Después de unas breves vacaciones, y debido a un tema presentado en estas columnas (“Un antiguo médico puericultor”, 5 de septiembre de 2012), fui invitado al II Encuentro Nacional de Puericultura de la Sociedad Colombiana de Pediatría, organizado por la seccional del Quindío. Soy patólogo y vivo pensando en enfermedades, lo que no es incongruente pues la vida es la suma de las funciones que se oponen a la muerte, decía mi colega Bichat hace dos siglos. Asistí entonces a esa amable reunión de médicos dedicados a cuidar la vida en sus grandes pequeñeces.
Imagino que los puericultores se habrán sorprendido de encontrar un patólogo en una de sus reuniones, pero no me echaron y aprendí mucho de ellos. Mi agenda secreta era ir como abuelo a ver qué aprovechaba de todo ello para mis dos nietos (uno en camino). Se dijo allí que todos los abuelos creen que su nieto es un genio…Pero el mío, sin menoscabo de todos los otros niños del mundo, es muy inteligente. Y le he aprendido a él y a los puericultores algo importante. Marco (mi nieto de dos años y medio) empezó hace unos meses a contestar muchas preguntas con un claro “no sé”. Hace quince días decidió cambiar esa respuesta por un “no creo” para los mismos interrogantes, lo que nos pareció gracioso aunque un poco ilógico y confuso. Pero pienso ahora que el pequeño hombre va para filósofo: lo que nos está diciendo, su “sub-texto”, es que saber es creer (creer que lo sé, creer que es verdad) y todo conocimiento es confianza, trust en inglés, o apego en el lenguaje de los puericultores. Y decía el Dr. Álvaro Posada al comienzo del encuentro de puericultura: “El apego, la confianza, fundamenta la vida”. Yo como patólogo pensaba: sin apego no nos oponemos ni a las enfermedades ni a la muerte, o como diría Bichat, morimos. Ese apego a las personas que le han cuidado, o esa confianza esencial en el mundo que conoce, va creciendo en el niño desde el mismo momento de la concepción a través de una vida tranquila y protegida hasta los dos años o más. Si hay apego, seguro se desarrolla entonces en el niño esa característica cualidad humana que es la empatía, la capacidad de sentir y valorar al otro. Y por supuesto la empatía es la virtud fundamental para una posterior maduración ética normal. Siempre sorprende encontrar seres humanos con apegos patológicos, poca empatía y conducta criminal. Aterra pensar que son más frecuentes de lo que pensamos: asesinos en serie, violadores, corruptos inclementes, etc. Entonces apego y empatía son cualidades humanas fundamentales. La empatía debe ser además la virtud, o sea la cualidad humana ejercida virtuosamente, básica del médico. Una persona que no pueda ponerse en los zapatos del otro no debe dedicarse a las profesiones de la salud. Es esencial en todas ellas sentir “empáticamente” el sufrimiento y dolor ajeno. La biología molecular no remplaza la empatía en la medicina.Pero el apego es tan importante en la personalidad humana que todos lo desarrollamos, normal y seguro o inseguro con serios efectos posteriores. Un apego inseguro puede ser ansioso, ambivalente (por ejemplo, la persona que exige mucho, de high maintenance se dice en inglés coloquial). O “evitativo” (algunos casos de aislamiento extremo). O desorganizado (personas incapaces de guardar cierto orden y predictibilidad en su vida). O reactivo grave (personas de agresividad extrema). Los investigadores clasifican entonces el apego inseguro en diferentes categorías con pruebas psicológicas.
La pediatra puericultora Esther Julia Gutiérrez presentó en el encuentro del Quindío el tema del Bullying o intimidación escolar. Esta conducta ha estado en los medios recientemente por varios suicidios de niños y adolescentes. La intimidación escolar no es en sí misma una enfermedad, pero lleva a diversas condiciones patológicas, en caso extremo, a que el agredido se quite la vida. Y en el mismo agresor, quien es una víctima a su vez. ¿Víctima de qué?: víctima de padres abusadores en muchos casos, víctima de la misma sociedad que intensifica a límites inhumanos la competencia privilegiando la conducta agresiva. Cuando se habla de padres abusadores no es solamente abuso sexual o físico sino más frecuentemente abuso psicológico.
Es triste constatar que los menores también son víctimas de la escuela. En nuestras escuelas colombianas se ha encontrado que el 20-30 por ciento de menores han sufrido Bullying o son agresores en casos de intimidación escolar. Además el 50 por ciento de alumnos reporta haber sido testigoss pasivo de estos casos. Nuestra escuela, subrayó la doctora Gutiérrez, enseña competencia entre los menores más que competencia de cada individuo consigo mismo. Decía el sabio oriental Krishnamurti en una entrevista: “La peor enfermedad del cerebro humano es comparar”. Si comparamos competimos con el otro y frecuentemente agredimos e intimidamos, pues eso aprendemos en nuestra escuela y sociedad.