejas que tiene tumbao, ¿cuál es la clave para tal mérito? -Lo que pasa es que la práctica hace al maestro. He bailado tantos años que uno ya tiene su ritmo. Twitter: @david_baracaldo
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