Tal vez lo que vaya a decir no sea nada nuevo, pero con el fenómeno migratorio se están definiendo muchas cosas. Las dinámicas de las grandes ciudades de Latinoamérica se han erigido bajo el paradigma de que el norte siempre es mejor que el sur, y me explico.
Rápidamente podemos hacer un sondeo entre aquellos venezolanos que han elegido Colombia como destino, y nos topamos con que muchos buscan hacer una homologación de lo que dejaron atrás, encontrar una vivienda como la que tenían, que se goce de los mismos servicios públicos, que el entorno sea similar al de su vecindario, que el trabajo y los puntos de interés sean cercanos o de fácil acceso, todo ello son indicadores que el Gobierno debería tener en cuenta si aspira focalizar a la población errante, tal y como afirmó Carlos Holmes Trujillo, ministro de Relaciones Exteriores.
Pongo tres ejemplos, hay quienes en Maracaibo vivían en la zona sur de la ciudad, un territorio de clase media baja, con problemáticas de servicios públicos y fallas en el sistema de transporte y vialidad. Ahora llegan a ciudades como Barranquilla, Bogotá o la misma Riohacha y buscan exactamente lo mismo, un espacio que no les sea ajeno y que bajo el desconocimiento aminore los riesgos y la incertidumbre de su nueva vida.
Hay otros que vienen de la zona norte, una parte de opulencia en infraestructuras, de buena vialidad, de cercanía de todos los servicios y comercios, con alto nivel educativo y oportunidades de fogueo con otras culturas, de allí que en los grupos de Facebook siempre leamos: «busco arriendo en la zona norte».
En mi caso, crecí y viví siempre en el centro de la ciudad, caracterizada por el bullicio y las horas pico del tráfico, donde todo quedaba equidistante, y que al llegar a la capital guajira, decidí no arriesgar nada y buscar casa en una zona similar. De hecho, he recibido comentarios de que vivo en una zona pudiente sólo por preservar estas condiciones, muy a pesar de que a la vuelta de la esquina aún hay calles sin asfaltar.
Entonces, muchos se preguntaran y qué tiene que ver eso con la hegemonía del norte sobre el sur, muy fácil. Venezuela fue un país de desarrollo y crecimiento sostenido durante mucho tiempo por el efecto de la industria petrolera, el concepto de clase media es predominante en nuestro entender social, ahora con esto de la migración nos encontramos con que las naciones vecinas no son nada parecidas, que la desigualdad y las escalas de pobreza son muy marcadas y que los ricos no conviven con los pobres.
Esta causal nos obliga a pensar ¿a quién le beneficia la migración venezolana?, cuando hablamos de que se está generando una interrelación de conocimiento y oportunidades que pueden o no favorecer a la región, dependiendo del cristal con que se mire.
En Argentina y Chile se han logrado consolidar colonias de venezolanos de forma estructurada, del cual el Estado y sus sociedades han sacado provecho –hablo de alquiler de inmuebles, servicios y comercio, emprendimiento y desarrollo empresarial, políticas públicas-. En el mismo Perú el sentimiento xenofóbico y la discriminación ha obligado a una reunificación de la ciudadanía venezolana para defender sus derechos y evitar los atropellos e insultos.
Sin embargo, esto no ocurre en Colombia, aquí no se han dado los espacios, la población refugiada es muy dispersa, cada individuo está concentrado en lo suyo y ni siquiera se da por enterado de la violación a sus derechos o del problema del otro. Se respira un resentimiento de que «me toco esta vida por culpa de los chavistas».
Muchas de estas cosas las entendí en los ojos de una niña cuando fui a un supermercado, se enamoró de una muñeca a la que su madre se negó comprarle, solamente porque el dinero no le alcanzaba más que para la comida de siete personas durante la semana. Luego se fijó en un pequeño chicle, que podía hacer suyo con solo mil pesos; el llanto fue indetenible y la frustración desbordante. Esa niña recibió el golpe más grande de su vida, sólo se cuestionaba si valió la pena venirse a otro lugar donde supuestamente todo va a ser posible y mejor.
Desde las ciencias humanas hemos definido diversas teorías para aspectos políticos, económicos y sociales: liberales versus conservadores, la derecha contra la izquierda, el capitalismo sobre el socialismo, sin embargo, me atrevo a decir que en nuestro tejido también se instaura la predominancia del norte contra el sur.
