La rebelión de los jóvenes en Egipto

Mié, 02/02/2011 - 07:29
Ramy Raoof (@RamyRaoof) tiene 32 años, y desde que tiene memoria sólo ha habido un Egipto, el de Hosni Mubarak, quien se hizo a las r
Ramy Raoof (@RamyRaoof) tiene 32 años, y desde que tiene memoria sólo ha habido un Egipto, el de Hosni Mubarak, quien se hizo a las riendas de la nación más populosa del Medio Oriente en 1981, luego del asesinato de Anwar el–Sadat. Sin embargo, mientras se prepara para el día más importante de su vida, el de la marcha del millón de personas que reclaman el fin del régimen del dictador, Raoof dice estar seguro de una cosa: Mubarak tiene los días contados. La noche se apodera de El Cairo, y en el trasfondo de nuestra conversación telefónica se adivina la agitación de quienes le acompañan. Su voz también transmite ansiedad. Ha finalizado el séptimo día de protestas en Egipto, y algunos reportes sugieren que las autoridades suspenderán también el servicio de telefonía celular, luego de haber hecho lo mismo con el internet. “No tenemos mucho tiempo”. Raoof trabaja para la ONG Iniciativa Egipcia por los Derechos Personales (EIPR, por sus siglas en inglés) en calidad de director de nuevos medios. Su organización se ocupa de documentar y localizar a los presos políticos del régimen, de manera que otras ONG de derechos humanos y sus familias se movilicen en su ayuda, y busca visibilizar sus casos al aprovechar la plataforma que ofrece la red. Este joven egipcio pertenece a una nueva generación de activistas árabes que han aprendido a utilizar los nuevos medios y las redes sociales para promover cambios estructurales en sus sociedades. http://www.youtube.com/watch?v=ThvBJMzmSZI “No es que Twitter o Facebook hayan provocado la revolución”, explica Nasser Weddady (@weddady), autor del blog Dekhnstan, y quien ha dedicado buena parte de sus 35 años a coordinar y capacitar a jóvenes activistas a lo largo y ancho del mundo árabe; “el desencanto, los factores sociales, son el motor de la revolución. Las redes sociales, los nuevos medios, la web 2.0, son herramientas a través de las que se puede expresar ese descontento y coordinar respuestas efectivas”. Para Weddady, un momento clave de este fenómeno fue cuando el activismo virtual se tornó en activismo social, cuando dio el salto de la red a la realidad. Un ejemplo que ilustra esta transición fue el asesinato de Khaled Said a manos de policías en Alejandría, a mediados del año pasado. El joven, de 28 años, fue aprehendido en un café internet por un par de agentes del orden y luego su cuerpo inerte apareció tirado en las calles de la ciudad egipcia con claras señales de tortura. El acto de brutalidad policial fue dado a conocer mediante una página en Facebook, que despertó la indignación general no sólo de sus compatriotas sino de la comunidad internacional. Al cabo de un mes, la página ya tenía más de doscientos mil seguidores y, lo que es más importante, la reacción coordinada a través de la red había conseguido presionar al régimen para que los policías en cuestión fueran llevados ante los estrados judiciales. Antes de la existencia de estas redes sociales, o del internet, la diseminación de la información dependía de unos medios de comunicación controlados en su mayoría por el gobierno. El hecho de que el mundo árabe se caracterice por tener regimenes opresivos y totalitarios, según Weddady, ha derivado en una generación de activistas web muy evolucionada. Una especie de supervivencia del más fuerte en condiciones adversas en extremo. “Hemos aprendido a perfeccionar el arte de la movilización online”, asegura el joven originario de Mauritania, quien reside en los Estados Unidos pero permanece en contacto con una extensa red de activistas sociales distribuidos a lo largo y ancho del Medio Oriente y el norte de África. Mark Levine, doctor en historia de la Universidad de Nueva York y autor del libro Heavy Metal Islam, coincide en advertir que se ha sobredimensionado el papel que Twitter y Facebook han jugado en revueltas como las de Túnez, Egipto o Irán. “Hay que recordar que los egipcios han vivido treinta años en una tiranía, y que 40% de la población gana menos de dos dólares diarios”, señala el profesor de la Universidad de California en Irvine; “las redes sociales son útiles para hacer publicidad y organizar a la gente, pero no son los factores decisivos de la movilización”. En efecto, aunque el régimen de Mubarak ha tomado medidas para restringir el acceso a la red desde hace varios días, esto no ha sido obstáculo para que las manifestaciones se convoquen cada vez con un respaldo popular mayor. A pesar de lo que quieran hacernos creer los relacionistas públicos de Twitter y Facebook, quizá sea posible que este extraordinario fenómeno social se origine en lugares menos sofisticados pero con más raigambre, como el movimiento laboral, las organizaciones de base, el activismo puro y duro. Así lo sugiere Hossam el–Hamalawy (@3arabawy), fundador de 3arabawy, uno de los blogs más influyentes del país, quien se autoproclama como un socialista. “Nunca perdimos la esperanza”, dice, y evoca la huelga convocada en septiembre de 2006 como una prueba de que esta revolución se cocina a fuego lento de tiempo atrás. Hossam acaba de llegar de una multitudinaria concentración en la Plaza de la Libertad de El Cairo. “Hoy más que nunca, confío en que el régimen de Mubarak será derrocado”. Él tampoco ha conocido a un Egipto que no sea el del líder militar de 82 años. “Las protestas han evolucionado de una manera orgánica”, concluye Ramy Raoof, a punto ya de colgar el teléfono. “Las personas que se han volcado a las calles provienen de diferentes sectores sociales, sin que los ingresos, la educación, la edad, la filiación política o el acceso a la internet sean factores diferenciadores”. Según sugiere, fue la violencia con la que las fuerzas del orden respondieron a las primeras protestas la que suscitó la solidaridad en masa del pueblo egipcio. En medio de la excitación del ambiente y la incertidumbre sobre lo que depara el futuro, la sublevación popular parece confirmar una vieja máxima política: las revoluciones se hacen desde abajo. Ni los partidos políticos egipcios, ni los medios de comunicación tradicionales, ni siquiera la administración “reformista” de Barack Obama tuvieron ingerencia alguna en los acontecimientos que se han suscitado en Egipto. El malestar social no se manifestó a través de ninguno de estos canales, sino que encontró en los nuevos medios la mejor forma de expresarse. Después de todo, la revolución no fue televisada. Se tuiteó. Enlaces: Ramy Raoof Iniciativa Egipcia por los Derecho Personales Dekhnstan Una página en Facebook Más de 200 mil seguidores Llevados ante los estrados judiciales Heavy Metal Islam Profesor de la Universidad de California Hossam el–Hamalawy 3arabawy
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