¡Es injusto que una película de Woody Allen sea tan floja! Sobretodo si tiene un elenco con figuras de la talla de Ellen Page (Juno), Alec Baldwin (30 Rock), Jesse Eisenberg (The Social Network), Penélope Cruz (Volver), Roberto Benigni (La vida es bella), Judy Davis (Blood and Wine) y el propio Allen. Habría que agregarle además la genialidad del director en cintas anteriores, los premios del elenco, el hermoso paisaje de Roma y los millones de dólares del presupuesto para sentirse mucho más defraudado, mucho más violentado. En conclusión: De Roma con amor es mala hasta la saciedad.
Una sensata explicación de lo anterior tendría que comenzar por el guión y la construcción de las historias. El hecho de que sean cuatro y sin aparente relación entre una y otra no es razón para que resulten tan aburridas e insípidas, como de hecho sucede. Divagan tanto que a ratos el espectador olvida que algunas de ellas existen, sobretodo la de Benigni: absolutamente sin sentido, sofocante, plana, sin ningún atisbo de humor y carente de motivaciones. Irónicamente es en el final de esta mala historia donde se encuentra una de las frases que salvan la película “ser una estrella cansa, pero cansa más no ser nadie”.
Luego está la de Eisenberg y Page, que aparentemente tiene un personaje (Baldwin) que funciona como narrador: nunca se sabe si está hablando como el subconsciente del muchacho, el de la chica o como él mismo; el guión, pensado tal vez como algo inteligente, resulta confuso y lleno de clichés que a nadie le interesan. La historia se pierde en un círculo, con intenciones dramáticas, que termina justo en el lugar donde inicia. Los esfuerzos de la joven Page no son suficientes para mantener a flote un barco destinado a hundirse desde el principio.
Los terceros son Penélope Cruz y su equipo: no se puede negar que tienen algunos momentos buenos y que ella sigue siendo una gran actriz, por más que insista en encasillarse en el papel de la puta mostrona, vulgar y nada prudente que tan bien le queda. El humor parece aflorar en ocasiones pese a que el guión insiste en frases elaboradas y escenas forzadas que dan paso a la sobreactuación (de todos).
Y para finalizar están el propio Allen, Judy Davis y un grupo de italianos que logran lo que le falta a los otros: buen humor, diálogos inteligentes y sarcásticos, actuaciones buenas (no todas: la novia parece desaparecer por momentos) y un toque de tensión que motivan a seguir en la sala, todo pese a que el final se hace aburrido y repetitivo.
Es tan bien construido el personaje de Allen que se podría insinuar la idea de que en un acto de egolatría olvidó a los otros y descuidó la dirección de la película. Nada descabellado si se tiene en cuenta que es él mismo quien la dirige, la escribe y la protagoniza. Los diálogos inteligentes hablan de sus cualidades como escritor, sino quién más podría ser el autor de la frase “no me gustan las turbulencias, soy ateo”. La película sería mejor sin las tres primeras historias, les falta el empeño de ésta última.
Para cerrar: De Roma con amor carece del buen humor y las ironías de Vicky Cristina Barcelona; de la melancolía, el romance y el buen guión de Medianoche en París y, sobretodo, de la inteligencia de Match Point, que antes parecían sellos distintivos de la genialidad (ausente ahora) de Woody Allen ¿perdió el encanto? Ya veremos qué pasa con el proyecto sobre New York o el de Río, si los concreta.
Haga clic para ver el tráiler de De Roma con amor.
www.twitter.com/jadinsamit
Sobre el autor: “siempre he pensado que la vida es como una película: cada persona tiene su papel y cada canción nos recuerda algo (¿o a alguien?). Eterno aprendiz y crítico audiovisual, enseña la cátedra América Latina a través del cine y en los tiempos libres es Comunicador social”.
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¡Es injusto que una película de Woody Allen sea tan floja! Sobretodo si tiene un elenco con figuras de la talla de Ellen Page (Juno), Alec Baldwin (30 Rock), Jesse Eisenberg (The Social Network), Penélope Cruz (Volver), Roberto Benigni (La vida es bella), Judy Davis (Blood and Wine) y el propio Allen. Habría que agregarle además la genialidad del director en cintas anteriores, los premios del elenco, el hermoso paisaje de Roma y los millones de dólares del presupuesto para sentirse mucho más defraudado, mucho más violentado. En conclusión: De Roma con amor es mala hasta la saciedad.
Una sensata explicación de lo anterior tendría que comenzar por el guión y la construcción de las historias. El hecho de que sean cuatro y sin aparente relación entre una y otra no es razón para que resulten tan aburridas e insípidas, como de hecho sucede. Divagan tanto que a ratos el espectador olvida que algunas de ellas existen, sobretodo la de Benigni: absolutamente sin sentido, sofocante, plana, sin ningún atisbo de humor y carente de motivaciones. Irónicamente es en el final de esta mala historia donde se encuentra una de las frases que salvan la película “ser una estrella cansa, pero cansa más no ser nadie”.
Luego está la de Eisenberg y Page, que aparentemente tiene un personaje (Baldwin) que funciona como narrador: nunca se sabe si está hablando como el subconsciente del muchacho, el de la chica o como él mismo; el guión, pensado tal vez como algo inteligente, resulta confuso y lleno de clichés que a nadie le interesan. La historia se pierde en un círculo, con intenciones dramáticas, que termina justo en el lugar donde inicia. Los esfuerzos de la joven Page no son suficientes para mantener a flote un barco destinado a hundirse desde el principio.
Los terceros son Penélope Cruz y su equipo: no se puede negar que tienen algunos momentos buenos y que ella sigue siendo una gran actriz, por más que insista en encasillarse en el papel de la puta mostrona, vulgar y nada prudente que tan bien le queda. El humor parece aflorar en ocasiones pese a que el guión insiste en frases elaboradas y escenas forzadas que dan paso a la sobreactuación (de todos).
Y para finalizar están el propio Allen, Judy Davis y un grupo de italianos que logran lo que le falta a los otros: buen humor, diálogos inteligentes y sarcásticos, actuaciones buenas (no todas: la novia parece desaparecer por momentos) y un toque de tensión que motivan a seguir en la sala, todo pese a que el final se hace aburrido y repetitivo.
Es tan bien construido el personaje de Allen que se podría insinuar la idea de que en un acto de egolatría olvidó a los otros y descuidó la dirección de la película. Nada descabellado si se tiene en cuenta que es él mismo quien la dirige, la escribe y la protagoniza. Los diálogos inteligentes hablan de sus cualidades como escritor, sino quién más podría ser el autor de la frase “no me gustan las turbulencias, soy ateo”. La película sería mejor sin las tres primeras historias, les falta el empeño de ésta última.
Para cerrar: De Roma con amor carece del buen humor y las ironías de Vicky Cristina Barcelona; de la melancolía, el romance y el buen guión de Medianoche en París y, sobretodo, de la inteligencia de Match Point, que antes parecían sellos distintivos de la genialidad (ausente ahora) de Woody Allen ¿perdió el encanto? Ya veremos qué pasa con el proyecto sobre New York o el de Río, si los concreta.
Haga clic para ver el tráiler de De Roma con amor.
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Sobre el autor: “siempre he pensado que la vida es como una película: cada persona tiene su papel y cada canción nos recuerda algo (¿o a alguien?). Eterno aprendiz y crítico audiovisual, enseña la cátedra América Latina a través del cine y en los tiempos libres es Comunicador social”.
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