Reseña crítica del libro “ La civilización del espectáculo ” de Mario Vargas Llosa
“La banalización lúdica de la cultura imperante, en la que el valor supremo es ahora divertirse y divertir, por encima de toda otra forma de conocimiento o ideal. La gente abre un periódico, va al cine, enciende la televisión o compra un libro para pasarla bien, en el sentido más ligero de la palabra, no para martirizarse el cerebro con preocupaciones, problemas, dudas. Sólo para distraerse, olvidarse, y abandonarse en un devaneo ligero, amable, superficial, alegre y sanamente estúpido” M.V.LL.
El nuevo libro del Nóbel de literatura Mario Vargas Llosa es un ensayo que versa sobre la cultura en nuestro mundo contemporáneo. Una obra corta, exquisita y profunda, en donde el escritor se explaya sobre aquello que timoratamente había venido esbozando en algunos de sus artículos de prensa: la Cultura (en mayúscula) se acabó. Esta tesis la plantea enfática y reiteradamente a través de múltiples análisis y casos concretos que barren minuciosamente las diferentes facetas de la cultura tradicional. El escritor, como bien lo indica el título del libro (“La civilización del espectáculo”), advierte que la cultura se convirtió en mera diversión y entretenimiento.
Incurre ex profeso en afirmaciones fuertes: asistimos al entierro de la Cultura, ésta dejó de existir al menos en la forma en que tradicionalmente se ha venido considerando; sólo algunos “dinosaurios” rondan tratando vanamente de evitar que al menos el recuerdo de lo que fue no se evapore. Triste noticia de la cual ya habíamos comenzado a percatarnos, tal vez no con la gravedad que reviste el hecho y la inminencia de su deceso. El libro nos orienta e impulsa a permanecer en esa fase de “reptiles culturales prehistóricos” debido al inmenso interés que reviste la Cultura de verdad, así nos quieran cambiar el concepto y reemplazado por la superficialidad. “La frivolidad, una manera de entender el mundo, la vida, según la cual todo es apariencia, es decir teatro, es decir juego y diversión”
¿Seremos capaces de derrocar la terrible sentencia de Vargas Llosa: “Hoy nadie es inculto o, mejor dicho, todos somos cultos de alguna manera, aunque no hayamos leído nunca un libro, ni visitado una exposición, escuchado un concierto, ni adquirido algunas nociones básicas de los conocimiento humanísticos, científicos y tecnológicos del mundo en que vivimos”?
El sentimiento que permanece al finalizar el libro es de gran desasosiego. Aquello que algunos veníamos pensando sin lograr concretar, de repente toma fuerza y asidero potente en este estupendo ensayo, en donde el escritor peruano se libra con gran libertad y desenfado a un análisis de la vida cultural actual. Las diferentes aristas culturales son pasadas en revista: las artes escénicas, las plásticas, la prensa, el erotismo, la religión, el cine, y por supuesto la literatura; no “deja títere con cabeza”. Resueltamente condena como el J´accuse de Zola: estamos, como bien el título del ensayo lo sugiere, en un remedo de cultura.
Su primera tarea, y cuán difícil, fue intentar definir qué es cultura, y para ello se vale el escritor de varios autores que han venido previniendo el grado de la tragedia que se cierne sobre nuestra civilización: la dominación de la cultura frívola y light; es decir, aquella que no tiene contenido profundo, que se limita a la dermis, pero que con simulacro de espesor y con ayuda de la publicidad se rinde ante lo meramente comercial, aquello sin calidad, pero que hábilmente orquestado por los medios de comunicación da la sensación de hondura, dejando inmisericordemente que esta nueva idea de cultura se abata sobre nuestros espíritus, empobreciendo así nuestro cerebro y reduciéndolo a la diversión y al entretenimiento. Y Vargas Llosa aclara que no es enemigo del entretenimiento ni de la diversión, por el contrario los considera necesarios y confiesa que participa alegremente de ellos; su gran denuncia es que el ámbito cultural se reduzca sólo a eso. Ah, e internet que tan útil nos es, infortunadamente se haya constituido en un vector que vehicula esta nueva forma de cultura, la navegación superficial y desaforada impide el dar profundidad a nuestros análisis y concentrar concienzudamente nuestra atención en un tema al tiempo.
Se vuelve muy enérgico el escritor en denunciar la liviandad cultural actual: “La literatura light, como el cine light y el arte light, da la impresión cómoda al lector y al espectador de ser culto, revolucionario, moderno, y de estar a la vanguardia, con un mínimo esfuerzo intelectual”. La cultura del facilismo ha desnaturalizado y depreciado tanto el tradicional significado de Cultura, de tal manera que se “iguala y uniformiza al extremo de que una ópera de Verdi, la filosofía de Kant, un concierto de los Rolling Stones y una función del Cirque du Soleil se equivalen”.
Por eso mismo, diseñadores de moda, cocineros, futbolistas, cantantes estridentes han reemplazado los filósofos y los críticos de arte, haciendo de los primeros los nuevos gurús de la cultura: “En la civilización del espectáculo, el cómico es rey”. Y como todo es cultura cita el caso del “artista” colombiano Fernando Pertuz especializado en los llamadas performances, que tan de moda están, y que en una galería de arte defecó ante el público y, luego, “con total solemnidad”, procedió a ingerir sus heces. Viva la nueva cultura...
Personalmente sacó como conclusión que este libro ha de ser de cabecera y por ende de relectura. Que se ha de estar atento a combatir ese engendro light que algunos en alarde democrático llaman “cultura popular”. Tarea difícil, porque ese concepto simplista está ya muy arraigado. Esa amalgama cultural en donde se equipara Shakira con Mozart, cualquier mamarracho sobre una tela es comparable a Da Vinci, cualquier brinco rapero semejante al ballet clásico, las destempladas frases de los libros de Harry Potter igualitas a Balzac, por no citar más. Tal vez, lo importante es considerar que hay niveles priorizados de cultura con iguales derechos a ciudad, a cada cual de escoger su nivel, pero que sea claro que hay niveles más elevados y profundos en esa pirámide que se estrecha mucho al llegar a sus estadios superiores. Importante que se haga este distingo y que la educación y el esfuerzo personal logre propulsar al individuo hacia los niveles superiores. En cada nivel hay algo que puede ser importante, la diversión y el entretenimiento también tienen derecho a ciudad; lo fundamental es que la cultura salga de ese tenebroso marasmo en que anda ahogándose y los individuos creyendo que están haciendo lo correcto al estancarse en los niveles bajos de esa pirámide.
Notícula: En esta ocasión renuncié a mi vieja costumbre de lectura que consiste en subrayar en amarillo aquellas frases que más me impactan, rápidamente me di cuenta que era más fácil reteñir en dorado la totalidad del sombrío pero realista escrito. Abandoné por esta vez la práctica.