No quiero un marido rico

Dom, 11/08/2013 - 01:58
Es fácil. Que alguien trabaje por mí y me de acceso a las comodidades y cosas que quiero es fácil, mediocre e injusto.

Encuentro algo fascinante en la lucha en equipo. Tal vez porque permite la
Es fácil. Que alguien trabaje por mí y me de acceso a las comodidades y cosas que quiero es fácil, mediocre e injusto. Encuentro algo fascinante en la lucha en equipo. Tal vez porque permite la equidad entre las partes y elimina todo vestigio de roles anacrónicos; porque brinda la oportunidad para conocer al otro de una forma que la prosperidad no permite; porque trae compromiso, admiración por el otro y una historia a la que aferrarse. O tal vez porque así fue como mis papás comenzaron, dejando de pagar una cosa para comprar la otra, y nunca su relación fue tan sólida como entonces. La fascinación tiene una coyuntura con la historia de Patti Smith y Robert Mapplethorpe, los protagonistas de ‘Just kids’, el libro de turno que me tiene inspirada y llena de amor. Es una autobiografía escrita por Smith, cantante, poeta y escritora, que antes de triunfar y tener bestseller comía sopa de lechuga con Robert en un apartamento mugriento de Brooklyn, el cual alquilaron cuando todavía las paredes estaban manchadas de sangre y el refrigerador estaba lleno de moho. El lo limpió con la promesa de hacer un hogar para los dos; el día de la basura consiguieron un colchón que ella restregó con bicarbonato, una lámpara a la que él le arregló el cable, y hasta un estante en el que acomodaron los libros que consiguieron poco a poco (algunos, ella se los “embolsilló” ante la imposibilidad de comprarlos). Los dos tenían trabajos temporales y mal remunerados en el día, pintaban y escribían de noche, y se turnaban la entrada a los museos porque “no había plata suficiente para dos tiquetes”. El que entraba le contaba luego con minucia al que se quedaba afuera esperando. Se regalaban pequeñas cosas hechas por cada uno en las fechas especiales, y en invierno él la esperaba del trabajo listo para calentarle las manos con las suyas. Poético e inspirador. Matrimonio, kienyke Afortunadamente yo nunca he tenido tales necesidades. Pero sí he tenido momentos en los que por mis propias elecciones la plata deja de sobrar y hay que decidir entre la comida en un restaurante o una entrada al cine. Nada malo ha quedado de eso, solo la satisfacción que da la austeridad y la independencia. No quiero que alguien consiga las cosas por mi. Los únicos comandados para hacer eso por mi fueron mi papá y mi mamá, y su responsabilidad cesó hace ya varios años. No hay hombre que deba mantenerme, porque bien inteligente y autosuficiente sí soy. En cambio quiero tener un equipo luchador: que si él paga el arriendo o la cuota del apartamento, yo pague los servicios y haga el mercado. Y que si las cosas se ponen duras, los dos estemos igual de listos para luchar, escogiendo entre el arriendo, el cine o la sopa de lechuga. Que si él pierde su trabajo yo esté lista para soportar la carga, igual que él lo haría en el caso contrario. Quiero un equipo sólido, recíproco, logrado con esfuerzo y compromiso. No quiero un marido rico que pague la cuota del gimnasio y me compre la ropa. Todo sería más fácil, pero también aburrido e ingrato. Nota: lo que hace más rosa la historia de Patti y Robert es que ya sabemos que algunos años de lucha terminaron en el estrellato de ambos y en sus entradas a la elite artística neoyorkina, que solo la muerte pudo separarlos, y que años después ella escribió una carta de amor conmovedora e inspiradora.
@susanayelvira
Tomado de la Web Page de Susana y Elvira
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