Ser católico no implica cerrar los ojos a conductas vergonzosas de dirigentes espirituales, mucho menos alardear de ellas, ni generalizar a la iglesia por sus personajes corrompidos. Humanos somos y en todas partes se cuecen habas; los seguidores del Corán han manchado de sangre su historia y en nombre de Alá violan cristianas en Bosnia, derriban torres y asesinan a pedradas en pleno siglo XXI a las mujeres infieles. Los cristianos evangélicos son refugio del violador Garavito y espacio de las aventuras sexuales del abominable pastor Álvaro Gómez, así que nadie puede considerarse libre de pecado.
La renuncia de Su Santidad Benedicto XVI trae a la mesa un suculento tema en el que sus antecesores son el plato principal pues el solio de San Pedro ha sido ocupado por rufianes, por niños de quince años, por intrigantes políticos, por asesinos, adúlteros, tiranos, simoniacos y por enfermos sexuales que conformaron harenes, llevaron sus concubinas hasta el Vaticano y protagonizaron orgías impensables, incluso un par de santos padres fueron padres de hasta 46 hijos en tan solo dos años.
El Cardenal historiador Cesar Baronius, autor de Annales Ecclesiastici, denominó Pornocracia al período comprendido entre 904 y 935 por la influencia que tuvieron dos mujeres sobre el papado, Teodora y su hija Marozia. La época es conocida igualmente como Saeculum obscurum, Reinado de las prostitutas y “Gobierno Romano de las Cortesanas”
Los Papas de la pornocracia fueron Sergio III, Anastasio III y Juan X, a quien se atribuye la paternidad de Marozia, León VI, Esteban VII, al que cercenaron sus orejas y nariz, y Juan XI hijo de la misma cortesana. Algunos historiadores alargan dicho lapso hasta los Papas León VII, Esteban VIII, Marino II, Agapito II y Juan XII, sobrino de Marozia quien asciende al papado a la edad de 16 años y protagonizó episodios de violencia y sexo repudiados en su tiempo.
Ninguna mujer tuvo tanto que ver con el poder, la corrupción y el desenfreno sexual del papado como Marozia. Hija del Papa Juan X, amante del Papa Sergio III desde los quince años, madre del Papa Juan XI y tía del Papa Juan XII, es la inspiradora de la leyenda de la Papisa Juana y la dominatriz de la política y los negocios vaticanos por más de 25 años, influyendo de manera abierta en el nombramiento de seis Papas y ordenando asesinar a algunos de ellos, cuando ya no sirvieron para sus propósitos. Fue puesta presa por otro de sus hijos, el rey Alberico II, y tras quince años de encierro, a los 90 de edad, se le sacó de prisión y fue decapitada.
Su sobrino el adolescente Juan XII continuó la racha de escándalos familiares, cometió incesto con su madre y conformó un harén en el Palacio de Letrán, a los muchachos que servían sus apetitos sexuales les premiaba con cálices de oro de San Pedro y en una borrachera brindó por Satanás ante el altar de la más importante iglesia de la cristiandad.
Aterrados por estos hechos, 16 cardenales se reunieron en Sínodo y le formularon, entre otros, los cargos siguientes: “Celebrar misa sin efectuar la comunión, blasfemar en plena iglesia, copular con una lista interminable de señoras entre las que se hallaba su propia madre, dos de sus hermanas y una sobrina, causar la ceguera a su director espiritual y castrar a un cardenal. La respuesta del Papa fue excomulgar, mutilar y asesinar a quienes tuvieron que ver con el episodio.
No duraron mucho sus excesos, a sus 24 años hacía el amor con una recién casada cuando el marido celoso los sorprendió y de un martillazo en la nuca puso punto final a los devaneos pontificales.
Uno de sus sucesores, Benedicto V en 965, sufrió suerte similar. Acusado de violar una niña tuvo que huir hasta Constantinopla con tesoros del Vaticano que despilfarró en orgías y borracheras. Agotadas las arcas regresó a Roma donde poco tiempo después fue asesinado por un marido celoso. Su cadáver recibió más de cien puñaladas y arrastrado por las calles antes de ser arrojado en una cloaca.
La historia de los Papas está plagada de atrocidades que nada tienen que ver con el evangelio y que van en contravía de su investidura y obligaciones como representantes de Cristo. La pornocracia o soberanía de las rameras es tan solo un episodio de los muchos que la iglesia reconoce y que la avergüenzan.
Por algo San Juan Crisóstomo dijo que el suelo del infierno está pavimentado con las mitras de los obispos corruptos y Dante Alighieri sepultó en el infierno de su Divina Comedia a los Papas Anastasio II, Nicolás III, Clemente V, y Bonifacio VIII, pero definitivamente se quedó corto.
@mariojpachecog
Papas porno, Marozia y el infierno I
Jue, 14/02/2013 - 09:03
Ser católico no implica cerrar los ojos a conductas vergonzosas de dirigentes espirituales, mucho menos alardear de ellas, ni generalizar a la iglesia por sus personajes corrompidos. Humanos somos y