Hace ocho años un accidente tocó a la familia Salazar. Juan Pablo, uno de los hijos del arquitecto Augusto Salazar, esquiaba en las Islas del Rosario cuando, de repente, se lanzó en clavado desde un bote para nadar hasta la orilla, sin advertir la poca la profundidad del agua. Se fracturó la cuarta y quinta columna cervical y perdió la movilidad del cuello para abajo. Jamás volvería a caminar.
Luego de aceptar su condición y empezar una nueva vida, Augusto y su hijo crearon la Fundación Arcángeles, para discapacitados, presidida por Juan Pablo.
“Ese accidente u oportunidad nos abrió las puertas para entrar en el mundo de las personas con discapacidad y nos dimos cuenta de que había mucho por hacer”, explica Daniel Salazar, hermano de Juan Pablo y miembro de la junta directiva del centro comercial Gran Estación.
Juan Pablo y Daniel Salazar trabajan de la mano para fomentar la contratación de discapacitados en otras empresas del país.
La Fundación Arcángeles se encarga de vincular a personas en condición de discapacidad a la vida laboral. La primera empresa que apostó por esta población fue el centro comercial Gran Estación, un proyecto del arquitecto Salazar donde el 70% de sus empleados son discapacitados.
El sitio está ubicado en el occidente de Bogotá y abrió sus puertas al público hace siete años. Mientras se terminaba de construir, Juan Pablo, Daniel y Augusto Salazar trabajaban en la Fundación Arcángeles para incluir a discapacitados en el personal desde su inauguración. Y así fue. El centro comercial emplea a más de cien personas con diferentes tipos de discapacidad física o sensorial en las áreas de recursos humanos, servicio al cliente y contabilidad.
A Arcángeles también se han unido varias empresas del país, entre esas Securitas, proveedora del servicio de seguridad del centro comercial. Dentro de los guardias hay hombres y mujeres que han sufrido de enfermedades como Poliomielitis, o que fueron víctimas de una mina antipersona, un accidente de tránsito o una bala perdida.
Daniel Salazar asegura que además del accidente, el cual ven hoy como una oportunidad, ellos decidieron ofrecer esta opción de trabajo porque ven en la población con discapacidad un potencial laboral muy bueno: “En estos diez años de trabajo con ellos los resultados se han visto”.
Uno de los empleados de esta organización es Freddy Ríos, quien trabaja en el área de información y servicio al cliente. Entró a trabajar al centro comercial gracias a la Fundación Arcángeles, allá pasó su hoja de vida y le hicieron su perfil laboral. Freddy quedó discapacitado luego de recibir una bala perdida cuando se encontraba cerca de la Universidad Incca, en el centro de Bogotá. Está agradecido con la administración del centro porque fueron los pioneros en ofrecer trabajo a discapacitados.
Sin embargo, Daniel Salazar asegura que como en todas las empresas los cupos de trabajo son limitados. Por eso han optado por darles prelación a los discapacitados, pues no todas las empresas los contratan.
La contratación es directa con el centro comercial. Así trabajan José Edwin Martínez y Luis Castillo. Ellos también son agentes en el servicio de información. José lleva dos meses trabajando allí. Antes de vincularse era vendedor ambulante. Hace 26 quedó discapacitado a causa de una artritis reumatoide juvenil. Con el paso de los años se le afectaron sus tendones y rodillas. A los 17 perdió la capacidad de caminar. Al preguntarle sobre su trabajo, Martínez dice: “Todo lo que pasa en esta vida es una bendición. Y para mí, que trabajé en la calle, no trabajar bajo el sol o la lluvia es un cambio radical”.
Luis Castillo tiene 37 años y trabaja también en servicio al cliente. Lleva tres años y medio en este punto pero conoce muy bien el centro comercial porque fue como guarda de seguridad con Seguritas. Hace 16 años cayó de un quinto piso. Aunque perdió la movilidad en sus piernas, como él dice, se supo levanta. Está agradecido con la vida por conocer a Augusto Salazar ya que él ha sido uno de los defensores de sus derechos como discapacitado.
En una zona oscura del centro comercial se encuentra Carlos Ramírez, auxiliar de estacionamiento del parqueadero de motos, quien lleva cuatro meses trabajando allí. Carlos, de 31 años, nació sin un antebrazo.
Además de discapacitados, en Gran Estación vinculan a mujeres cabeza de hogar. Las señoras que se encargan del aseo de los tres pisos y de la administración del centro son en su mayoría mujeres cabeza de familia.
El objetivo de esta empresa es crear escenarios de inclusión social y gracias a eso, Augusto Salazar fue galardonado en el 2012 por Fenalco como uno de los mejores empresarios. Daniel, mano derecha de su padre, está convencido que aún hay mucho por hacer: “Colombia es un país que tiene avances en cuanto a leyes pero todo se queda en un papel”.
Una organización donde el 70% de sus empleados son discapacitados
Mar, 12/02/2013 - 15:30
Hace ocho años un accidente tocó a la familia Salazar. Juan Pablo, uno de los hijos del arquitecto Augusto Salazar, esquiaba en las Islas del Rosario cuando, de repente, se lanzó en clavado desd