Frecuentemente se les ve vestidas con prendas que resaltan sus atributos femeninos en las entradas de las comisiones, tanto de Senado y Cámara de Representantes, y en las respectivas plenarias.
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Es ahí donde pueden abordar fácilmente al congresista que tienen en la mira, pues los escoltas no están a su lado. Ellas, eso sí, tienen que tener bastante paciencia, pues pueden hablar con ellos sólo unos pocos minutos cuando entran o salen de las comisiones o plenarias, o eventualmente cuando abandonan el recinto para adelantar alguna diligencia. A veces pueden durar varias horas en espera de pie, con el frío acostumbrado que hace en los pasillos del Capitolio.
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Pero, ¿quiénes son, y por qué buscan a los congresistas?
Kienyke.com habló de manera informal con Marcela*, en la entrada de la plenaria del Senado, quien llevaba ceñido al cuerpo un vestido corto color curuba, bolso café, zapatos de tacón rosados y medias veladas.
Reveló que era su segunda vez que entraba al Capitolio, donde se encuentran los recintos de la plenaria de Senado y la Cámara de Representantes, y el reconocido Salón Boyacá donde usualmente sesionan las comisiones conjuntas. Tuvo que recorrer 200 kilómetros, cuatro horas de viaje desde su natal Ibagué para poder hablar con un senador del que nos reservamos su nombre, para pedirle una “ayudita” como ella le llama.
En su bolso guarda algo muy preciado, y no es propiamente su maquillaje, sino su hoja de vida que saca y muestra con delicadeza. Según manifestó, viene con la firme intención de hablar con el congresista que hace poco pasó de los cincuenta años, para que le ayude con un “puestico”, pues hace cuatro meses perdió su trabajo de secretaria en una empresa de la capital tolimense.
Marcela señaló que hizo hasta lo imposible para estar allí en el recinto del Congreso, por consejo de una excompañera suya de trabajo, quien le habló de algunas bondades del senador, entre ellas, la ayuda que le brindó a un hijo de una vecina suya a quien le consiguió un empleo en la gobernación del Tolima como celador.
Marcela ya había ido al Congreso a finales del año pasado para encontrarse con el mismo senador, y después de esperar más de dos horas en la entrada de la plenaria lo abordó cuando él salió del recinto con cierta timidez, según relató ella. Pero por el afán que manejaba ese día el congresista, y después de escucharla sólo unos segundos, sólo atinó a decirle que le hiciera llegar la hoja de vida a un correo electrónico.
Sin embargo ella, que no pasa de los 29 años y dijo ser madre cabeza de hogar de una niña. Reveló que decidió venir de nuevo al Legislativo por consejo de su excompañera de trabajo, con una pinta un poco más llamativa para que el senador “le parara bolas” y con una actitud distinta, más resuelta a conseguir lo que buscaba, sin importarle el frió de la capital, ni el tiempo de espera que ha tenido que hacer o los trancones que que afrontó para llegar desde el sur de la ciudad.
En efecto, Marcela olía a rosas, tenía bastante pestañina, rubor, labial y tenía cepillado el cabello. Según dijo, a las cinco de la tarde la iba a recoger su hermano, quien vive en Bogotá hace ya varios años y la hospedó en su casa por unos días, al tiempo que ella radica otras hojas de vida en las llamadas temporales.
¿Pero cómo hizo Marcela, así como muchas otras mujeres para ingresar al Congreso, en el que quien no esté agendado no puede ingresar?
Marcela hace parte de un grupo que han denominado 'lobistas busca puestos', o lo que comúnmente se llama clientelismo. Se diferencian de los cabildantes de empresas privadas o entidades del Estado, que están registrados en el Congreso para defender los intereses de sus representados y pueden ingresar cuantas veces quieran al mismo. Ellas no pueden hacerlo porque no están autorizadas para ingresar.
Sin embargo, esta clase de lobistas se las ha ingeniado para poder penetrar al Congreso y lograr su objetivo. Aunque Marcela no quiso revelar cómo hizo para ingresar allí, Kienyke.com supo que en la mayoría de oportunidades estas mujeres y hombres -porque también los hay-, llaman al conmutador del Congreso y piden que les comuniquen con la oficina del representante a la Cámara o senador con quien desean hacer el contacto.
Pero como es difícil que el parlamentario pase al teléfono, hablan con la secretaria a quien 'le endulzan' el oído con una historia que la conmueva, y de esa manera se van ganando su confianza.
Las llamadas se hacen más insistentes y logran que la secretaria les autorice la entrada sólo con el número de la cédula, y así quedan agendados para un día y una hora específica. Una vez estén en el sistema, no tienen un límite de tiempo para permanecer ese día en el Congreso.
Volviendo al caso de Marcela, esa tarde no pudo hablar con el senador que tanto buscaba pues se conoció que a última hora canceló su participación en la plenaria del Senado por excusa médica. Sin embargo, aunque un poco desilusionada, antes de abandonar el Congreso manifestó que volvería a la semana siguiente. Kienyke.com la buscó los siguientes días pero no la encontró.
Según relataron algunos funcionarios del mismo Congreso, la mayoría de 'lobistas busca puestos' son de las provincias y les es más fácil venir a Bogotá a hacerle la cacería al congresista, que esperar a encontrárselo en un evento público en la región, donde el esquema de seguridad es más complejo y no pueden hablarle de cerca y con más confianza.
Así operan las bellas 'lobistas busca puestos' en el Congreso
Vie, 27/03/2015 - 04:59
Frecuentemente se les ve vestidas con prendas que resaltan sus atributos femeninos en las entradas de las comisiones, tanto de Senado y Cámara de Representantes, y en las respectivas plenarias.