Hace unas tres semanas escribí una trilogía sobre la conmovedora historia natural y judicial de Germán David Lamilla –Mayor de la Fuerza Aérea Colombiana– y superhéroe por naturaleza. Para contextualizar esta columna, quiero precisar que aunque sea increíble todavía quedan funcionarios judiciales, de no tan alto nivel, dignos de respeto y admiración por su honestidad y transparencia, incluso a costa de su propia vida. Hoy estoy henchido de emoción al plasmar mi sentimiento como víctima y ciudadano y mi concepto como jurista. Para dar inicio a la descripción de este pulso jurídico y humanitario que rige este escrito, quiero compartir las palabras del doctor Plinio Apuleyo Mendoza, al referirse a otro de los grandes vejámenes jurídicos de este país, sustentado en el fraude, en la mentira y en el dolor ajeno, cuando se refirió a las revelaciones que hizo Thania Vega, la esposa del hoy suciamente condenado Coronel Plazas Vega. Estoy tentado a exclamar no sólo ¡qué injusticia!, sino también ¡qué horror! Es una historia que parece salida de una obra de Kafka porque en ella todo se mueve en los linderos de lo absurdo, todo parece obedecer a una secreta y diabólica conjura. Se trata no sólo de condenar a un inocente, sino de destruir su resistencia y sumergirlo sin remedio en una pena moral. Los calificativos para dar cuenta de estos terroristas del derecho apalancados en los dineros de colectivos y ONG dizque de Derechos Humanos, son pocos para describir la relea y la baja estofa de quienes promueven estas condenas amañadas contra nuestros oficiales.
Hoy gracias a la Divina Providencia (la del juez), las apuestas están bastante nutridas a favor de los pilotos del caso del Bombardeo de Santo Domingo, aquel 13 de diciembre de 1998. Un fallo en firme, que hizo tránsito a cosa juzgada de fecha 31 de enero de 2011, proferida por el Dr. Rodrigo Rodríguez Barragán -Juez Penal del Circuito Especializado de Arauca- se traduce en sentencia condenatoria contra Germán Suárez Briceño alias “Grannobles”, con la nada despreciable pena principal privativa de la libertad de 53 años y 4 meses en establecimiento penitenciario y con la negación del subrogado penal de la suspensión condicional de la ejecución de la pena y de la prisión domiciliaria, por los hechos ocurridos el 13 de diciembre de 1998 en el Caserío de Santo Domingo Jurisdicción de Tame, Arauca y demás circunstancias de modo, tiempo y lugar que quedaron consignadas en la parte motiva del fallo en firme. Se le condenó al narcoterrorista por el homicidio agravado de 17 civiles y 9 miembros de la fuerza pública. Adicionalmente al tipo penal de homicidio al máximo cabecilla del Frente Décimo de las Farc “Guadalupe Salcedo”, hermano de otro sanguinario, el “Mono Jojoy”, se le juzgó por tentativa de homicidio, terrorismo y rebelión. Este último, a mi juicio, no debería estar ahí y en su lugar más bien debería estar el concierto para delinquir, pues la rebelión la sedición y la asonada, no fueron más que inventos de la década de los 80 para beneficiar a estos canallas delincuentes, con la alianza de los terroristas políticos del legislativo de turno.
Como lo había contado en la crónica a que hice del mayor Lamilla, todas las pruebas indicaban que la comisión de los hechos delictivos debían ser atribuibles a las Farc y que las pruebas enviadas al FBI quien fuera objeto de engaños, pues fue inducido al error por el material probatorio falso enviado desde Colombia, con testimonios falsos y experticios técnicos falsos, debería más temprano que tarde salir a la luz pública. Por fin, un caso que ya pinta con cara de verdad y justicia ¡por fin, carajo!
Como es lógico y por el interés económico o mejor, macroeconómico que hay detrás de las millonarias demandas al Estado colombiano por este caso, que ya cuenta hoy 5 millones de dólares y que está detrás de otros 10, las reacciones del enemigo no se hicieron esperar, pues acá es tan aberrante el tema que no se puede hablar de contraparte sino de adversario. Dice Tito Gaitán, apoderado de las 17 víctimas civiles, que la sentencia del juzgado de Arauca "constituye un exabrupto" y que el juez tiene que supeditarse a lo que señala el pliego acusatorio y en este caso no eran relacionadas con la muerte de los civiles, sino de los militares. Esos hechos son juzgados en actuaciones diferentes. El juez no puede vincular a personas que no hayan sido incluidas por la resolución de acusación de la Fiscalía, anota este eximio y acertado jurista. Este señor parece que hubiera estudiado derecho en las facultades del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo. Me pregunto ¿hasta cuándo seremos presa de estas demandas que se pagan con los impuestos de los contribuyentes y a costa de los montajes que enriquecen a estos ladrones con la libertad de inocentes y se ha quedado con los recursos de las víctimas?
Cuando se habla de un fallo que ha hecho tránsito a cosa juzgada se está frente a una institución jurídica que persigue la seguridad y estabilidad procesal y legal de las decisiones contenidas en sentencias y ciertas providencias. Dice el Dr. Rodrigo Escobar Gil, exmagistrado de la Corte Constitucional en Sentencia C-774 de 2001, que con esta figura se busca dar a las decisiones judiciales el carácter de inmutables, vinculantes y definitivas.
Visto lo anterior y en una sana lógica jurídica y fáctica tenemos una decisión con efectos de observancia obligatoria y aplicación de mandatorio cumplimiento, que no es recurrible, que proviene de un juez de la República y que obedece a un estudio probatorio que sirve de sustento para la su parte resolutiva en la cual Grannobles y su ilegítima cuadrilla de hampones tienen que responder. A la vez esta condena se erige en un instrumento que a la postre exonera a los oficiales que pusieron el pecho en Tame por este pueblo desmemoriado e insensible, maleable y seducido por los narcobilletes deliciosos de contar para muchos en este país.
¡Que buena cosa juzgada! Y bien juzgada por el Dr. Rodrigo Rodríguez Barragán. Celebro esta decisión y la esperanza del superhéroe tolimense Lamilla, sus compañeros de infortunio judicial y sus familias. Abrazo cálido. Seguimos trabajando.