Espectadora de una orgía en primera fila

Vie, 24/08/2012 - 12:49
La gorda que afirmó que se sentía fuera de lugar en una orgía no mintió. He comprobado que las orgías y fiestas swinger son para los guapos. Gorda que haya

La gorda que afirmó que se sentía fuera de lugar en una orgía no mintió. He comprobado que las orgías y fiestas swinger son para los guapos. Gorda que haya estado en una orgía que levante la mano. No veo manos. Las orgías son una oda al cuerpo perfecto. Hace casi un mes me invitaron a una fiesta porno swinger en una finca a unas dos horas de Bogotá, saliendo por la autopista sur hacia Melgar. El elemento porno, y no siempre presente en este tipo de fiestas, se debía a que los productores Cristian Cipriani & Andrea García actuaron como anfitriones ofreciendo un show (no podría llamarlo de otra manera) llevado a cabo por dos de las actrices porno que han trabajado con ellos.

Mi amigo y yo llegamos a la fiesta casi a las nueve de la noche y encontramos el parqueadero lleno de guardaespaldas, burbujas y automóviles caros, muy caros. La gente estaba sentada alrededor de una piscina cubierta por telas blancas simulando una carpa, agrupados quizá por orden de llegada. A pesar de que mi pinta era, sin lugar a duda, mejor que las de esas mujeres que parecían maniquíes sacados de las vidrieras del Only, me sentí gorda, muy gorda. Y me pregunté si mi amigo, gordo también, no se estaría sintiendo más gordo que muy gordo.

El DJ estaba tocando algún trans como se oirá trans en las emisoras rusas, una música asquerosa y pasada de moda. Las únicas bailando eran las meseras que zigzagueaban entre las mesas cargando bandejas con botellas de whiskey, tequila y tajadas de limón con sal. Cuando parecía que la música no podía empeorar, el DJ reveló sus tendencias crossover y yo quise haber sido sorda en la vida. Me sentía incómoda y comencé a mover el culo sobre la silla Rimax blanca y a torcer los pies como si fueran de goma. Hasta el momento era una fiesta cualquiera, una de esas fiestas donde desde el principio fue muy claro que no haría nuevos amigos.

Una hora más tarde llegaron los anfitriones en compañía del cantante Durán (el rey del pop chirri) y uno de los integrantes del grupo dominicano Fulanito, que se hace llamar Fulanito Chiquito y me hizo prometer que a nadie le diría su nombre real, por no considerarlo glamoroso. El hombre prefiere que le digan Fulanito. Y nada tiene de raro, si tengo en cuenta que en algún momento de mi vida quise que me llamaran ‘Varyina’, pronunciado: Var-yai-na. Normal.

Con la llegada de los anfitriones la fiesta comenzó a llenarse de energía. El desparpajo de Andrea & Cristian contagia y enloquece. El equipo de producción acomodó cámaras y luces mientras tres actrices porno comenzaban a bailar entre la gente quitándoles la ropa, hasta que los hombres con y sin barriga quedaron en calzoncillos, y las mujeres también en ropa interior, con las más valientes habiéndose despojado del brasier. Todas desfilaban sus cuerpos perfectos y desnudos como si estuvieran vestidas. Todas tenían pelos lisos largos, barrigas planas y tetas grandes, si no naturales al menos infladas con siliconas. Con disimulo, las parejas comenzaron a mirarse entre sí, escaneándose y evaluando las posibilidades. Eventualmente parejas y tríos empezaron a desaparecerse entre los cuartos de la finca. Un joven que parecía tener 18 años y llevaba un condón entre su abdomen y la pretina de un vestido de baño hasta las rodillas, me señaló a una pareja con la que acababa de pasar un rato en un cuarto. El marido fumaba un habano mientras observaba a su mujer follando con el jovencito.

Cristian tomó un micrófono y saludó a los presentes introduciendo a sus invitados especiales y le dio comienzo a un show lésbico que llevaron a cabo dos de las actrices. Para ese entonces, una de ellas andaba descalza, cubierta apenas por la parte baja del bikini. Tenía el pelo mojado y la pestañina corrida. Parecía como si hubiera olido una arenera de cocaína, pero estaba sobria y a nadie le recibía siquiera un sorbo de whiskey. La otra actriz, una flaca con unas curvas asesinas y cara de estreñida, no se había metido a la piscina y todavía andaba vestida con un trajecito minúsculo rosado, como de prostituta, y plataformas negras. Ambas mujeres comenzaron a besarse en la boca y a tocarse mientras el equipo de producción las filmaba. Fueron desvistiéndose con calma y ambas le tiraron los calzones a Fulanito, que los apretó entre las dos manos y los inhaló como si se tratara de la almohada del ser amado que ha muerto. Después los tomó con una mano que elevó en el aire como símbolo de victoria. Eventualmente ambas mujeres cayeron al piso, donde comenzaron a revolcarse. La actriz sobria parecía estar disfrutando lo que hacía. La otra, la estreñida, no hizo el menor esfuerzo, y mientras la sobria le daba sexo oral, la mujer continuó sin expresión alguna en la cara.

Mientras tanto, los invitados habían vuelto a sus sillas y miraban el espectáculo desde el otro lado de la piscina, tomando fotos y entrando en calor, que era la idea. Se notaba que las mujeres eran actrices, sobre todo por las posiciones lésbicas típicas de una película porno amateur. No sabían, realmente, lo que hacían. Los anfitriones les daban órdenes para volver más interesante la escena y a mí se me ocurrió una pose que le sugerí a Cristian al oído, y él me dijo que les dijera a ellas directamente.

–¡Bonita! ¡Bonita! –Le grité a la actriz sobria, –Bonita, siéntatele en la cara. –Y para la aparente desgracia de la estreñida, la sobria obedeció.

Entonces, al mejor estilo gánster dominicano, con una botella de whiskey en la mano y ambos calzones colgando del hombro izquierdo, Fulanito se paró de su Rimax, se acercó a las actrices y chorreó un poco de alcohol sobre la vagina de la sobria, que fue a dar a la boca de la estreñida. La sobria se rió a carcajadas mientras seguía sentada sobre la boca de la estreñida, y a los pocos segundos se paró brincando con ambas manos cubriéndose la vagina y dando grititos histéricos de dolor. Puede resultar muy sexi, pero la verdad es que el alcohol quema los genitales y los resultados no son chistosos. Pero cómo iba a saberlo Fulanito, si es de los que chorrean el whiskey, no a quien se lo chorrean.

Con el final del show lésbico, los invitados de la fiesta, ya entrados en calor, comenzaron a bailar en tríos y grupos más grandes, frotando sus cuerpos entre sí y tocándose. Habrían pasado unas dos o tres horas desde cuando habíamos llegado a la finca y solo entonces comenzamos a ver de qué se trata una fiesta swinger. El trío de un hombre y dos mujeres que habían estado sentados sobre una asoleadora, más parecida a una cama matrimonial, ya no eran tres sino cuatro. Una de las mujeres, en cuclillas, le daba sexo oral al hombre, mientras la otra se dejaba dar sexo oral por otro que se había pasado el principio de la fiesta sentado al fondo, observando con aparente timidez. En otros rincones oscuros de la fiesta estaban pasando cosas similares, pero la atención de los presentes se concentró en estas dos parejas, y un grupo de al menos veinte personas nos agrupamos alrededor de la asoleadora gigante para mirar a las parejas follar como mirando un partido de fútbol. Algunos animaban: “¡Hágale! ¡Hágale!”, “¡Más! ¡Más!”. Una mujer que no tenía más de 21 años le pegaba con la palma abierta al colchón de la asoleadora, y en algún momento comenzó a darse besos con la actriz sobria, hasta que terminaron una encima de la otra a un lado de las otras dos parejas, la gente todavía animándolas en voz alta y tomando fotos como si se tratara de una alfombra roja.

El jovencito que parecía tener 18 años se acercó dispuesto a penetrar a la actriz sobria, pero la atención de tanta gente no le permitió conseguir una erección, entonces comenzó a usar las manos mientras ella le daba sexo oral a la joven de 21 años. Pedazos de limón y sal sobre el colchón de la asoleadora decoraban las espaldas de quienes se revolcaban en el colchón. La joven gritaba y gritaba, como inmune a los flashes de las cámaras de la gente, como si estuviera sola. Gritó y gritó y gritó hasta que tuvo un orgasmo que pareció eterno. Entonces se paró de la asoleadora como un resorte y salió caminando hacia la casa con las piernas separadas como si hubiera estado montando a caballo, con la tanga colgándole de la mano derecha.

Casi a la una de la mañana ya había visto suficiente. No me hizo falta quedarme a ver más, puedo imaginármelo todo. Salimos de la finca en silencio, y durante unos veinte minutos ni mi amigo ni yo dijimos una sola palabra. En ningún momento sentí placer, pues una orgía no es algo que me llame la atención, no hace nada por mí. Pero tampoco sentí asco, no me sentí insegura ni condeno lo que vi. Entiendo que la gente se agrupa según sus intereses, y como lo digo todo el tiempo, existe gente para todo tipo de cosas. Es cuestión de que cada quién encuentre lo que lo hace feliz. Esta gente disfruta del sexo en grupo como yo disfruto coleccionando postales, o comiéndome ocho Nucitas de una sentada. Cada quien a lo suyo. Enhorabuena.

@Virginia_Mayer

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