Esta situación tiene los nervios de punta a Nidia Patricia Cardozo, de 43 años, la mitad de los cuales ha vivido en constante lucha por los efectos de la mina. Ella, quien hace parte de la mesa ambiental, creada por y para defender los derechos de los habitantes del sector, sabe que de ser reabierta, algo que podría pasar en cuestión de pocas semanas, volverían las infecciones respiratorias que ya han aquejado a sus hijos y sobrinos.
Nidia Patricia Cardozo, líder comunitaria del barrio Potosí.
Enfermedades como la bronquitis, así como los sonidos de las máquinas y hasta explosiones con dinamita, no han sido los únicos males que han aquejado a los habitantes de cuatro barrios de Ciudad Bolívar que circundan la mina. Al poco tiempo de haber sido aprobada la licencia ambiental para que funcionara la cantera al aire libre, exactamente hace 20 años, el paisaje empezó a cambiar drásticamente, afectando un sitio en especial que se había convertido en el lugar de encuentro y esparcimiento para los habitantes del sector los fines de semana.
“Culturalmente la mina nos ha cambiado mucho porque ese era un sitio de recreación de todo el barrio y de los colegios aledaños. Allí se hacían eventos culturales como elevación de cometas, chocolatadas, pic nic, además que en los Viernes Santos se hacía el viacrucis desde La Candelaria, en el que participaban personas de toda la ciudad. Actualmente se sigue haciendo pero es muy difícil porque el terreno se ha deteriorado, no hay por dónde caminar, y por ejemplo este año hicimos el viacrucis pero no pudimos permanecer mucho tiempo en el sitio, ya que nos sacaron con la Policía. Antes teníamos el césped para sentarnos los domingos, los niños jugaban sin preocupación, pero ahora con todos esos huecos que hay en las canteras forman precipicios de casi cinco pisos de altura por lo que se ha vuelto peligroso llevar allá a nuestros hijos”, describió doña Nidia.
Los pelados que tienen menos de quince años ignoran que por ese paisaje alguna vez serpenteaba la quebrada San Juan del Ahorcado y el agua se estancaba en dos lagunas allí presentes.
“La mina cambió el curso (del río) para que pudieran pasar las volquetas por el sector, rellenaron y aplanaron el terreno, trancando el cauce del agua”, recuerda doña Nidia.
Sin embargo, a la explotación ha sobrevivido un árbol, anteriormente llamado el ahorcado pero rebautizado por la comunidad como el árbol de la paz, el cual se ha erigido por varias décadas y convertido en el único vestigio de una zona verde, hoy coloreada de amarillo.
La supervivencia del árbol se ha convertido en una lucha frontal entre los dueños de la cantera y los habitantes de Potosí, quienes se organizaron e hicieron un frente común para exigir respeto por sus derechos y el de la naturaleza.
“Los mineros fueron tan descarados que hicieron huecos en las orillas de las raíces del único árbol que nos queda al borde de la mina, el de la paz, y les echaron cemento para quemarlas y que el árbol muriera. Acá formamos una mesa ambiental y debido a las presiones que ejercimos, logramos que ese árbol fuera nombrado patrimonio histórico no sólo de Ciudad Bolívar, sino de Bogotá”, relató con vehemencia Nidia.
Como si fuera poco, las grandes volquetas que sacan el material que explota la mina han arruinado las pocas vías que tiene la localidad de Ciudad Bolívar en su parte más alta.
“Los barrios aledaños a la mina no nos hemos beneficiado de la cantera, porque se supone que ellos nos tienen que ayudar, y por el contrario nuestras vías han sido destruidas por las volquetas que trabajan en la mina de 25 y 30 toneladas, y las calles y carreras del barrio apenas fueron hechas para soportar pesos de 18 toneladas, que es más o menos lo que pesa un bus”.
De hecho, la tensa relación llegó a su pico más alto el pasado cuatro de abril cuando una de esas volquetas silenció la vida de una de las habitantes del sector.
Los vecinos se tomaron las vías de hecho. “Duramos un mes bloqueando las vías por donde pasaban las volquetas, acampando en cambuches día y noche”.
Sin embargo, este tire y afloje ha llegado a situaciones delicadas, en las que varios ciudadanos han denunciado amenazas contra su vida. “Si vuelven a meterse en la cantera no respondemos”, han sido algunas de las amenazas que pusieron en conocimiento de Kienyke.com algunos de los habitantes de la zona.
Según la mesa ambiental, creada por los afectados por la explotación minera, el área que cubre la mina de la firma Canteras Unidas La Esmeralda es de 169 hectáreas. Denuncian que hay minería ilegal porque ejercen el proceso de extracción por fuera del polígono de explotación delimitado por la licencia ambiental.
Además de esta situación, algunos miembros de la mesa señalaron que “la cantera nunca ha entregado el informe del plan de manejo ambiental. Ellos tienen que entregar informes cada seis meses de cómo va ese proceso extractivo, cómo han empezado a mitigar los impactos ambientales de la minería, pero sólo han presentado tres informes en los 20 años que tienen de existencia”.
La mesa ambiental fue creada hace dos años, integrada por docentes y líderes comunitarios con el fin de buscar soluciones a la problemática que vive la zona por la influencia de la mina. Se reúnen una vez por semana para evaluar los desarrollos en las investigaciones y contactos que mantienen con entidades ambientales. Sin embargo, han sostenido que el contacto con entidades nacionales como la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, Anla, ha sido muy limitada, por no decir nula. De todas maneras, el primer logro de su gestión fue el cierre temporal de la mina, pero aseguran que lucharán hasta que sea cerrada definitivamente.
Expertos en temas ambientales que integran dicha mesa explicaron los incumplimientos en que ha incurrido la mina.
“La licencia ambiental ordena hacer una siembra de una cerca viva alrededor del polígono de explotación con árboles nativos. Como es una explotación a cielo abierto todo el polvo se va para las casas que quedan a menos de 200 metros, y la cerca lo que haría es impedir que gran parte de ese polvo se expanda. También la cantera estaba en la obligación de hacer unas piscinas de sedimentación y canalizar todo el polígono, pues como levantaron toda la capa vegetal y orgánica, una gota de lluvia cae con bastante fuerza y levanta arena, la cual se la lleva el agua y los sedimentos quedan por fuera del polígono, perjudicando el PH o cambiando químicamente y físicamente el suelo y las quebradas aledañas a la mina.
(…) Ellos alegan que sí han sembrado árboles, pero no son especies endémicas y que le hacen daño al ecosistema, como las acacias”.
No obstante, la presión ejercida arrojó sus resultados. La CAR decidió cerrar temporalmente la mina, al constatar que hay unos manejos inadecuados en la explotación, pero ésta podrá reanudarse cuando se solucionen estos aspectos.
De todas maneras, la pelea por cerrar la mina así sea temporalmente no ha sido fácil, pues el terreno afectado en un 59 por ciento incluye los barrios de la localidad de Ciudad Bolívar, Bogotá, y el restante por ciento incluye a zonas como Cazucá y San Mateo que pertenecen a Soacha.
La licencia ambiental fue otorgada por las autoridades nacionales, lo que ha dificultado que las voces inconformes locales se hagan sentir, a pesar de la mediación de la Secretaría de Ambiente distrital, entidad que ha intentado erradicar la minería a cielo abierto cerca a población urbana.
Kienyke.com buscó comunicarse sin éxito con algún representante de Canteras Unidas La Esmeralda. Ni los teléfonos inscritos en la web sirven y a través de la Secretaría de Ambiente de Bogotá tampoco fue posible acceder a la firma.