Serénese, doña Gilma

Lun, 29/08/2011 - 10:07
Gilma Jiménez es, quizás, la senadora más popular de Colombia en la actualidad. Con su figura menuda y su vozarrón decidido, esta mujer, nacida en Bogotá, en estos momentos realiza una cruzada pa
Gilma Jiménez es, quizás, la senadora más popular de Colombia en la actualidad. Con su figura menuda y su vozarrón decidido, esta mujer, nacida en Bogotá, en estos momentos realiza una cruzada para promover en el congreso la aprobación de un referendo que busca la cadena perpetua para los violadores de niños.  Gracias a esta iniciativa, esta mujer, adscrita al Partido Verde, llegó al Congreso con una de las más altas votaciones del país. Nadie niega que su labor sea importante, muchos la apoyan y con razón, pero de un tiempo para acá tengo que reconocer que su discurso se volvió agridulce. Algo me dice que algo no está bien. Tengo que reconocer que las noticias sobre el sufrimiento de los niños pueden deprimirme hasta las vísceras. A cualquiera puede sucederle lo que a mí. No es difícil indignarse cuando en la televisión vemos a un niño quemado, muerto, violado o ultrajado por un adulto, en muchos casos sus propios padres o familiares. Nadie discute que esto es repulsivo. Nadie le daría la razón a un violador o a una madre que quema a un hijo o lo desfigura a golpes. Nadie saldría a defender al agresor, a pedir clemencia por él. Claro que no. Pero el camino no es tan sencillo como parece. El referendo lleva un largo camino en trámite. Desde junio de 2008 el tema está en el tintero. Ese año, según la página de Internet www.gilmajimenez.com se recogieron en todo el país 2 millones de firmas, un número superior al necesario para instalar el referendo como proyecto de ley en el Congreso de la República.  En el primer semestre de 2009, y en una carrera maratónica, el referendo logra ser aprobado en el Senado y Cámara de Representantes. El proyecto parece ser todo un éxito y la senadora del Partido Verde ve florecer todos los esfuerzos de su trabajo. Los medios de comunicación la buscan y la alaban. No hay caso de maltrato infantil en donde Gilma Jiménez no sea tomada como referencia. Ella misma, y con orgullo, dice que en muchos juzgados amenazan con llamarla si no se resuelve prontamente un caso de violencia infantil.  La carrera de Jiménez va en ascenso. Su popularidad aumenta.  Nadie puede parar su cruzada. Todos parecen estar de acuerdo. En julio de 2009, la Ley del Referendo es radicada en la Corte Constitucional.  Allí el camino empieza a torcerse: la corte lo declara inconstitucional casi un año después, el 25 de mayo de 2010. Según la página de la Senadora, fueron 2 errores  cometidos en el proceso de trámite del proyecto de ley en el Congreso lo que hundió el referendo en esta instancia ( en su página de Internet no argumenta cuáles, pero la corte explicó que el cambio en el enunciado con el que recolectaron las firmas necesarias para aprobar el proyecto y el no presentar el certificado de cumplimiento de tope de financiación fueron definitivos para tomar esta decisión).   De nuevo, el trámite vuelve a empezar en diciembre de ese año. La última noticia que se tiene es que fue aprobado, en segundo debate, por la Plenaria del Senado el 17 de mayo de 2011, con 52 votos a favor y 15 en contra. No está mal. En vez de amilanarse,  Jiménez siguió con su cruzada, que ahora incluye no sólo la prisión perpetua para los violadores y asesinos de niños, sino un proyecto llamado “Código de Paternidad y Maternidad Responsable”. Sobre este proyecto, la senadora argumenta que “Si no tomamos decisiones por duras que parezcan, que son preventivas, así algunos las señalen de populistas, extremas, violatorias de derechos, y demás descalificativos para impedir que cambiemos como sociedad frente a los niñ@s (sic) y sus derechos, estamos condenando literalmente, a muerte y con una pasmosa facilidad a cientos, y a miles a sufrir las peores violencias. Y es increíble la facilidad como algunos adultos impiden que se tomen las decisiones para prevenir esas atrocidades”. Con este proyecto de ley se busca que los padres que no respondan por sus hijos sean llevados a la cárcel y pierdan automáticamente sus empleos. Una propuesta que vende, sin duda, pero que llevado a la realidad confronta, y sí, hasta asusta. Y es en este punto cuando los medios de comunicación que tanto la adoraron y sus mismos copartidarios le dan la espalda. Los medios más importantes del país, así como sus columnistas, piden el hundimiento definitivo del proyecto. ¿Qué cambió? Sustancialmente, nada. El proyecto fue modificado en su forma pero sigue siendo el mismo. Lo que cambió fue la actitud provocadora, alienante y violenta de Jiménez, conducta que muchos ya tachan de populismo, figuración y oportunismo político. “Quien no está conmigo, está contra mí”, parece decir la senadora, en un intento de  refrito de la máxima de su Partido verde “Yo vine porque quise, a mí no me pagaron”. Y para acabar de ajustar, la semana pasada, la Comisión Asesora del Gobierno en materia de Política Criminal, pidió al gobierno no respaldar el proyecto pues este no es más que una estrategia de "populismo o demagogia punitiva". “Estas medidas suelen ser bastante populares a nivel de la opinión pública y dan buenos réditos políticos a quienes las defienden, pero no sólo tienen una eficacia limitada y discutible para prevenir los crímenes, sino que pueden agravar muchos de los problemas del sistema penal, señala el periódico El País de Cali, en su página de internet el pasado 23 de agosto. Lo triste es que un proyecto tan importante para la protección infantil terminó por convertirse en un drama escandaloso y vergonzante para ella y para quienes defiende. Jiménez ya dejó de ser el hada madrina de los niños para convertirse en una verdadera ogra que no escucha ni debate las críticas que le hacen. Es que ella no lo vio venir. Todos, por unanimidad, estábamos de acuerdo con sus propuestas con ciertos aires vengativos, fascistas y condenatorios, pues mientras ella arengaba, veíamos llorar a la mamá de Luis Santiago o nos indignábamos en contra de Garavito cuando sonreía recordando a los niños muertos en la oscuridad de sus manos asesinas. El show rodaba, la gente lloraba, en los noticieros las presentadoras contenían sus lágrimas mientras  leían el teleprompter vestidas de luto y la senadora vociferaba al unísono. Un cuadro de histeria colectiva. Pero este es un país de leyes así los realities shows y las telenovelas estén en el primetime de todos los canales de televisión. Y es ahí donde, más allá de la indignación y el amarillismo y las lágrimas de dolor, la senadora debe darnos argumentos más allá del sensacionalismo para que creamos o no en la viabilidad de su proyecto. No más adjetivos escandalosos, ni lenguaje lastimero, no condenas a priori a quienes no estemos tan convencidos por las palabras de Gilma Jiménez. Los niños merecen respeto y por eso merecen que se les dé un debate justo, consensuado y objetivo, creíble y de largo alcance. Se merecen que alguien hable por ellos con iniciativas propuestas desde la razón, que es la que gana, y no por la emoción y la indignación de un día. Hay que entender que esta ley, de llegar a las urnas y aprobarse, cambiaría para siempre la forma de hacer justicia en este país. No es para tomarlo a la ligera. Este referendo tiene que estar argumentado desde el derecho y desde la razón, no desde la condena y la hoguera de los noticieros del mediodía. Ni aquí ni en ningún otro país del mundo un proyecto así prosperaría. Yo no me sorprendería si se hundiera del todo y para siempre. Recuerde que en esta vida no sólo hay que ser, sino parecer, señora Gilma Jiménez. Es hora de ajustar las velas, porque, definitivamente, los vientos han cambiado. Y no precisamente a su favor.  
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