
De nuevo el protagonista de la vida nacional es un político que ha sido personaje de primera línea durante su transcurrir como hombre público, ya sea por sus hazañas y sus discursos como por haber sido, durante décadas, la obsesión de unos oscuros personajes empeñados en acabar con su honra o, si se les presenta la oportunidad, con su integridad física.
Los colombianos no llegamos a acostumbrarnos a la manera infame y cobarde con la que una justicia, muy cuestionada, persiste en derribarlo con golpes bajos; no nos habituamos a los ataques que desde los medios y las redes sociales se le infringen a diario sin el menor respeto a la verdad; ni tampoco a que sus enemigos políticos, devorados por los celos y la envidia, incurran en la mentira, con total desfachatez, para desprestigiar a quien los supera con creces.
No nos esperábamos que durante un gobierno de sus afectos, viéramos a sus enemigos envalentonados con el circo de manipulaciones, engaños y falsas verdades que han levantado de nuevo para llevarlo a los estrados judiciales. De lo que se trata, para ellos, no es de llegar a un juicio limpio sino de un desquite para el cual acuden a todas las artimañas posibles. Qué si es este o el otro el que pone la trampa poco importa, lo cierto es que aparecen, “ipso facto”, quienes aplauden ese circo ansiosos por ver encadenado a quien no han podido vencer en franca lid.
A pesar de la desazón que debe sentir ante tanta injusticia y tanta ingratitud, yo le diría que no es el momento de tirar la toalla y, por el contrario, pasar de la defensa a la ofensiva. Sabe muy bien que cuenta con el respaldo sólido de los que estamos dispuestos a lo que sea con tal de que se haga justicia y veamos restituido el buen nombre de un personaje que nos llena de orgullo.
Y que no es el momento de un retiro de la política, eso sería darle la razón a sus enemigos.
Post scríptum: Pareciera que la cuestión de ser o no ser uribista está a la orden del día.