Reconciliación y unión: ¿dos imposibles?

Mié, 13/09/2017 - 02:02
Un hombre mayor halló en la playa una deteriorada lámpara de aceite. Tras recogerla y abrirla, brota un genio y le dice: “Ya que me has liberado, pídeme un deseo”. El afortunado caballero se qu
Un hombre mayor halló en la playa una deteriorada lámpara de aceite. Tras recogerla y abrirla, brota un genio y le dice: “Ya que me has liberado, pídeme un deseo”. El afortunado caballero se queda pensando y comenta: “Mi hermano y yo no nos hablamos desde hace treinta años porque tuvimos un conflicto. Quiero que por fin me perdone”. El genio frota sonoramente sus manos y afirma: “¡Tu deseo se ha cumplido!, pero dime: cuando alguien libera a un genio, por lo general pide como recompensa dinero o fama, y tú sólo quieres reconciliarte con tu hermano. ¿Se debe a que estás viejo y sientes cercana a la muerte?”. Tras titubear un instante, responde: “Lo que pasa es que él está para morirse y su fortuna pasa de cincuenta millones de dólares”. La singular historia de “reconciliación” viene, por supuesto, a propósito de la reiterada invitación que el papa Francisco hizo y hace a los colombianos para que nos reconciliemos. En palabras del Diccionario, la reconciliación es “volver a las amistades, o atraer y acordar los ánimos desunidos”. En palabras del hombre de la historia, era lograr que su hermano volviera a ser su hermano y le legara la herencia. Y en las palabras papales, la opción de que volvamos a ser amigos de quienes dejamos de serlo y nos miremos sin rencores, pensemos sin prejuicios, dialoguemos sin tapujos, actuemos sin egoísmos, nos tratemos sin temores. Todo, sin mirar atrás, mirando pa’ lante, con ilusión y afán de hacernos una vida mejor, el corazón abierto, la mano tendida y nuestras capacidades a discreción. Así las cosas, lo natural es unirnos, esto es, “atraer y acordar los ánimos desunidos”, como dice el Diccionario. El Papa también nos lo sugirió y solicitó. Esa unidad en el propósito y la acción no la estaban consiguiendo los empleados de una empresa de mudanzas mientras forcejeaban con una enorme caja en un zaguán. Lo intentaron una y otra vez hasta el cansancio, pues la caja no se movía ni un centímetro. Fue cuando el trabajador que estaba del lado de afuera dijo: “¡Es bobada! Me rindo. No vamos a poder entrar esta caja”, a lo que su compañero, extenuado y sorprendido, contesta: “¿Entrarla? Yo creí que estábamos tratando de sacarla”. Es que la posibilidad de unirnos significa que antes nos pongamos de acuerdo alrededor de qué nos uniremos. No es sólo mover una caja, en el ejemplo, sino saber, con anticipación, en qué dirección hay que hacerlo y cómo y cuándo y hasta dónde y Y tener la voluntad de integrarnos, y ser sinceros, y tener altura de miras, y... Y aceptar liderazgos, y compartir responsabilidades, y creer que a todos nos puede beneficiar, y... Por eso el Libertador Bolívar lo pidió al final de su vida y de su última proclama a los colombianos, el 10 de diciembre de 1830: “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”. De tranquilo, nada. Perfecto. Todo lindo. Nadie se opone a la reconciliación y a la unión, ésta como consecuencia de aquella. El monstruo se asoma cuando, con o sin invitación del Papa, queremos aterrizar las cosas en la realidad de una Colombia hiperfraccionada e hiperenfrentada. Cuando hay tantos motivos para romper amistades en lugar de conservarlas. Tantas razones para mantener los desafectos en vez de extinguirlos. Tantos impulsos para para herir al otro en lugar de contenerlos. Reconciliarnos: ¿será posible en Colombia? “Volver a las amistades” rotas lo veo más probable que tener entre nuestras amistades a quienes nos han hecho daño. Que abrazarnos con quienes sabemos que podrán seguir haciéndolo. Que abrir nuestras vidas a quienes podrán cerrárnoslas. Necesitaríamos, quizás, una vocación de mártires de alguna causa relevante. Unirnos: ¿será posible en Colombia? Sí, nos podremos unir alrededor de objetivos concretos amplios: reducir las desigualdades, aumentar el bienestar general, crear progreso, perfeccionar las instituciones, dar educación a todos, proteger y hacer un buen uso de los recursos naturales, brindar seguridad social, aceptar y respetar las diferencias, etc. Lo difícil es unirnos y conservarnos unidos en la identificación y escogencia de los medios para lograr los propósitos. ¿Serán los mismos en los demócratas que en los totalitarios?, ¿en los que pensamos A que en los que piensan Z?, ¿en los que creemos en las libertades ciudadanas que en los que las restringen o suprimen?, ¿en los que consideramos que no es el Partido el supremo guía de la sociedad, sino el bien común de ésta? Gouverneur Morris, delegado ante la Convención Constitucional de Filadelfia en 1787, fue representante de Estados Unidos ante Francia en 1792. En 1790 escribió una carta en la que hablaba de las dos revoluciones, la francesa y la estadounidense. En uno de sus partes decía: “Los franceses han elegido como guía el Genio en lugar de la Razón, han optado por el Experimento en lugar de la Experiencia y hoy deambulan en la oscuridad porque prefieren el Relámpago a la Luz”. Lo cuenta la historiadora Susan Downey. ¿Por qué nos decantaremos los colombianos: por el Genio o la Razón, el Experimento o la Experiencia, el Relámpago o la Luz? ¿La fraternidad o los cincuenta millones de dólares? La campaña para las elecciones de 2018 tiene claves que no podrán ocultarse. Inflexión. La visita del papa Francisco a Colombia inquietó más que aquietó.
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