Hay preocupación en el país por la suerte de los doce colombianos que fueron condenados a la pena de muerte y otros once a cadena perpetua en China, en su mayoría por tráfico de estupefacientes. Sin embargo, pocos detalles se conocen de las reales condiciones que han tenido que pasar éstos y otros colombianos en cárceles del país asiático.
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Kienyke.com habló con Laura Rivero, una bogotana de 27 años quien hace poco tuvo que pagar una condena de 24 meses en China supuestamente por haber pertenecido a una organización de trata de blancas, ella asegura que es inocente y que nunca tuvo que ver con el caso.
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Laura relató que tuvo que pasar por muchas penurias y abusos físicos, que la llevaron hasta pensar en terminar con su vida. Viajó a China en el 2011 con ayuda de amigos y familiares, y allí conoció a un colombiano con el que inició una relación sentimental, el hombre también fue condenado por hacer parte de una organización dedicada a llevar colombianas a China para prostituirse.
A los seis meses de terminar su relación con esta persona fue detenida por las autoridades chinas y ahí comenzó su calvario.
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“Estuve un año y ocho meses en la etapa de investigación mientras iniciaba el juicio. En la etapa de juicio ninguna de las pruebas me inculpaba, pero firmé un papel en chino en el que, creí, que me declaraba inocente, pero el papel decía que me declaraba culpable. Allá uno no sabe qué es lo que está firmando, uno puede estar firmando su propia sentencia de muerte porque no se puede entender el idioma. Soy inocente, sabía quiénes estaban detrás del negocio pero no los denuncié y por eso me condenaron”, manifestó.
Según relató, su expareja lo que hizo fue “hacerle un préstamo a dos colombianas que fueron a ejercer la prostitución en China, y una de estas mujeres se quedó ilegal, y ella por conseguir que le dieran el tiquete de vuelta en la embajada dijo que la habíamos encerrado y golpeado, todo eso fue mentira y se alcanzó a probar en mi proceso y por eso fue que salí rápido, pero mi novio fue condenado a once años”.
Según señaló Rivero, si una persona está allá como víctima de trata de blancas inmediatamente es deportada, pero si es una persona ilegal, sin documentos, “allá puede estar seis meses para conseguir que le ayuden con un tiquete de vuelta”.
En su paso por la casa de detención, que es el sitio donde envían a los sindicados hasta que termina el juicio, así como en la cárcel, Laura indicó que vio maltratos físicos y psicológicos.
“A las personas que no se les ha dictado sentencia deben permanecer en una casa de detención, en la que el hacinamiento es mayor que en la cárcel. Nunca pude salir de un cuarto con más personas ni siquiera a tomar el sol en un año y cuatro meses. Yo entré pesando 80 kilos y salí pesando 45, estaba en unas condiciones terribles”, señaló.
Según relató Laura, “somos obligados a trabajar horas extras, no tenemos descanso, nos llenamos de granos, nos cortan el cabello, no tenemos los elementos básicos de aseo, nunca utilicé champú cuando estuve allá, tuve que lavarme el cabello con jabón. Estamos obligados allá a vivir como animales”.
Sin embargo, cuando fue condenada, y pasó de la casa de detención a la cárcel, su situación empeoró. “La comida era a base de verduras con bichos cocidos y encontraba cualquier cantidad de sorpresas en la comida. De hecho un día me partí un diente por una piedra que estaba en el arroz que me estaba comiendo. Nunca nos dan carne como tal, sino las vísceras o sobras, y solamente podemos tomar agua porque no hay jugos. Allá solamente los que tenían dinero podían comprar insumos para mezclar con el agua.
De igual manera, dormía en el piso con apenas una cobija y el baño que era una letrina lo compartíamos con 16 mujeres más, y no hay ducha ni lavamanos, simplemente una llave en la que había que sacar agua para bañarnos, lavar la ropa”, indicó.
“Mi depresión - reveló Rivero - en la cárcel llegó a tal extremo que no me bañaba, ni me paraba de donde estaba así me dieran patadas, no quería seguir viviendo, no comía ni ingería bebidas”.
De otro lado, uno de los aspectos hasta ahora poco conocidos de los colombianos presos en China es el trabajo que están obligados a realizar mientras cumplen sus respectivas condenas en ese país.
“Nos ponían a trabajar en fábricas, en edificios que tenían cinco pisos, y cada piso tiene una fábrica diferente, una por ejemplo de audífonos, otra de lámparas, de ropa, de zapatos. A las seis y media en punto de la mañana teníamos cinco minutos para desayunar, y en realidad era pan y agua, después nos íbamos marchando hacia las fábricas y había al medio día un receso de media hora para almorzar y después debíamos seguir trabajando hasta las ocho de la noche y cada tres días cuando sacaban la producción nos hacían trabajar hasta las diez de la noche”, reveló.
Además dijo que son muy pocos los beneficios recibidos por el trabajo que realizan.
No obstante, la única fortaleza que tuvo para aguantar su padecimiento en China fue una biblia que le regaló un ángel aparecido de la nada. Se trata de Luz Mery Barrera, una colombiana también radicada en China, y quien se ha propuesto ayudar a sus paisanos que están purgando penas.
“Con esa señora estoy totalmente agradecida, pues fue la única persona que estaba pendiente de nosotras y nos enviaba algo de dinero con alguna regularidad para nuestras cosas de aseo. Ella me envió una biblia, y le estoy eternamente agradecida porque si no la hubiera recibido no hubiese aguantado”, manifestó.
Sin embargo, de los funcionarios de la embajada de Colombia en China no habló muy bien. “Solamente fue una funcionaria de la embajada, de nombre Juliana, a darnos palabras de consuelo, pero nunca nos colaboraron directamente en los procesos judiciales, y fuera de eso lo que le dijeron a mi familia en la Cancillería acá en Colombia es que si no pagaba el tiquete de regreso, tenía que pagar con cárcel en China mi tiquete, y le dijeron a mis padres que éramos unas delincuentes y que para delincuentes no había tiquete.
Afortunadamente el día que salí de la cárcel fui deportada, y mi regreso a Colombia fue obra de un milagro, aunque mi familia no me esperaba pues habían perdido las esperanzas de que me deportaran pronto”, señaló.
Laura recuerda que la única forma de comunicarse con su familia mientras estaba en la cárcel era una o dos cartas que recibía cada seis meses. “Para poder llamar a los familiares en Colombia tiene uno que pedir la autorización que puede demorar un año. Allá Mónica Cardona, otra colombiana, fue condenada a pena de muerte por tráfico de drogas, y aunque ella portaba 900 gramos la condena se dio por porte de mil gramos, y ella tuvo que esperar un año para poder comunicarse vía telefónica con su familia”, aseguró.
Por último Rivero pidió que “nuestros hermanos que están allá, viviendo esas situaciones tan horribles, tengan la oportunidad de salir y venir a Colombia, aunque no es pedir su libertad, sino que cumplan las condenas en el país”, expresó.
El testimonio de la colombiana que sobrevivió a una cárcel en China
Mié, 15/04/2015 - 07:58
Hay preocupación en el país por la suerte de los doce colombianos que fueron condenados a la pena de muerte y otros once a cadena perpetua en China, en su mayoría por tráfico de estupefacientes. S