La opinión pública nacional e internacional ha celebrado la liberación de la periodista Salud Hernández. También celebró la vuelta a la libertad del también periodista Diego D'Pablos y su camarógrafo Carlos Melo. Los tres, secuestrados por el ELN. Este desafortunado episodio ha puesto en peligro el inicio, en forma, de las negociaciones de paz con esta organización, considerada la segunda guerrilla más reconocida del país después de las FARC. Tres asuntos se han convertido, a propósito de estos hechos, en sentido y vehemente reclamo colectivo a esta organización guerrillera: la liberación de todos los secuestrados en su poder, la suspensión definitiva de esta práctica abominable y el respeto absoluto al ejercicio del periodismo.
El ELN ha pateado la mesa de negociaciones que estaba por instalarse en la vecina República del Ecuador. El presidente Santos, a quien hay que reconocerle la prudencia en el manejo de esta difícil circunstancia, sin mayor margen de maniobra en el proceso, ha dicho con razón que con secuestros no es posible avanzar en un proceso de paz con este grupo. No es una decisión fácil, si se tiene en cuenta que la paz con las FARC avanza viento en popa, y los colombianos mayoritariamente anhelamos, como también lo quiere el gobierno nacional, una paz completa y definitiva. Pero el ELN les ha dado argumentos a los opositores de la solución negociada del conflicto armado y a quienes desde siempre se han atravesado a una paz con ellos. Recordemos el saboteo al Acuerdo de Puerta del Cielo de Magunzia (Alemania) entre el ELN y el gobierno de Samper, o a la Zona de Encuentro en el Sur de Bolívar acordada con los elenos en tiempos de Andrés Pastrana o incluso el desdén con el que sectores en el gobierno Santos consideró una negociación paralela con ellos mientras se concentraba en los diálogos de La Habana.
Claro que es condenable el secuestro de cualquier ciudadano. Pero mucho más condenable si, además de privar forzosamente de la libertad a una persona, se atenta contra la libertad de prensa, que es un valor democrático por excelencia. Y por ello la torpeza política del ELN es inmensa. Torpeza revelada por Antonio García, su vocero negociador, en la reciente rueda de prensa de Caracas cuando se anunció el inicio de la fase pública del proceso entre los elenos y el Gobierno Nacional al afirmar: "Nosotros no hemos venido a este proceso a hablar del secuestro". Como si aún no entendieran que a esta práctica, masificada con las tristemente célebres "pescas milagrosas" o con las celdas alambradas inventadas por las FARC para confinar a los denominados "canjeables", la guerrilla le debe la animadversión mayoritaria que tienen en la opinión pública, evidente en los bajos niveles de aceptación en todas las encuestas. Torpeza incomprensible si consideramos que a los elenos le corresponde abreviar los tiempos de su negociación para hacerla concurrente con La Habana.
Sin embargo, al gobierno y a la sociedad colombiana les va tocar lidiar con estas torpezas y actuaciones incomprensibles del ELN si queremos que un final feliz de las negociaciones de La Habana no resulte amenazado y vulnerable. Es perfectamente previsible que con un Estado deficitario en su arraigo territorial en la Colombia profunda, allá donde ha ocurrido el conflicto con todo rigor, otros fenómenos de violencia protagonizadas por otros grupos ilegales fácilmente ocuparán los territorios donde las FARC desaparecerán como actor armado. Y el ELN resulta un candidato idóneo para tal ocupación. Esto, con un plan de postconflicto para esas regiones aún en ciernes y con unas boyantes economías ilegales de la extorsión, la minería y el narcotráfico. Por el contrario, con los elenos subidos en el tren de la paz ese riesgo de ocupación se minimiza.
El Presidente no debe bajar las exigencias de suspensión del secuestro al ELN, para empezar formalmente las negociaciones. Pero debe mantener la puerta abierta al diálogo. La solución militar con este grupo no ha sido eficaz ni siquiera cuando la denominada "operación Anorí", que se vendió como su aniquilación total en la década de los setentas. Y al ELN le corresponde demostrar su vocación política aprovechando la paz para reinventarse como proyecto. Que pruebe que de verdad escucha a una sociedad civil que rechaza el secuestro como arma de guerra. Que nos permita y sea protagonista del fin de la guerra. Y que no sean los responsables de una paz incompleta.
Sin el ELN, ¿una paz incompleta?
Dom, 29/05/2016 - 12:13
La opinión pública nacional e internacional ha celebrado la liberación de la periodista Salud Hernández. También celebró la vuelta a la libertad del también periodista Diego D'Pablos y su camar