¿Para qué sirven las tetas?

Vie, 16/11/2012 - 00:32
Tremendo par de tetas. Tremendo. Poderosas. Mis tetas no te caben en las manos. No caben en las mías. No siempre fueron tan obscenas.
Yo sabía que me iban a crecer, me

Tremendo par de tetas. Tremendo. Poderosas. Mis tetas no te caben en las manos. No caben en las mías. No siempre fueron tan obscenas.

Yo sabía que me iban a crecer, me lo habían advertido. Pero no sabía que llegarían tan a temprana edad, y en realidad no sabía nada al respecto. Me imaginaba que comenzarían a inflarse como una bomba y de pronto ¡ZAS! ¡Tengo tetas! Sin embargo, fue doloroso y angustiante. Detrás del pezón, en toda la mitad, comenzó a crecer un algo que antes no había sentido, como un tumor. Pensé que tenía cáncer. Me dio mucho miedo siquiera hablar del tema pretendiendo que así no se convertiría en algo real y no le conté a mi mamá que me iba a morir. Lloré muchas noches debajo de las cobijas. Lloraba porque tenía miedo y porque me dolían. En algún momento ya no dolió y se me olvidó que me iba a morir.

Doloroso cuando abandoné mi libertad y debí empezar a usar brasier. Llega siempre un momento en el que a las mamás les parece impúdica la sobreexposición de esas microteticas y entonces se da esa conversación en la que te cortan la libertad como talando árboles y desapareciendo bosques:

–Mami, ¿qué tanto me van a crecer?

–No sé, muñequita. Mis hermanas y yo – decía y luego hacía una pausa mientras se cogía las tetas con las dos manos – las tenemos grandes. Normales, pero grandes. –Después me daba un beso en la frente y salía de mi cuarto hinchada de amor.

Al comienzo usé tops apretados y a la larga fue necesario un brasier de verdad. Lo odiaba con toda el alma. Sentía que no me pertenecía, que me invadía. No ayudaba el hecho de que los niños en el colegio se habían comenzado a dar cuenta de que estaba usando brasier y, además de burlarse, cuando me distraía alguno llegaba por detrás y me lo halaba dejándolo golpear contra mi espalda. No era chistoso y después de diez veces comenzaba a doler. Malditos.

A mediados de los 90 tenía 19 años y aún no me había graduado del colegio. Andaba con un flaquito pelilargo con cara de muñeco que luego se convertiría en arquitecto y se casaría con una española. Juan Pablo fue mi primer novio en Colombia, y el primero en cogerme las tetas. La primera vez es tonta y torpe, como son las tetas. No sentía nada, pero él siguió explorándome con la “sabiduría” de un adolescente.

–Son perfectas. Me caben en las manos –dijo con la cara roja y los ojos chiquitos.

Respiraba casi agitado y me tocaba sin darme besos. Mientras las apretaba como manipulando la masa de un pan, yo me preguntaba qué podría sentir él, pues yo no estaba teniendo ningún tipo de reacción. Con el tiempo descubrimos que si me acostaba boca abajo y él lo hacía encima de mí y me cogía las tetas, entonces sí lo disfrutaba.

Durante esa misma época, en una piscina en Cartagena, conocí a un guapo que se llamaba Alberto Mario (pronunciado AbbettoMario). Después de conversar pendejadas un rato, en el que no habíamos tenido contacto visual por estar mirándome las tetas, me dijo:

–¿Son de verdad?

– Claro que son de verdad, ¿no parecen?

– No, son perfectas.

–…

–¿Las puedo tocar? –Dijo muy serio.

–No.

–¿Por qué?

–Porque no –le contesté como se hace con los niños chiquitos. Y él, sabio, no insistió.

Inicialmente, la fascinación que comenzaron a producir mis tetas no me sorprendió. No me la esperaba y casi no la registré.

Durante el sexto semestre de mi carrera comencé a salir con un grupo de homosexuales con los que empecé a ir a bares gay. Salíamos con sus amigas heterosexuales y nos desordenábamos, todos con todos. Yo comencé a darme besos con una monita tetona a la que le decíamos “Tetines de Acero”. Después de varias noches y muchos más besos, “Tetines de Acero” me dejó cogerle las tetas.

–Despacio –ordenó ella.

–¿Despacio lento, o suavecito?

–Suavecito.

Entonces le toqué las tetas mientras nos dábamos más besos. Primero le hice caso y después ya no tanto. Tenía las tetas duras y redondas, llenas de pecas, divinas. No pude verlos, pero sentí sus pezones duros entre mis dedos y los pellizqué con cuidado. No quería que “Tetines de Acero” se asustara y se arrepintiera, al fin y al cabo, ambas sabíamos que a ella no le gustaban las mujeres. De ahí en adelante, en cada fiesta a la que íbamos, yo me pasaba las dos primeras horas divirtiéndola para que estuviera contenta cuando nos diéramos besos y me dejara tocarle las tetas. Par de tetas.

Me gustan las tetas. Me gustan grandes, más grandes y chiquitas. Me gustan las minúsculas que son como timbres. Como eran las mías cuando era una niña. Me gustan unos pezones parados, desprevenidos. La piel suave de las tetas, más suave que la de la cara. Me encanta tocarlas, espicharlas mientras doy un beso y pellizcar los pezones parados. Me gusta hundir la cara en ellas hasta que no puedo respirar, y entonces me alejo para admirarlas sin tocarlas. Sentir otro par de tetas rozando y apretando las mías me consiente el alma. Tetas, qué poder.

Por disfrutar de un buen par de tetas he entendido que son para el disfrute ajeno. Yo no disfruto las mías, no me acuesto a masajeármelas y tener orgasmos. No solo eso, no entiendo cuál es su función. Yo no quiero ser mamá y por lo tanto jamás tendré que amamantar. Entonces ¿para qué tengo tetas? No las odio, pero siento que las tengo solo para que se vean. Las formas de la hembra que atraen al macho para aparearse. Pero yo no me quiero aparear con nadie. Aún así las cuido, porque así como son de poderosas son delicadas.

Disfrutando tetas ajenas comprendí las mías. Entendí lo que podía hacer con ellas. Un día con escote es un buen día. El día que se insinúan las tetas se recibe cariño. Las tetas consiguen favores, distraen, hipnotizan, tranquilizan, amansan. Las tetas de una mujer son las huevas de los hombres. Es ahí donde está el poder, el resto es un regalo. Cómo serán de poderosas que algunas mujeres se hacen abrir el pecho con bisturí para que les embutan bolsas de siliconas, luego vuelven para cambiarse a una talla más grande. Otras se ponen rellenos en el brasier o usan brasieres mágicos para que aparezcan si no las hay. Que parezca que hay aunque no haya. Lo que sea por las teticas.

Tremendas, inútiles y poderosas: mis tetas, para que las disfrute otro.

@Virginia_Mayer
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