Argo es perfecta gracias a sus ausencias: actuaciones simplemente buenas, una historia lineal con pocas sorpresas, música y efectos visuales sin pretensiones, y un director/actor joven del que pocas personas podrían esperar una obra maestra. Al final todo se traduce en esa extraña sensación de haber disfrutado dos horas de buen cine, ese que enamora al espectador sin saber exactamente por qué. Argo es una historia narrada con pasión, inteligencia y buen ritmo que logra atrapar desde el primer momento gracias a la simplicidad de cada acción.
La historia transcurre mayoritariamente en Irán, donde la revolución se ha tomado la embajada de los Estados Unidos y seis diplomáticos logran escapar: la misión consiste en rescatarlos ¿cómo? Ese es el único y gran reto que representa la película, y el director Ben Affleck (valga la pena decir que hace diez años nadie hubiera apostado por él), aprovecha cada instante y se toma las licencias correspondientes para que cada escena genere la tensión necesaria para mantener al espectador pegado a la silla (o al brazo amigo más cercano).
En principio, Ben Affleck (Gone baby gone, The Town) mezcla muy acertadamente varios géneros cinematográficos capaces de enamorar: humor, thriller político, drama y suspenso. Luego le da a cada actor un lugar muy específico: están el cínico, el que se burla de Hollywood y sus estúpidas prácticas (aunque él mismo sea parte de ellas), el inseguro, el tímido, la mujer fuerte, el hombre culpable y sí: el héroe nacional de los Estados Unidos, el de la apuesta arriesgada que lo hará todo para cumplir su misión. Una fórmula infalible de la que pocos podrían escapar. Habría que destacar que la musicalización, suave y con pequeños cortes, lo llevará al límite de la desesperación y la angustia.
Argo es perfecta incluso por la forma en que está construida. Antes, en la reseña sobre Prometheus decía que todo era maravilloso pero que le fallaba el ensamble; eso sencillamente no pasa en esta ocasión. Cada escena está construida como una sola y al final, gracias a un excelente trabajo de edición, ensamblaron magistralmente. La película se divide en tres etapas, cada una con un género dominante. La primera es simplemente sensacional: las banderas se agitan a medida que la turba enardecida calienta la tribuna y el miedo invade la embajada; maravillosa carga de tensión que le cortará la respiración y lo dejará sin uñas.
Luego una segunda parte diseñada para lucir al gran Alan Arkin (ganador del Oscar por Little Miss Sunshine), cargada de humor, sátira política y un toque de crítica que lo hará cuestionarse sobre el cómo actuamos día a día. Y al final el desenlace, imaginado como un videojuego donde los participantes (diplomáticos y héroe gringo) tendrán que pasar un nivel cada vez más complicado y con enemigos más fuertes antes de lograr el preciado premio; aquí la tensión va en ascenso: cada acción tiene consecuencias y cada omisión sus correspondientes resultados. La emoción llegará a puntos inimaginables antes de que finalice la partida y cada pausa intentará enloquecerlo.
Nota: está basada en una historia real. Recomendación: no averigüe cuál es antes de ir a verla, no hace falta, la historia por sí sola es entendible, es un equilibrio entre lo real y la ficción; claro: lo real para Estados Unidos y su patriótico espíritu nacional. Algunos países podrían no estar tan contentos. Quédese a los créditos y juzgue usted la razón de cada escena y personaje.
Nota preparatoria para los Oscar: Argo tiene dos opciones: o es ganadora o se va con los premios técnicos. No deja espacio para los puntos medios, sobretodo porque la competencia tampoco lo permite… ¿usted con cuál se identifica?
Haga clic para ver el tráiler de Argo.
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Sobre el autor: “siempre he pensado que la vida es como una película: cada persona tiene su papel y cada canción nos recuerda algo (¿o a alguien?). Eterno aprendiz y crítico audiovisual que en los tiempos libres es Comunicador social”.
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