Es extraño, contradictorio y tal vez absurdo. Al terminar de ver Lincoln, la nueva película de Steven Spielberg, se sabe que todo es perfecto y que todo está bien, pero también se sabe (o mejor: se siente) que falta algo, aunque no se tenga certeza de qué es. Una cosa es segura: no es la película que todos quieren repetir; tampoco es tan inspiradora como otras del mismo director (ET, Caballo de guerra, La lista de Schindler o Salvando al soldado Ryan).
La historia es humana y realista, y eso se debe a dos factores esenciales: el elenco y el arte. En principio está el siempre creíble Daniel Day-Lewis que se mete en la piel del personaje a tal punto que recrea un retrato perfecto; es más, lo interpreta con tal dignidad que le da a la política un tinte divertido y un ritmo desenfrenado que tal vez ya no existen. Sally Field, que aunque no siempre es creíble o maravillosa, ofrece un par de escenas cargadas de drama que funcionan como catalizador para algunos de los mejores momentos de Day-Lewis. Ella lo obliga a descontrolarse: a veces le falta, su actuación llega a parecer muy contenida… medida.
Luego está el maravilloso Tommy Lee Jones, que es en realidad quien se roba todos los halagos: su personaje es el más convincente, da píe a la duda y sorprende. Aún cuando se cree que ya se le conoce resulta complejo, verdadero y desafiante.
Por su parte la fotografía, la música, el vestuario y el maquillaje resultan excepcionales, tanto que logran transportar al espectador a la época. Steven Spielberg demuestra (una vez más) que es un genio de las escenas grandes, de los planos abiertos y de los momentos de guerra: su fuerte, y tal vez su perdición en esta ocasión: poner muchas cosas en pantalla.
Y entonces ¿qué pasa con Lincoln, qué falla? Sencillo: le faltan pasión, ligereza, soltura y espacio para respirar. Es una película demasiado ostentosa y opulenta, tanto que abruma al espectador, quien no logra identificarse con la historia o los personajes; sobretodo al principio, cuando hay tantos en escena que es imposible recordarlos a todos. Invisibles pasan algunos buenos actores como Joseph Gordon-Levitt, Hal Holbrook, John Hawkes, Jackie Earle Haley y Jared Harris, entre otros tantos.
De haber limpiado un poco la historia, eliminado algunos personajes y situaciones, y haberse centrado más en otros como el hostigante vocero demócrata, los tres buscadores de votos (que pusieron la cuota de humor) o los negociadores de la paz, Lincoln habría sido mejor película. En conclusión: perfecta.
Lincoln probablemente gane algunos premios y se quede con un gran porcentaje de la taquilla; en parte porque es buena, porque relata un momento histórico importante o porque es una película que seguramente tocará el orgullo patrio de los Estados Unidos. Dura tendrá la batalla por el Oscar Tommy Lee Jones, porque Daniel Day-Lewis parece que ya la ganó.
Haga clic para ver el tráiler de Lincoln.
www.twitter.com/jadinsamit
Sobre el autor: “siempre he pensado que la vida es como una película: cada persona tiene su papel y cada canción nos recuerda algo (¿o a alguien?). Eterno aprendiz y crítico audiovisual que en los tiempos libres es Comunicador social”.
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Perfección/dudas. Prometheus y las preguntas sin respuestas
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De La cara oculta y otros demonios del cine colombiano
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La historia es humana y realista, y eso se debe a dos factores esenciales: el elenco y el arte. En principio está el siempre creíble Daniel Day-Lewis que se mete en la piel del personaje a tal punto que recrea un retrato perfecto; es más, lo interpreta con tal dignidad que le da a la política un tinte divertido y un ritmo desenfrenado que tal vez ya no existen. Sally Field, que aunque no siempre es creíble o maravillosa, ofrece un par de escenas cargadas de drama que funcionan como catalizador para algunos de los mejores momentos de Day-Lewis. Ella lo obliga a descontrolarse: a veces le falta, su actuación llega a parecer muy contenida… medida.
Luego está el maravilloso Tommy Lee Jones, que es en realidad quien se roba todos los halagos: su personaje es el más convincente, da píe a la duda y sorprende. Aún cuando se cree que ya se le conoce resulta complejo, verdadero y desafiante.
Por su parte la fotografía, la música, el vestuario y el maquillaje resultan excepcionales, tanto que logran transportar al espectador a la época. Steven Spielberg demuestra (una vez más) que es un genio de las escenas grandes, de los planos abiertos y de los momentos de guerra: su fuerte, y tal vez su perdición en esta ocasión: poner muchas cosas en pantalla.
Y entonces ¿qué pasa con Lincoln, qué falla? Sencillo: le faltan pasión, ligereza, soltura y espacio para respirar. Es una película demasiado ostentosa y opulenta, tanto que abruma al espectador, quien no logra identificarse con la historia o los personajes; sobretodo al principio, cuando hay tantos en escena que es imposible recordarlos a todos. Invisibles pasan algunos buenos actores como Joseph Gordon-Levitt, Hal Holbrook, John Hawkes, Jackie Earle Haley y Jared Harris, entre otros tantos.
De haber limpiado un poco la historia, eliminado algunos personajes y situaciones, y haberse centrado más en otros como el hostigante vocero demócrata, los tres buscadores de votos (que pusieron la cuota de humor) o los negociadores de la paz, Lincoln habría sido mejor película. En conclusión: perfecta.
Lincoln probablemente gane algunos premios y se quede con un gran porcentaje de la taquilla; en parte porque es buena, porque relata un momento histórico importante o porque es una película que seguramente tocará el orgullo patrio de los Estados Unidos. Dura tendrá la batalla por el Oscar Tommy Lee Jones, porque Daniel Day-Lewis parece que ya la ganó.
Haga clic para ver el tráiler de Lincoln.
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Sobre el autor: “siempre he pensado que la vida es como una película: cada persona tiene su papel y cada canción nos recuerda algo (¿o a alguien?). Eterno aprendiz y crítico audiovisual que en los tiempos libres es Comunicador social”.
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